La catástrofe que sufre la clase trabajadora en el País Valencià tiene claros responsables. Por un lado, los empresarios que priman el beneficio por encima de las vidas de la clase trabajadora. Por otro lado, las negligentes instituciones de gobierno a todos los niveles que, por su connivencia con la patronal de la burguesía a la que sirven como lacayos del capitalismo, permiten y perpetúan nuestra miseria. Este terrorismo patronal no es otra cosa que la forma más cruda en que se manifiestan las contradicciones de un sistema capitalista basado en la dominación de una clase, la burguesía, sobre otra, el proletariado.
Tras la catástrofe y ante la desidia de las instituciones, es la autoorganización de la clase trabajadora la que ha empleado todo el tiempo libre que le deja su trabajo asalariado para organizar recogidas y brigadas, para asistir, limpiar, acompañar y llorar la tragedia vivida al sur de València. Después, la clase trabajadora ha tenido que volver al trabajo asalariado para mantener la rueda de acumulación de nuestros explotadores mientras seguía organizándose la respuesta solidaria en el barro.
Era necesario parar la producción de todo lo que no fuera estrictamente esencial. Cuando la clase trabajadora es la que está organizándose con todo para recuperar todas las pérdidas sociales y materiales en las calles sepultadas, interrumpir todo el trabajo de solidaridad para que el capitalista de turno siga lucrándose resulta enormemente contradictorio. Y lo es aún más para las trabajadoras que lo han perdido todo y aun así tenían que volver a trabajar el lunes. Como si nada hubiera pasado; llueva o truene, tienes que volver al trabajo y ya te las apañarás.
Ante esta situación, las principales centrales sindicales, que han sido los sindicatos de clase históricos, emiten un comunicado completamente intolerable en el que declaran que han pactado paros parciales de diez minutos con la patronal como homenaje a las víctimas.
Estas centrales sindicales (CCOO y UGT) podrían haber movilizado todas sus estructuras y supuesta capacidad de convocatoria y negociación para un paro general desde la solidaridad obrera. En cambio, deciden reunirse en los despachos con la patronal que nos ha asesinado en las riadas, aquella que nos explota todos los días por un mísero salario, para que les veamos las caras en la foto “solidaria” de turno con los liberados sindicales durante un ridículo paro de diez minutos.
A pesar de todo, se puede extraer una importante conclusión de este infame pacto, que ni ha sido el primero ni será el último: solo la clase salva a la clase. Y solo nuestra autoorganización frente al capital y sus lacayos, por mucho que se vistan de sindicalistas o de políticos de izquierda, nos permitirá avanzar hacia derrumbar este sistema que nos mata.
Frente a su explotación, ¡organización y solidaridad obrera!