Yusuam Palacios Ortega (Granma).— Conmemoramos hace unos días, en medio de la emergencia energética y la amenaza del huracán Oscar, el 20 de octubre, y en nuestra historia es un día de consagración patria; parte de una trascendental lista de días llenos de mística espiritual y de épica revolucionaria.
Montado en su caballo, el bayamés Perucho Figueredo hacía vibrar de una emoción inigualable el camino de la libertad. Un himno devendría llamado permanente a la lucha por Cuba y para Cuba. Y ahí, el 20 de octubre, Día de la Cultura Cubana, se reafirmó una de las esencias patrias: nuestra cultura de resistencia.
Hay raíces muy sólidas que, sin darnos cuenta, quizá por el convulso y desequilibrado presente, nos arman de una fuerza natural y muy propia de los cubanos, que misteriosamente nos hace resistir; que no significa resignarse a vivir una dura realidad, mucho menos conformarse con la situación que vivimos sin hacer lo necesario por cambiarla para el bien de todos los cubanos, ni asumir una actitud contemplativa de lo mal hecho.
Es una resistencia que se eleva por encima de los obstáculos, dificultades, ataques despiadados, desvaríos cometidos. La que hizo posible nuestras gestas heroicas por la independencia de la Patria, que mucho antes abrazó a nuestros aborígenes y a los esclavos, que bajo el yugo opresor levantaron también su mano redentora.
Resistir, para nosotros los cubanos, es un acto de heroicidad, de sentido común (cuánta falta les hace a muchos tenerlo), de coherencia discursiva en la continua arenga revolucionaria, para salir al camino con la adarga al brazo. Resistir, para nosotros los cubanos, es dignidad plena; es coraje y firmeza en las ideas, en las doctrinas, en los postulados éticos que nos han definido siempre.
Se resiste el embate enemigo, ese que pretende asfixiarnos desde mucho antes del triunfo de la Revolución; y no es fácil, todo lo contrario; ante el recrudecimiento de una guerra preñada de terror contra el pueblo cubano, bajo el asedio permanente del peor de los monstruos, ese que nos desdeña, que nos pone su bota encima, que envenena las mentes y conquista, como clásico dominador, para manejar a su antojo el pensar y el sentir de quienes caen o sucumben ante ese veneno mortal.
Es el no rotundo al imperialismo cuyo rostro principal está allí, en Estados Unidos, en ese sistema avasallador, en esa política criminal de bloqueos y ataques cognitivos, sicológicos, de proporciones incalculables. Es el No firme a la guerra mediática y cultural que se nos hace.
Volvamos a Martí, al guía espiritual de la nación cubana: «De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace, ganémosla a pensamiento». Y es también una guerra de sentimientos; por eso sentipensemos la Patria con nuestra historia como escudo, el orgullo de ser cubanos dondequiera que estemos, aun en las peores circunstancias.
Resistir es un llamado a la unidad como garantía de supervivencia. Unidos somos más fuertes, se consagra mejor la resistencia. No olvidemos nuestras esencias, como aquel concepto de Patria: «Patria es comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas». El Apóstol de la Independencia así lo definió porque estaba convencido de que teníamos un sentimiento común, una nube de ideas que nos mantendría siempre con el remo de proa, una identidad que nos hace cubanos, una cultura que expresa nuestra forma de hacer y de ser.
Nuestra cultura de resistencia ha de hacernos cómplices de la virtud, dignos herederos de toda una pléyade de mujeres y hombres que derramaron su sangre por nosotros, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Y esto nos convida, con todas las fuerzas, a mantener incólumes los principios que han marcado la resistencia de los cubanos. Es la expresión ética de un pueblo que ha sabido superar cada drama vivido.
No podemos olvidar aquello que nos fortalece, que nos abraza en medio de la cruenta realidad, que nos ha de recordar todo el tiempo que nuestra Revolución es de los humildes, por los humildes y para los humildes. Es la presencia permanente de Fidel, su definición de Revolución.
Nuestra cultura de resistencia nos llama a vivir la Revolución, no a vivir de ella; nos llama a sembrar ideas y conciencia, no a albergar sentimientos egoístas y de exaltación de lo material; nos llama a salvaguardar el tejido espiritual de la nación, jamás a dividirnos, a destruirnos nosotros mismos.
Hay una osamenta, una raíz muy profunda, un carácter emancipador y liberador de las cubanas y los cubanos. Hay humanismo y cultura de paz, hay amor por encima de todo, hay solidaridad manifiesta. Hay valores identitarios que tenemos que defender, hay una historia que nos protege, un presente desafiante que nos pone en tensión, pero del que sabremos vencer para el porvenir mejor que necesitamos y que está en nuestras manos crear.
La Patria nuestra ha sido soñada, pensada y cantada. Es el sueño, el pensamiento y el canto de un pueblo que no se rinde, que no es blandengue, que se levanta, que ama y funda.
Con todos los dignos, y para el bien de todos, porque ser patriotas es no ser egoístas, porque pinos nuevos son aquellos que defienden un mismo ideal (el amor a la Patria y su defensa bañada de sacrificios, sin importar la edad biológica), porque hacer es la mejor manera de decir; y decir es hacer si se dice a tiempo; cantemos hoy, con más fuerza, sentimiento y orgullo que ayer, nuestro himno nacional. En sus versos está la esencia de la Patria.