Lisandra Gómez Guerra (Juventud Rebelde).— «Tuve la dicha de tenerlo muy cerca y conversar muy fluidamente con él. Recuerdo mucho sus manos blancas con pecas, de dedos finos, muy suaves», cuenta, a la vuelta de 38 años, Lisset María Pérez Rodríguez, y sus ojos verdes se iluminan hermosamente como la más auténtica demostración de que la entonces niña no ha olvidado ni un solo instante de la tarde-noche del 26 de julio de 1986.
Regresa a la plaza improvisada de los Olivos, en la ciudad del Yayabo. Alrededor de 10 000 espirituanos sentados en sillas, ubicadas en cuadro apretado, no paran de ovacionar y en un solo grito dejan escapar un nombre ¡Fidel!, ¡Fidel! ¡Fidel!…
«Te hablo de él porque presidió el acto nacional por el 26 de Julio, en el aniversario 33 del asalto a los cuarteles de Santiago de Cuba y Bayamo —rememora—. Fue ese el primero que se ganó la provincia. Siempre digo que soy Fidelista hasta la muerte».
Vestida de uniforme con pañoleta azul, Lisset María se vio inmensa en la plataforma testigo del acto de dos horas y 42 minutos de duración. Muy cerca, unos ojos no le perdieron de vista cada uno de los versos que regaló al efervescente auditorio.
«Me habló con mucha dulzura. Quería saberlo todo de mí, dónde estudiaba, dónde vivía, cómo se llamaban mis padres, si padecía alguna enfermedad. Insistió en cargarme en sus piernas, mientras los espirituanos ofrecían sus discursos. Incluso, su seguridad le decía de traerme una silla y él se negaba porque conversábamos. Solamente cuando el Comandante fue a hablarle al pueblo me ubiqué en otro lugar».
Sabe que con poco más de seis años no existen nervios, ni temores. Ya había debutado frente a miles de personas, cuando tuvo a su cargo las palabras de apertura y cierre del acto de reinauguración del Campamento de Pioneros Ismaelillo, en Cienfuegos.
«Allí conocí a Raúl y Vilma. Él me regaló un bolígrafo. En la casa de cultura me habían enseñado técnicas para concentrarme. Por eso, aquella tarde-noche todo fluyó natural al mirar hacia un punto fijo en el medio de aquel mar de personas».
Lo narra con la misma fluidez con que declamó el poema Para que nadie tenga que decir. Cayó en sus manos una semana antes. En casa resguarda con recelo el papel ya amarillo, donde están cifradas cada una de las palabras.
«Tengo entendido que fui la primera que declamó ese poema, que hoy aún no sé el nombre de su autor. Y cada vez que lo recuerdo siento su vigencia. Pude recuperar la grabación de ese día y, a pesar del tiempo transcurrido, cuando la escucho me emociona muchísimo.
«Hay una frase que me estremece: ay si Fidel lo viera/ay si Fidel lo supiera/ qué dolor sentiría/cómo decidiría con una idea clara…».
Después de esa histórica jornada, quien funge como especialista en Desarrollo y Tecnología en la Empresa Cárnica Sancti Spíritus tuvo otros encuentros con el Comandante en Jefe. Mas, prefiere resguardarlos con sumo recelo entre sus memorias más entrañables.
Otro día de rojo y negro
Martes, 26 de julio de 2016. En la Plaza de la Revolución Mayor General Serafín Sánchez Valdivia no se ha dormido. A las 7:00 a.m., más de
8 000 espirituanos fijan la atención hacia un punto. El General de Ejército Raúl Castro Ruz, entonces Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, hace su entrada al lugar.
«Estaba muy nerviosa. Me levanté muy temprano —enfatiza Diliannis Álvarez, entonces con 13 años de edad—. Tenía experiencia en el mundo de la locución y de la escritura porque había estado vinculada durante la primaria a un programa pioneril en Centrovisión. Pero, llevaba tiempo aislada de eso».
Confiesa que temía que la lectura saliera mediante una voz entrecortada. Vestida con el uniforme de blanco y amarillo, buscó refugio en los adultos que también formaban parte de quienes le darían vida al acto nacional por la efeméride del 26 de julio, el segundo en Sancti Spíritus.
«Escribí mi visión sobre la Revolución, sus logros, al final representaba uno de ellos. Cuando me llamaron para decirme que había sido seleccionada para expresar mis ideas, acudí a dos personas mayores para que me ayudaran a hacer mi discurso. Y solo cuando me senté y lo hice sola me aceptaron aquella cuartilla que quizá tuvo una lectura de dos minutos, pero para mí fue de una hora».
Se ve a los pies del Paladín de las Tres Guerras. Diliannis Álvarez hace suyo el podio. No se equivoca. Las ovaciones le arrancan una sonrisa.
«Cuando se está en la secundaria no ves la historia con la trascendencia que hoy tiene para mí. Por eso sé que cuando vi ahí de cerca a Raúl fue como cuando
una niña tiene en frente a su cantante favorito. Fue una emoción indescriptible».
Por azares de la vida, esta espirituana no siguió el mundo de la locución como tantas veces soñó y, por el cual, recuerda haberse sentido tan segura aquel martes.
A la tercera y no última
Han pasado 38 años del día en que Sancti Spíritus saboreara por vez primera el ser sede central de las celebraciones por la efeméride del 26 de Julio. En este 2024 siente el mismo júbilo porque la noticia se sostiene en la voluntad de su pueblo. Viste de negro y rojo, aunque el contexto nada tiene que ver con 1986 y 2016. Lo disfruta arropado en su historia, donde siempre se encuentran las motivaciones para celebrar y seguir la marcha.
«Me imagino que el acto de este año sea un momento rotundo de alegría, de compromiso, de orgullo… para la ciudad —opina Lisset María Pérez y la añoranza cuelga de su voz—. Estamos viviendo un contexto fuerte, muchas tensiones, incluso a nivel mundial. Creo, sin duda, que Sancti Spíritus necesitaba algo como esto. Por eso, este 26 será ideal para honrar a Fidel».
Como ella volverá a la plaza, pero desde la distancia de la tribuna que conoce Diliannis Álvarez, la joven estudiante de medicina que alterna las responsabilidades de la carrera con el acompañar a la abuela, su horcón.
«Son días de lucha porque elegí una profesión donde hay que estudiar mucho. No siempre las personas lo ven cuando llegan al hospital, pero hay gran sacrificio detrás».
Sancti Spíritus se viste nuevamente de los colores de la gesta del Moncada. Reconocimiento mayor a un pueblo trabajador que se levanta sobre las adversidades. En eso está el compromiso de volver a la plaza. Espirituanos y espirituanas confirmaremos allí que nuestro 26 es seguir construyendo a Cuba. Como Lisset María y Diliannis en su momento, hoy también sabemos de ese orgullo de ser protagonistas de un momento único.