Ronald Reagan fue presidente de EE.UU desde 1981 hasta 1989. Su furibundo anticomunsimo urdido desde una mediocridad intelectual alarmante, vino a demostrar que el poder (en este caso en EE.UU) lo que necesita en la Casa Blanca son marionetas que cuiden y desarrollen su cuentas en todo tipo de negocios. Los autores Green y McColl recogieron en un magnífico documento errores de Ronald Reagan en sus intervenciones públicas, en visitas a países que confundía, en decir cosas que no tenía idea y se contradecía, en resumen, un auténtico patán, tal como querían sus hacedores. Cuarenta años después, los actores han ido apareciendo hasta el actual; un personaje de características similares al tal Reagan.
Es como si se tratara de un bucle, una moneda llamada capitalismo con dos caras, y a la que no se le combate, se espera a que sus propias contradicciones la hagan inviable. Mientras, se observa algunos cambios, casi podríamos decir que a peor. Esto es, de un modo tradicional el Partido Demócrata y El Partido Republicano se repartían en los apoyos multinacionales y del poder económico (industrial y financiero). La falsa democracia que, de un modo publicitariamente exitoso han hecho parecer que no lo es, se asegura siempre la regencia del imperio. Pero resulta que ahora los apoyos decisivos, importantes (desde el punto de vista financiero y de control social) de Trump viene de la industria tecnológica start up, de internet y sus dopadas redes, y su nunca mejor dicho, satélites. Y esta es una novedad más que importante. Los Musk, Zuckenberg y demás emperadores se han unido a la causa Trump, que es lo mismo que decir a la causa del capitalismo imperialista y dominador del planeta (y el espacio). La impunidad del sionismo en estos últimos 15 meses (obviando reclamos, manifiestos, resoluciones de la ONU, manifestaciones masivas…) para practicar el genocidio, abre la puerta de un escenario donde la clase dominante seguirá -con más saña- arrasando. Organizar la resistencia en este momento es casi tan importante como el célebre y mil veces acertado: «Socialismo o barbarie». Nos va en ello la continuidad.