“La gente ya no llega a comprar la comida con los ingresos del mes”, dijo a Sputnik German Romero, director del departamento de estadísticas del Centro de Comerciantes Minoristas de Córdoba y responsable del informe.
La caída del poder adquisitivo en Argentina llegó a un punto inédito: el uso de tarjetas de crédito para adquirir alimentos básicos. El 54% de los hogares incurre en esta práctica en medio de la recesión económica que atraviesa el país y que se refleja, indefectiblemente, en la licuación de los ingresos.
El dato surge del último informe del Centro de Almaceneros y Comerciantes Minoristas de la provincia de Córdoba realizado en todo el país. El trabajo consigna que el uso creciente de este medio de pago lleva a agotar los límites impuestos por los bancos, por lo que comienza a expandirse el pedido de fiado a los comercios de cercanía.
Según el informe, el 93% de las familias argentinas tiene algún tipo de deuda. Su composición es diversa: el 26% responde a las tarjetas de crédito, el 10% a préstamos familiares y el 9% a los bancos. Entre el resto de los factores restantes destacan los servicios privados como el internet o la telefonía móvil, que representan el 8%.
El factor crucial sobre el cual echa luz el registro remite a que la mayor parte de las deudas con tarjetas responde a la compra de alimentos, seguida por la carga de combustible (16%).
El aumento del peso de los productos básicos relega a bienes que en otro tiempo eran más populares, como las prendas de vestir (11%) y electrodomésticos (5%), sector particularmente afectado por la recesión.
Crédito para alimentarse
“La enorme mayoría de los argentinos tiene algún tipo de deuda. Lo más preocupante de la situación es que más de la mitad de las deudas con las tarjetas se explican por la compra de alimentos, y no porque haya subido el consumo, sino porque ya no alcanza con los ingresos del mes”, dijo a Sputnik German Romero.
El especialista calificó de “inédito” al fenómeno en cuestión.
“La compra en cuotas de carne u otros productos básicos no la habíamos visto nunca en estos niveles. Incluso la práctica del fiado encontró su techo: los clientes de mayor confianza de los comercios de cercanía suelen apelar a esta práctica para solventar los gastos más elementales”, remarcó.
El diagnóstico vertido por Romero halla su correlato en la experiencia de los investigadores. Consultado por Sputnik, Isaac Rudnik, titular del Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana, apuntó que “en el último tiempo el endeudamiento de las familias se ha disparado. En los barrios populares el día 15 se considera ya como ‘fin de mes’, y ahí los jefes de hogar salen a buscar financiamiento para conseguir un plato de comida”.
“En los barrios populares, el gran proveedor de dinero son los usureros, que son prácticamente los únicos con liquidez como para prestarlo: muchas veces están ligados a actividades ilegales como el narcotráfico. Así se convierten en proveedores de recursos para las familias desesperadas por llegar a fin de mes”, afirmó Rudnik.
El precio de comer
En otros tiempos, conocida como “el granero del mundo”, Argentina históricamente se jactó de producir alimentos para 400 millones de personas. Más allá del mito, lo cierto es que la compleja coyuntura económica que atraviesa el país está lejos de garantizar la correcta nutrición de todos sus habitantes.
Si bien en el primer semestre del 2024 el precio de los alimentos escaló menos que los del resto de productos -70,5% contra 79,8%, respectivamente, aún no terminó de revertirse el principal flagelo social que se refleja en niveles de pobreza superiores al 50%, según estimaciones privadas. Mientras en los últimos 12 meses la inflación acumulada fue de 271,5% (récord en 30 años), estos productos de primera necesidad escalaron aún más: 285%.
“Es cierto que el precio de los alimentos en el último tiempo ha subido menos que el del resto de los productos de la economía. De todos modos, lo que vemos es que su consumo aún no encuentra su piso: la compra de carnes, frutas, verduras y hasta pan continúa en niveles muy bajos”, graficó Rudnik.
En ese sentido, el investigador puso el foco en el flagelo de la malnutrición infantil. Según el experto, esta “orbita en torno al 45%, pero crece sobre todo entre los chicos de 6 a 10 años, que reciben comida en la escuela gracias al Estado. El problema es que muchas veces este es el único alimento importante que consumen en todo el día”.
“Hay un corrimiento del consumo de los productos más nutritivos, como la carne y los lácteos, hacia otros menos proteicos y menos beneficiosos, como las harinas y las grasas. Básicamente, esto permite evitar el hambre a un menor precio, pero con un claro costo nutricional”, apuntó el titular del Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana.
El informe dirigido por Romero da cuenta del fenómeno. “Las ventas de comercios de alimentos, como carnicerías, cayeron un 29% en el último año. Por eso, en los últimos meses hemos detectado el cierre masivo de pequeños almacenes de cercanía, sobre todo en los barrios populares”, afirmó.
“El consumo de alimentos no depende exclusivamente de su precio. Factores como el drástico aumento en las tarifas de la energía o del transporte inciden en que las familias tengan menor margen para destinar a la compra de elementos básicos. El boleto de colectivo para viajar al trabajo es ineludible, y eso afecta la canasta familiar”, indicó el especialista.
Juan Lehmann (Sputnik)