Unión Europea, hacia la decadencia y la autodestrucción

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Kike Parra (Unidad y Lucha).— Albert Einstein dijo que “si la civilización de Europa se hundiese, como se hundió en Grecia, la desolación intelectual que resultaría de ello sería tan profunda como lo fue entonces”. Podría parecer presuntuoso enmendar al genio, pero esta vez, la desolación intelectual europea no resultará una consecuencia, sino un elemento inseparable dialécticamente del propio proceso de hundimiento civilizatorio.

Fracasado definitivamente el proyecto autónomo imperialista europeo, el viejo subcontinente pasó a desempeñar un papel subsidiario y lacayuno de los intereses estadounidenses. Bajo una abducción cultural que va dando bandazos entre lo “woke” y la regresión más reaccionaria y retrograda, militarmente ocupados (más de 100.000 militares yanquis desplegados, 35.800 solo en Alemania con 275 bases militares) y económicamente colonizados (alta intervención de Capital estadounidense en la economía europea), Europa ha seguido los dictados belicistas de la OTAN, adentrándose en una economía de guerra que empobrece a los trabajadores y trabajadoras europeas.

A través de la asunción de esa política de guerra, de enfilar el camino sin retorno que supuso la voladura del Nord Stream y las sanciones antirusas; la industria  europea ha dejado de ser definitivamente competitiva bajo la concepción del valor capitalista. La dependencia total frente a Estados Unidos, constituye ahora por tanto, un nuevo nivel de subsidiariedad y la única vía de subsistencia. Una economía siempre dependiente de las energías externas, de la extracción de materias primas de fuera del propio territorio, hasta ahora, obtenidas gracias a un comercio internacional ventajoso y una política de rapiña neocolonial e imperialista que mantenía estos insumos lo suficientemente baratos como para ser competitivos.

La crisis general del capitalismo internacional, cuyas costuras se hacen evidentes ante la acelerada decadencia del hegemón norteamericano, la aparición del multipolarismo desdolarizador, exigiendo su espacio en la escena internacional, modificó la “pax americana” y nos adentró paradójicamente en una mayor confrontación contra los pueblos. Fruto de esta nueva realidad, Europa se ha autoconvertido en una de sus principales víctimas.

Según la Comisión Europea, en “Competitividad a largo plazo de la UE: más allá de 2030” (COM/2023/168 final), el modelo de crecimiento económico europeo se asienta sobre cuatro pilares: competitividad sostenible, seguridad económica, autonomía estratégica abierta y competencia justa. Ninguno de estos principios se va a desarrollar en la actual Unión Europea en decadencia.

El crecimiento económico desde el comienzo de la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania es prácticamente nulo. Alemania encabeza una recesión que amenaza con cerrar en negativo 2024 y que está desestructurando la industria del principal motor económico de la Unión, lo que ya está provocando una oleada imparable de despidos. Volkswagen cerrará al menos tres plantas en Alemania, realizará 15.000 despidos y bajar los salarios un 10%, Telekom despedirá a 15.000 empleados, Siemens a 7.000, Opel a 4.000 y Schaeffler ha anunciado planes para despedir a 4.700.  En Francia se hacen eco de las medidas y prevé la supresión de 2.389 empleos con el cierre de diez tiendas, Michelin quiere despedir a 1.250 trabajadores y cerrar dos plantas. Que nadie dude que en esta coyuntura, al resto le tocará más pronto que tarde.

Para agravar el problema, Trump se ha hecho con una victoria histórica que convertirá a EEUU en una especie de Capitán Araña, dejando a Europa sola, compuesta y sin novio y arrojándola a los pies de los caballos de la confrontación contra Rusia. El modelo de nacionalismo económico de los republicanos, amenaza con establecer un amplio sistema arancelario que  golpearía a industrias importantes como la automovilística, la farmacéutica y la de maquinaria y rompería los principales acuerdos estratégicos, ejerciendo una presión añadida a la deuda pública europea, los presupuestos nacionales y los déficits fiscales, obligándole a aumentar los gastos militares por encima del ya asfixiante 2% del PIB.

Frente a la nueva realidad compleja, la Unión Europea busca una salida desesperada que le llevará, primero, a consolidar esta política de guerra “in crescendo”, bajo la ilusión de que una victoria militar le permitirá acceder a los recursos que su posición geográfica y la historia le negaron. A nivel bélico, van cayendo la totalidad de líneas rojas que sirvieron de autoprotección frente a la confrontación directa con Rusia.

La apropiación de los activos Banco Central ruso congelados (realmente apropiados) es en este sentido un punto de inflexión. Se trata de 270.000 millones de euros. De la idea de “hacer pagar a Rusia” la factura con los intereses generados por esa cantidad, a barajar directamente el principal. En esa desesperación, por si fuera poco, la Comisión Europea retirará 400.000 millones de euros de los Fondos de Cohesión, aquellos destinados al desarrollo de regiones en dificultades, para dedicarlos al fortalecimiento del complejo militar-industrial de los países miembros y a la asistencia militar a Ucrania. Esto supone la ruptura de uno de los elementos políticos fundamentales para reducir las diferencias estructurales y fomentar el desarrollo equilibrado de la Unión.

En segundo lugar, la UE pondrá en marcha el Informe Draghi. Aquel plan consistente en la emisión de deuda común europea por valor de 800.000 millones de euros al año para inyectar a los monopolios y revertirlos en competitivos frente a China y EEUU. Se acrecienta la desposesión hacia nuestra clase. En este sentido, va a seguir la senda marcada por Londres para su economía, que en noviembre de este año, modificó sus reglas fiscales, escondiendo parte de su deuda y liberando unos 50.000 millones de libras anuales. En ambos casos, la subida de tributos al Trabajo, las privatizaciones y los recortes de gasto público-social forma parte del programa.

Frente a esta Europa, frustrada en su proyecto imperialista, y liberada de la capacidad de engaño, habrá quienes crean que “la farsa de las conveniencias sociales europeas ya no se puede tolerar. Mejor la sangre que la decepción eterna; la guerra es tanto una expiación como un sacrificio voluntario al que Europa se somete con el fin de «quedar en paz» consigo misma1, (Franz Marc ), pero nosotros y nosotras, quienes abrazamos la causa de la emancipación, de la transformación social y nunca creímos en la farsa de la Europa social, que entendimos que la UE nació, se desarrolló y morirá como un proyecto del imperialismo europeo, nos deberemos acoger a la consigna de Lenin: “Transformar la crisis capitalista y la guerra imperialista en revolución socialista”.

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1 Franz Moritz Wilhelm Marc (Múnich, 8 de febrero de 1880-Braquis, 4 de marzo de 1916), fue un pintor representante del expresionismo alemán del siglo XX que  murió  luchando en la Batalla de Verdún, tras alistarse para luchar en la Primera Guerra Mundial.

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