Raúl Antonio Capote (Granma).— En los tiempos que corren, marcados por la barbarie sionista en Palestina y el Líbano, ante la complicidad de un mundo gobernado por los representantes de un sistema en decadencia, la imagen imperecedera del líder del pueblo palestino, Yasser Arafat, se hace presente.
Mohamed Yasser Abdel Rahman Abdel Rauf Arafat al Qudwa al Huseini, más conocido como Yasser Arafat, nacido en El Cairo, Egipto, el 24 de agosto de 1929, fue el primer presidente de la Autoridad Nacional Palestina, y encabezó la lucha para exigir el derecho a la autodeterminación de ese pueblo. Gran amigo de Fidel y del pueblo de Cuba, su militancia y liderazgo político contra la ocupación ilegal y los crímenes cometidos por Israel contra esa población marcaron una era de heroica firmeza.
Presidió la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y fue el líder del partido político secular Fatah, que fundó en 1959. En 1994 recibió el Premio Nobel de la Paz, por su participación en las negociaciones realizadas un año antes en Oslo, Noruega, con el objetivo de ofrecer una solución permanente en el conflicto palestino-israelí.
Su muerte, el 11 de noviembre de 2004, a la edad de 74 años, tuvo lugar en un hospital cercano a París, Francia, en extrañas circunstancias.
Según declaraciones de Tawfik Tirawi, director del comité palestino designado para investigar su fallecimiento, Israel es el único responsable en el caso del asesinato del líder palestino.
Los resultados de las pesquisas arrojaron la presencia de trazas de polonio 210 (material radiactivo), en sus ropas y objetos personales.
Arafat continúa hoy como un símbolo de los derechos y de la valentía de los palestinos. Su prédica y su ejemplo son resortes para seguir en la lucha por la liberación de ese pueblo del yugo sionista.
Y de haber firmado con USrael unos acuerdos de mierda que ahora están pagando los palestinos.
Todo por un Premio Nobel de la Paz, el galardón más desprestigiado de la historia.