La gran víctima de la carrera armamentista es el propio pueblo europeo

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El resurgimiento militar de las potencias europeas no ocurrirá de la noche a la mañana.

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Eduardo Vasco.— A principios de marzo, los líderes de la Unión Europea aprobaron un plan de rearme valorado en más de 800 mil millones de euros. Inmediatamente después del anuncio, las bolsas europeas alcanzaron máximos históricos, impulsadas por la fuerte valorización de las acciones de las empresas de defensa. Solo con eso, ya se ve quién está empujando a los gobiernos hacia la guerra.

El gasto en defensa se ha disparado en Europa en los últimos diez años. En 2024, alcanzó un récord de 326 mil millones de euros, un tercio más que lo registrado en 2021, antes de la intervención rusa en Ucrania. Esta, por cierto, es la principal excusa de los líderes europeos para llenar los bolsillos de los fabricantes de armamento.

Donald Tusk, cuyo país es el que más gasta en militarización, duplicará el tamaño del ejército polaco y ahora incluso quiere armas nucleares. “No basta con comprar armas convencionales, las más tradicionales. El campo de batalla está cambiando ante nuestros ojos mes a mes”, declaró, reconociendo —aunque sin querer— que todos los discursos sobre que los ucranianos están ganando la guerra no son más que pura falsificación.

A quien le gustó el posicionamiento de Tusk fue a Emmanuel Macron. Ante la posibilidad de que Estados Unidos retire su escudo nuclear de Europa, con el acercamiento de Donald Trump a Vladimir Putin, el presidente francés ofreció un paraguas nuclear para el continente. “Nuestro país y nuestro continente deben seguir defendiéndose, equipándose, preparándose, evitando la guerra”, declaró.

Claro, cuando rusos, chinos e iraníes se arman, el objetivo siempre es atacar al pobre Occidente. Pero cuando es Occidente el que se arma, siempre es para defenderse de esas amenazas. Aunque quienes están rodeados de bases militares y misiles nucleares son los rusos, chinos e iraníes, no los europeos.

Macron tiene un buen motivo para pretender liderar la carrera armamentista europea. Banquero vinculado a los Rothschild, no tiene comparación con ningún líder contemporáneo en política económica neoliberal. Implementa las medidas más beneficiosas para los grandes capitalistas, recortando impuestos a los multimillonarios y destruyendo la seguridad social. No solo atiende los intereses del gran capital francés, sino mundial.

El presidente francés es la personificación del modelo neoliberal del capitalismo moderno. Por eso mismo sufre un fuerte y creciente rechazo de su pueblo. El chivo expiatorio ruso le viene como anillo al dedo para imponer una política de recorte en el gasto social y desviar dinero público hacia los bancos, para pagar las deudas de los préstamos destinados al rearme. No solo de Francia, sino de toda Europa.

La tasa inflacionaria europea ya empieza a subir nuevamente. En un año, Bélgica experimentó un incremento del 3,9%, Países Bajos del 2,9%, Dinamarca del 1,4%, Portugal del 1,2% e Italia del 0,9%. Finlandia, Letonia, Lituania y Chipre también registraron un aumento de la inflación en comparación con 2023. La inflación en Turquía, también miembro de la OTAN, ronda el 44%.

Aunque no ha alcanzado los niveles récord de 2022, el precio del gas subió un 45% en 2024 y las reservas europeas se están agotando. Además de encarecer el gas, el bloqueo a las exportaciones rusas obligó a Europa a comprar gas a Estados Unidos, naturalmente más caro.

Sumado a la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania, el genocidio en Gaza también contribuye al deterioro de las condiciones de vida en Europa. Como respuesta a la masacre israelí, los hutíes bloquearon el Mar Rojo y asestaron un golpe a la industria automotriz, de construcción, equipos, electrónica y semiconductores europea. También provocaron una caída del 1,6% en las exportaciones europeas y un aumento en el precio del petróleo importado de Oriente Medio.

Esto ha resultado en una ola de despidos masivos en BMW, Audi y Siemens, algunas de las principales empresas de Alemania. El otrora coloso industrial es uno de los más afectados por la crisis actual y ya lleva tres años en recesión. Para intentar superarla, el nuevo gobierno alemán —una continuidad de la administración de Olaf Scholz, incluso con el SPD en la coalición— anunció una inversión de medio billón de euros en infraestructura y defensa, cinco veces más que la medida introducida por Scholz hace tres años, ya considerada extremadamente costosa.

Así, Alemania —la misma que obligó a los países del sur de Europa a hacer pasar hambre a sus pueblos tras la crisis de 2008— ahora aumentará su deuda al contraer préstamos para financiar su militarización. Por supuesto, también recortará la inversión pública en servicios sociales, algo que ya se viene haciendo en gran medida. Este es uno de los ingredientes del descontento popular contra el régimen alemán, lo que ha llevado a un crecimiento histórico de la extrema derecha (y a un tímido avance de la izquierda menos apegada al establishment).

Sin embargo, este resurgimiento militar de las potencias europeas no ocurrirá de la noche a la mañana. De ahí la importancia de mantener a Ucrania como carne de cañón contra los rusos e impedir cualquier acuerdo de paz, como indicó el jefe de inteligencia alemán. Los europeos necesitan ganar tiempo para rearmarse, y por eso alientan a Kiev a luchar hasta el último ucraniano.

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