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Andreu García Ribera.— El 16 de febrero de 2021 el poeta y cantante comunista Pablo Hasél fue detenido y encarcelado para cumplir seis años y dos meses de condena por los delitos de enaltecimiento del terrorismo e injurias a la Corona y las instituciones del Estado, a estas condenas se añadieron dos montajes policiales para engrosar la duración del encarcelamiento y también para diluir el contenido político de su reclusión. Numerosas manifestaciones de protesta recorrieron las calles del Estado español, sobre todo en Catalunya.
Aún hay procesos abiertos a participantes en estas protestas que el gobierno trató de desactivar con la aplicación de dos métodos, por un lado la represión impulsada por la policía, el Código Penal y la ley Mordaza y por otro sugiriendo la tramitación de un indulto y la derogación del delito de injurias a la Corona. Nada de lo segundo sucedió ni siquiera se esbozó un intento de llevarlo a cabo.
Por supuesto ninguno de los encausados por las manifestaciones de apoyo a Pablo Hasél ha sido favorecido por el bluf de la ley de amnistía, en 193 casos se ha decretado la amnistía, de los que en 96 han sido beneficiarios policías y guardia civiles, 84 han sido manifestantes y activistas y 13 políticos y cargos públicos. En 51 casos ha sido denegada su aplicación, ninguno de ellos policía. Todos los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado investigados han sido amnistiados, repitiéndose la jugada de la amnistía de octubre de 1977 en virtud de la cual los fascistas se autoamnistiaron poniendo punto final a la investigación de 40 años de violación de los derechos humanos, colocando en una misma balanza a quienes asesinaron, torturaron y encarcelaron para mantener una dictadura fascista y a quienes lucharon contra ella.
Ahora desde el gobierno se vuelve a promover el globo sonda de una reforma del Código Penal que afecte al delito de escarnio a los sentimientos religiosos, forma solapada bajo la cual se ha mantenido el delito de blasfemia, y de injurias a la Corona. El PSOE ha abordado el primero explícitamente y el segundo ha sido Sumar quien lo ha insinuado más que plantearlo formalmente.
El caso de Pablo Hasél ha supuesto un torpedo a la línea de flotación de la credibilidad del derecho a la libertad de expresión y a la creación artística en el Estado español.
Lluís Llach el 31 de diciembre publicó una opinión descarnada y autocrítica sobre las vicisitudes de sus juicios, detención y encarcelamiento, “hoy se acaba el año y Pablo Hasél sigue en la prisión. Vergüenza para quienes lo han condenado y vergüenza para nosotros que no lo hemos sabido defender”.
Es claro que el nivel de oprobio no es igual para todos, pero sí hay que destacar que en esta sociedad se suceden los mensajes a ritmo vertiginoso y las noticias de hoy difuminan las de ayer y a más acumulación de transmisión de informaciones más desmemoria y más superficialidad, factores que dificultan el mantenimiento de una movilización sostenida.
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CUATRO AÑOS EROSIONANDO MUROS
Pese a ello la reivindicación de libertad para Pablo Hasél no se ha desvanecido y en estos cuatro años se ha mantenido un enconado pulso antirrepresivo contra el silencio de su encarcelamiento. Pablo ha desarrollado un intenso trabajo desde el interior de la prisión mediante cartas, denuncias, entrevistas, artículos y la publicación de dos libros de poemas.
En el exterior podemos reseñar entre otras muchas la “marxa de torxes” celebrada en Lleida el pasado 20 de diciembre. Marcha unitaria en la que participaron numerosos colectivos, la Plataforma Antirrepresiva de Ponent, el Comité de Solidaridad con Palestina de Lleida, la PAH, la CNT, las represaliadas por participar en la huelga feminista del 8-M de 2023 acusadas de un delito de odio por impedir que Vox difundiera su discurso fascista por las calles de la ciudad y diversos colectivos más que tras una intensa campaña de pintadas y carteles convocando a la manifestación, marcharon coreando consignas contra la represión del Estado, por las libertades democráticas plenas y por la amnistía total de todos los presos políticos y represaliados antifascistas.
La situación de Pablo estos cuatro años en el foco infecto de la cárcel de Ponent ha sido complicada y ojo que el carácter pútrido de esta prisión no lo decimos sólo nosotros, los propios funcionarios del Centro han denunciado las deplorables condiciones sanitarias e higiénicas de la prisión aunque sea una denuncia hecha exclusivamente “pro domo sua”, pone de relieve la situación general de la cárcel.
La bacteria helicobacter pylori es endémica en este centro penitenciario, aquí la contrajo Pablo a través de alimentos o agua contaminados. También está siendo tratado de la enfermedad de Crohn, una dolencia inflamatoria crónica que tardaron más de un año en diagnosticársela desde los primeros síntomas agudos. Esta patología puede permanecer aletargada y desencadenarse por la acción de factores externos y no cabe duda que la bacteria helicobacter está en la etiología de su activación.
El tratamiento de esta enfermedad requiere una cuidadosa alimentación que la cárcel de ninguna manera puede garantizar. Pablo tiene desarrolladas diez úlceras en el tracto gastrointestinal y en el momento de escribir estas líneas está pendiente desde hace algún tiempo para que le realicen una endoscopia y una colonoscopia para seguir la evolución de sus dolencias.
Ya en este periódico el preso político Juan García Martín escribió hace dos números un artículo sobre el desastroso estado de la sanidad penitenciaria, cuya desatención, falta de medios y desidia alcanzan cotas inimaginables que afectan al conjunto de la población reclusa.
Pablo ha extinguido más de dos terceras partes de su condena, ha desarrollado actividades culturales y ocupacionales, observando buena conducta, podría con la ley en la mano obtener la libertad condicional, pero no se la darán nunca porque a los presos políticos y Pablo es un preso político, se les aplica una ley penitenciaria no escrita, siendo los únicos que cumplen íntegramente las condenas. Da lo mismo que estudien, asistan a talleres, tengan un buen comportamiento, hayan cumplido una parte sustancial de la condena, se les exige el plus del arrepentimiento, la renuncia a su ideología, la asunción de que el Estado es omnipotente y no cabe la rebeldía.
Cuál sería el grado de arrepentimiento que debería mostrar Pablo respecto del rap los “Borbones son unos ladrones”, quizás hacer un curso de reinserción al final del cual compusiera un tema dando vivas a dios, a la patria y al rey todo ello bajo los acordes del himno de la legión, abandonando el rap por el cuplé.
A buen seguro que ese final esperpéntico no se dará y Pablo saldrá de prisión tal como entró con la cabeza erguida sin abdicar de su compromiso de militante antifascista y comunista. Como decía Pablo en su poemario “Erosionant Murs”, escrito durante los años de encierro en los que no ha cejado de realizar una actividad de creación y agitación, “no ser libres hace mucho mal, pero todavía sería más doloroso renunciar a la dignidad y a la alegría que da ver como nos acercamos a la libertad erosionando muros”.