La historia no murió, por más vehemencia que proclamaron los apologistas del sistema. La lucha de clases seguirá determinando el devenir de la humanidad.
Solo bajo esta premisa podremos entender la complejidad de la realidad, aunque hay quienes solo la entienden desde posiciones basadas exclusivamente en la geopolítica. La dialéctica nos impide separar una cuestión de la otra ya que se interrelacionan en un mundo que se nos quedó geográficamente pequeño y cuyos engranajes se determinan unos a otros.
El capitalismo esquiva la contradicción capital-trabajo mediante el sometimiento de las capas populares, el expolio a los pueblos, la aniquilación de la naturaleza y la sobrexplotación de la clase trabajadora. En este sentido es cierto que tanto Trump como Biden o ahora Kamala representan lo mismo. La dictadura del capital continuará férrea por el camino emprendido desde que se consolidó este sistema como hegemónico. Por ello, la consigna de que el nuevo presidente de EEUU recortará los derechos civiles, acabará con los “valores democráticos”, etc. no es más que la expresión interesada de una facción capitalista que con estas elecciones americanas ha sufrido una derrota importante. En este sentido, no habrá cambio sustancial.
Efectivamente, la caída tendencial de la tasa de ganancia, que amenaza con derrumbar el capitalismo agónico que vivimos, ha tenido la virtud de recrudecer una guerra fratricida entre intereses oligárquicos que el sistema no puede conjurar. El sector globalista, basado en las nuevas tecnologías, frente a los nacionalismos económicos, extractivistas, que intentan salvaguardar determinados intereses de sectores productivos, tremendamente castigados en las últimas décadas.
Esto se verá reflejado en cambios políticos internos e internacionales que afectarán a la defensa y protección de un dólar que no ha cesado de recibir reveses, de modificaciones en la concepción del mercado internacional, arancelario, desglobalizando el comercio, tal y como se concibió en un pasado reciente, mediante el control de la reserva federal y por consiguiente de los bancos centrales y de la política monetaria y las entidades financieras, de la política bélica, del papel de la OTAN y sus socios, cuyos esfuerzos y reparto de responsabilidad y muertos pueden cambiar de escenario.
Todo ello, afectará de forma distinta a la clase trabajadora del mundo, agravando regionalmente la situación de unos y aliviando temporalmente la de otros, pero clarificando que solo mediante la lucha internacionalista y solidaria de los pueblos y su clase trabajadora está la salvación, no ya de la propia clase, sino de la humanidad.