Crecer en las cloacas del «jardín» europeo

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El debut de Nykiya Adams como Bailey, y la defensa del padre por el irlandés Barry Keoghan suman enteros a esta otra apuesta de la Arnold por darle voz a los preteridos del sistema, a esa «costra» que desprecian e ignoran las élites del «jardín» europeo

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El debut actoral de Nykiya Adams en Bird es todo músculo. Foto: Nacional de Bellas Artes, Museo

Julio Martínez Molina (Granma).— La maestría en la observación, uno de los pilares del edificio estructural de la obra de Andrea Arnold, le posibilita a la realizadora británica llegar –con proximidad escalofriante– a zonas de representación o universos temáticos en los que siempre parecería haber habitado su lente, dada la naturalidad con la cual los enfoca.

Eso ocurre tanto en su cine de ficción (Fish Tank, American Honey, Bird) como en el documental (su imprescindible Vaca, paradigma, en tal sentido, dentro de la franja más próxima del género).

Bird (2024), estrenado en salas cubanas y el más reciente título de la directora, sigue los pasos –literalmente, porque la cámara camina junto a ella y lo predominante siempre es su punto de vista– de Bailey, una niña afrobritánica de 12 años. Ella integra ese segmento social de la Inglaterra desfavorecida y desahuciada, blanco de la más cerval pobreza, del más crudo abandono.

Estas imágenes de desolación recuerdan a los hermanos Dardenne y, en específico, a su filme Rosetta, Palma de Oro en Cannes 1999.

Como antes lo hizo en EE. UU. mediante la fallida American Honey, ahora la Arnold otea el horizonte actual de entornos olvidados por las políticas gubernamentales del Reino Unido, llenos de familias desestructuradas. Hogares aplastados por el peso de la falta de recursos, la miseria, la droga y la ausencia de educación.

Aunque intenta unirse a la peculiar pandilla de su hermanastro y su infantil padre ocasionalmente la pasea en su patineta eléctrica, el personaje central se siente en soledad. Bailey necesita sin remisión de un ser redentor que, al tiempo que le propicie compañía, le haga sobrellevar los conflictos de la familia de su madre, sus hermanos pequeños, y el violento novio de la progenitora.

Así, entra en pantalla el personaje de Bird, compuesto por Franz Rogowski (intérprete de aura enigmática, una suerte de Joaquin Phoenix a la alemana, preferido por cierto cine no comercial europeo). Si bien este, en un inicio, parece engarzarse bien al realismo social del filme –a lo Ken Loach–, la Directora instaura las bases para su forzado desplazamiento genérico al fantástico.

Comprendiendo todo cuanto significa el personaje en la dimensión sicológica de Bailey, su transformación –literal– en ave vengadora del abusador novio de la madre de la protagonista es ridícula e incoherente. Tan altisonante como el disruptivo baile en la escuela de la recién vista La tutoría (Halfdan Ullman Tondel, 2024).

El debut de Nykiya Adams como Bailey, y la defensa del padre por el irlandés Barry Keoghan (otro actor tan fuera de la norma como Rogowski; lo cual se puede corroborar en la también nueva Acaba con ellos) suman enteros a esta otra apuesta de la Arnold por darle voz a los preteridos del sistema, a esa «costra» que desprecian e ignoran las élites del «jardín» europeo.

Fiel a las constantes argumentales de su cine, en Bird, lo mismo que en Fish Tank, la Directora ausculta un sistema enfermo y muy desigual, desde las coordenadas de relatos de crecimiento en los cuales tensa la premisa de la indefensión adolescente.

Su película es conmovedora y honesta en su naturaleza escrutadora, a pesar del Rogowski convertido en ave del castigo.

Fuente: granma.cu

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