La debilidad de la demanda exterior y el impacto de los conflictos volvieron a ralentizar el crecimiento en los países cubiertos por el BERD, consideró el ente crediticio en un informe semestral publicado este jueves.
Por tercera ocasión consecutiva el organismo recortó sus predicciones para 2025, mientras las guerras arancelarias, el debilitamiento de la competitividad europea y el desvanecimiento del «dividendo de la paz» ensombrecen las perspectivas futuras, alertó.
Aunque la actual incertidumbre arancelaria puede provocar un «efecto perjudicial significativo», la ralentización del crecimiento en Alemania tendría un impacto directo aún mayor sobre las economías del BERD, observó la economista jefa de la institución, Beata Javorcik.
La experta también estimó que empresas de la Unión Europea (UE) van por detrás de las de China y Estados Unidos en recursos destinados a investigación y desarrollo (I+D), y la brecha podría aumentar a medida que los países inviertan más dinero en defensa a expensas de otros sectores.
Estamos viendo una «erosión del dividendo de la paz» que, en un entorno de tipos de interés más altos, va a «desplazar el gasto social, a desplazar el gasto que conduce a la inversión en crecimiento a largo plazo», juzgó.
Los gastos en defensa en las regiones del BERD casi se duplicaron en la última década, al pasar de 1,8 por ciento del producto interno bruto (PIB) en 2014 a cerca del 3,5 en 2023, con grandes aumentos en Ucrania, Polonia y Estonia, pero también en Líbano, Armenia y Kirguistán.
Además, dichas erogaciones no necesariamente impulsarían el crecimiento del PIB en cada lugar, eso depende de si benefician a la industria nacional o favorecen las importaciones, acotó.
Si la UE se embarcara en un enfoque de la defensa, con grandes inversiones en I+D, al menos los efectos indirectos para uso civil podrían impulsar la competitividad y la innovación del bloque, alegó.
«Eso, abundó, podría aliviar algunos de los retos relacionados con el retraso de Europa en nuestra innovación con respecto a EEUU.»
Con sede en Londres, el BERD surgió en 1991 para facilitar la transición de territorios de Europa central y oriental a la economía de mercado, tras el final de la Guerra Fría.
Su ámbito geográfico fue ampliado posteriormente a países de la antigua Unión Soviética y, después, al Mediterráneo meridional y oriental.