Las presiones occidentales contra China empezaron en el terreno económico y empiezan a pasar al militar, que hasta ahora era un terreno reservado casi exclusivamente a Rusia.
El objetivo es separar a ambos países, o bien a Rusia de China o a China de Rusia, la política del “divide y vencerás”.
En el binomio que forman ambos países, China está considerado explícitamente como “el enemigo principal” y a veces como “el enemigo estratégico”. Esta política está ligada al convencimiento de que Rusia no hubiera sobrevivido a las sanciones sin el apoyo económico de China.
El apoyo de China a Rusia ha creado la cortina de humo de que las sanciones económicas a China se justifican porque Pekín ha apoyado a Rusia en la Guerra de Ucrania. Lo cierto es que los países occidentales ya venían bloqueando a China de los mercados mundiales desde hace bastante tiempo.
Ahora llega el momento de los ataques occidentales contra la seguridad de China y, especialmente, las provocaciones en relación con Taiwán, pero también en el caso de Filipinas, planteando problemas de seguridad en el Mar de China Meridional.
Lo mismo que Rusia, también China ha tomado buena nota de la estrategia imperialista en Oriente Medio y, en particular, en Siria, donde la desestabilización es obra inmediata de terceros, en este caso los mercenarios de Al Qaeda.
La estrategia antichina es, ante todo, un proyecto de Estados Unidos, que siempre busca peleas muy lejos de sus fronteras y muy cerca de las de los demás. Europa hace el acompañamiento, que es imprescindible porque sin eso, Estados Unidos sería sólo una potencia regional.
Al mismo tiempo, Europa se encuentra en medio de una auténtica guerra comercial y pierde siempre, al menos hasta la fecha. Si se puede hablar de guerra económica, también se puede decir que las grandes empresas alemanas han elegido su trinchera: están abandonando su país y marchando a China, precisamente.
Las que se queden en Europa lo van a pasar muy mal. En julio Goldman Sachs recomendó a los especuladores huir de las acciones europeas más expuestas a las represalias económicas procedentes de China. El banco centraba su recomendación en el sector de la automoción, el lujo, las materias primas y los semiconductores.
El lujo es uno de los grandes bastiones de la economía europea ante la crisis económica, con ingresos muy defensivos representando cerca del 4 por cien del PIB europeo (unos 880.000 millones de euros), gracias a la facturación que generan los titanes como LVMH (Louis Vuitton), Hermes, Hugo Boss… Las empresas del sector han ido creado una enorme red en el gigante asiático como su gran esperanza. Un ejemplo es Richemont, para el que los ingresos procedentes de China suponen el 27 por cien de su facturación, seguido de LVMH (20 por cien), L’Oreal (17,5 por cien) o Hermes (9,2 por cien).
A lo que tienen miedo las empresas europeas del lujo no es tanto a la guerra comercial como a la ralentización del mercado chino.
Los fabricantes de coches también han apostado por China, en particular, los alemanes. El año pasado destacaron BMW, (32,3 por cien), Volkswagen (12,6 por cien) o Daimler (18 por cien), aunque la importancia de China no se debería medir sólo por el cuota de mercado, sino también por los suministros, que en el caso de BMW y Volkswagen es cerca de un tercio y para Daimler es el 22 por cien.
En otras palabras, las empresas occidentales no sólo venden sino también compran en China, aunque el ejemplo más evidente de ellos fueron las mascarillas durante la pandemia. Más de un tercio de las empresas industriales de Alemania importan materiales críticos de China para realizar su actividad productiva. La exposición de las empresas manufactureras españolas e italianas también es relativamente alta, alcanzando el 20 por cien y el 17 por cien respectivamente.
Hay gigantes industriales, como Novo Nordisk, que obtiene más de la mitad de sus ingresos de China. La facturación de Adidas depende en un 15 por cien de China, que es la tercera región en importancia para sus ventas. También destaca el caso de ASML, para la que China representó el 29 por cien de la facturación total del holding. Hay otras empresas como AstraZeneca para las que China representa el 13 por cien de su negocio.
Algunos “expertos” creen que el remedio es buscar otros mercados de venta y otros proveedores fuera de China. Es porque no han acabado de entender lo que es hoy un mercado mundial fragmentado en miles de pequeños pedazos con intereses económicos contrapuestos, como esos socios comerciales europeos que tiene China con infraestructuras en terceros países.
En junio Bruselas impuso un arancel del 37,6 por cien a los coches eléctricos chinos y actualmente China medita con calma las represalias que va a tomar contra la Comisión Europea. No tomará una decisión hasta el 10 de enero del año que viene, pero el gobierno de Pekín no solo se centrará en los coches eléctricos, sino también en las industrias ferroviaria, fotovoltaica o eólica.