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Elson Concepción Pérez (Granma).— La ciudad de Gaza destruida y el asesinato de 45 000 palestinos, de ellos más de 20 000 niños y mujeres, es un resumen letal de la masacre que comete contra esa población árabe el Ejército israelí, apoyado totalmente por Estados Unidos.
En medio de tanta crueldad rechazada por la mayoría de los países del mundo, el cinismo de los agresores parece no tener límites, y ya sin sonrojo alguno levantan copas por el genocidio consumado. Lo demostró recientemente el todavía mandatario de Estados Unidos, Joe Biden, al confesar: «Yo soy sionista», al celebrar en la Casa Blanca la Janucá, una festividad de los judíos.
Luego de referirse a «las masacres contra Israel y los rehenes en manos del movimiento Hamás», sin mencionar en lo más mínimo la masacre de la que es corresponsable, el gobernante decidió despedir su mandato haciendo galas de sus «aportes» a las guerras y a la desestabilización internacional.
Solo en las acciones militares en Gaza durante este último año, la administración de Estados Unidos ha gastado la cifra récord de 17 900 millones de dólares para sustentar militarmente la ofensiva, refleja un despacho de Sputnik.
En este contexto de guerra que Israel ha extendido al Líbano, Siria e Irán, el presidente del Consejo Estratégico de Relaciones Exteriores de Teherán, Seyyed Kamal Kharazi, ha advertido, en su reunión con Mohammad al-Hassan, representante especial del secretario general de la onu, que «el gran plan para reducir el poder de los países de la región ante las agresiones del régimen sionista, incluida la destrucción de Siria, como un país que apoya la Resistencia, siempre ha estado en la agenda de Estados Unidos y del régimen sionista».
Se refirió a que Washington e Israel, aprovechando el vacío de poder en Siria, arremeten contra su soberanía e integridad territorial, mediante intensos bombardeos israelíes contra infraestructuras militares y civiles. Y alertó que, debido a la inseguridad en Siria, las acciones se propaguen a Irak.
Respecto al Líbano, se conoció ayer que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) destruyeron un túnel en el sur de ese país, que servía como centro de mando de Hezbolá.
Es decir, las fuerzas militares israelíes continúan la guerra, al margen de «altos al fuego» más mediáticos que reales. En Gaza siguen muriendo palestinos. Contra el Líbano continúan los bombardeos, incluso a la capital, Beirut. En Siria, las fuerzas de Netanyahu se han propuesto eliminar todas las instalaciones militares, además de apoderarse de las Alturas del Golán y extender su presencia al interior de esa nación árabe.
¿Dónde están y qué hacen las fuerzas militares sirias? No se sabe, o al menos de ello no se escribe nada. Pasa otro tanto con el rumbo de las diversas estructuras gubernamentales y otros componentes de esa sociedad.
Mientras, Israel arremete impunemente, confiado en que Estados Unidos le cubre la espalda, en que su propio Presidente se ha declarado devoto del sionismo, que es como ser uno más de los suyos, compañero en la masacre y el genocidio.