Jeffrey D. Sachs
Common Dreams
Traducido para el CEPRID (www.nodo50.org/ceprid) por María Valdés
La reciente cumbre de los BRICS en Kazán, Rusia, debería marcar el fin de los delirios neoconservadores encapsulados en el subtítulo del libro de Zbigniew Brzezinski de 1997, El tablero de ajedrez global: la primacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos. Desde los años 1990, el objetivo de la política exterior estadounidense ha sido la “primacía”, es decir, la hegemonía global. Los métodos de elección de Estados Unidos han sido las guerras, las operaciones de cambio de régimen y las medidas coercitivas unilaterales (sanciones económicas). Kazán reunió a 35 países con más de la mitad de la población mundial que rechazan la intimidación estadounidense y que no se acobardan ante las afirmaciones de hegemonía de ese país.
En la Declaración de Kazán, los países subrayaron “el surgimiento de nuevos centros de poder, toma de decisiones políticas y crecimiento económico, que pueden allanar el camino hacia un orden mundial multipolar más equitativo, justo, democrático y equilibrado”. Hicieron hincapié en “la necesidad de adaptar la arquitectura actual de las relaciones internacionales para reflejar mejor las realidades contemporáneas”, al tiempo que declararon su “compromiso con el multilateralismo y la defensa del derecho internacional, incluidos los Propósitos y Principios consagrados en la Carta de las Naciones Unidas (ONU) como su piedra angular indispensable”. Se enfocaron especialmente en las sanciones impuestas por los EEUU.y sus aliados, sosteniendo que “tales medidas socavan la Carta de las Naciones Unidas, el sistema multilateral de comercio, el desarrollo sostenible y los acuerdos ambientales”.
La búsqueda neoconservadora de la hegemonía global tiene profundas raíces históricas en la creencia de Estados Unidos en su excepcionalismo. En 1630, John Winthrop invocó los Evangelios al describir la Colonia de la Bahía de Massachusetts como una “Ciudad en la Colina”, declarando grandilocuentemente que “los ojos de todos los pueblos están sobre nosotros”. En el siglo XIX, Estados Unidos se guió por el Destino Manifiesto para conquistar América del Norte desplazando o exterminando a los pueblos nativos. En el curso de la Segunda Guerra Mundial, los estadounidenses abrazaron la idea del “siglo americano”, según la cual, después de la guerra, EEUU lideraría el mundo.
Los delirios de grandeza de Estados Unidos se intensificaron con el colapso de la Unión Soviética a fines de 1991. Desaparecida la némesis de la Guerra Fría, los neoconservadores estadounidenses en ascenso concibieron un nuevo orden mundial en el que EEUU era la única superpotencia y el policía del mundo. Sus instrumentos de política exterior preferidos eran las guerras y las operaciones de cambio de régimen para derrocar a los gobiernos que no les gustaban.
Después del 11 de septiembre, los neoconservadores planearon derrocar siete gobiernos en el mundo islámico, empezando por Irak y siguiendo con Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán e Irán. Según Wesley Clark, ex comandante supremo de la OTAN, los neoconservadores esperaban que Estados Unidos prevaleciera en estas guerras en cinco años. Sin embargo, ahora, más de 20 años después, las guerras instigadas por los neoconservadores continúan mientras que EEUU no ha logrado absolutamente ninguno de sus objetivos hegemónicos.
Los neoconservadores argumentaron en los años 90 que ningún país o grupo de países se atrevería jamás a enfrentarse al poder estadounidense. Brzezinski, por ejemplo, sostuvo en “El gran tablero de ajedrez” que Rusia no tendría otra opción que someterse a la expansión de la OTAN liderada por Estados Unidos y a los dictados geopolíticos de EEUU y Europa, ya que no había perspectivas realistas de que Rusia formara con éxito una coalición antihegemónica con China, Irán y otros. Como lo expresó Brzezinski: “La única opción geoestratégica real para Rusia –la opción que podría darle un papel internacional realista y también maximizar la oportunidad de transformarse y modernizarse socialmente– es Europa. Y no cualquier Europa, sino la Europa transatlántica de la UE y la OTAN en expansión.”
Brzezinski se equivocó rotundamente y su error de cálculo contribuyó a provocar el desastre de la guerra en Ucrania. Rusia no se limitó a sucumbir al plan estadounidense de ampliar la OTAN a Ucrania, como Brzezinski suponía que haría. Rusia dijo un no rotundo y estaba dispuesta a hacer la guerra para detener los planes estadounidenses. Como resultado de los errores de cálculo neoconservadores con respecto a Ucrania, Rusia ahora está prevaleciendo en el campo de batalla y cientos de miles de ucranianos han muerto.
Y este es el mensaje claro de Kazán: las sanciones y presiones diplomáticas de Estados Unidos no aislaron en lo más mínimo a Rusia. En respuesta a la intimidación generalizada de EEUU, ha surgido un contrapeso antihegemónico. En pocas palabras, la mayoría del mundo no quiere ni acepta la hegemonía estadounidense y está dispuesta a enfrentarla en lugar de someterse a sus dictados. Estados Unidos ya no posee el poder económico, financiero o militar para imponer su voluntad, si alguna vez lo tuvo.
Los países que se reunieron en Kazán representan una clara mayoría de la población mundial. Los nueve miembros del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, los cinco originales, más Egipto, Etiopía, Irán y los Emiratos Árabes Unidos), además de las delegaciones de 27 aspirantes a miembros, constituyen el 57% de la población mundial y el 47% de la producción mundial (medida a precios ajustados por poder adquisitivo). Estados Unidos, en cambio, constituye el 4,1% de la población mundial y el 15% de la producción mundial. Si a esto le sumamos los aliados de Estados Unidos, la proporción de la población de la alianza liderada por EEUU es de alrededor del 15% de la población mundial.
En los próximos años, los BRICS ganarán peso económico relativo, capacidad tecnológica y fuerza militar. El PIB combinado de los países BRICS crece a un ritmo de alrededor del 5% anual, mientras que el PIB combinado de Estados Unidos y sus aliados en Europa y Asia-Pacífico crece a un ritmo de alrededor del 2% anual. Sin embargo, incluso con su creciente influencia, los BRICS no pueden reemplazar a Estados Unidos como nueva potencia hegemónica global. Sencillamente carecen del poder militar, financiero y tecnológico para derrotar a EsEUU o incluso para amenazar sus intereses vitales. En la práctica, los BRICS están pidiendo una multipolaridad nueva y realista, no una hegemonía alternativa en la que ellos estén a cargo.
Los estrategas estadounidenses deberían prestar atención al mensaje, en última instancia positivo, que sale de Kazán. La búsqueda neoconservadora de la hegemonía global no sólo ha fracasado, sino que ha sido un desastre costoso para Estados Unidos y el mundo, que ha llevado a guerras sangrientas e inútiles, conmociones económicas, desplazamientos masivos de poblaciones y crecientes amenazas de confrontación nuclear. Un orden mundial multipolar más inclusivo y equitativo ofrece una vía prometedora para salir del atolladero actual, que puede beneficiar a Estados Unidos y sus aliados, así como a las naciones que se reunieron en Kazán.
Por lo tanto, el ascenso de los BRICS no es sólo un reproche a los Estados Unidos, sino también una posible apertura hacia un orden mundial mucho más pacífico y seguro. El orden mundial multipolar imaginado por los BRICS puede ser una bendición para todos los países, incluido Estados Unidos. El tiempo se ha acabado para los delirios neoconservadores y las guerras elegidas por los Estados Unidos. Ha llegado el momento de una diplomacia renovada para poner fin a los conflictos que azotan al mundo.
Jeffrey D. Sachs, profesor de Desarrollo Sostenible y de Política y Gestión de la Salud en la Universidad de Columbia, es director del Centro para el Desarrollo Sostenible de la Universidad de Columbia y de la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Ha sido asesor especial de tres secretarios generales de las Naciones Unidas.