El 2 de abril, la nueva administración norteamericana capitaneada por Donald Trump presentó su estrategia comercial anunciada como el «Día de la Liberación». A través de unas imposiciones arancelarias sin precedentes, Washington ha dado un giro a las relaciones económicas a nivel mundial buscando imponer su hegemonía total y abriendo una batalla comercial que, como siempre, es la antesala de la guerra imperialista.
Estamos asistiendo a un cambio mucho más profundo de lo que los analistas apologéticos del sistema llegan a entender y de consecuencias mucho más profundas para la clase obrera, la lucha de clases y la correlación de fuerzas de la que ahora mismo se prevé desde la mayoría de los sujetos políticos.
Con este paso se inaugura un nuevo proceso caracterizado por el fin de los consensos políticos, la fractura de las democracias formales y la consolidación de los neofascismos como instrumento de dominación en la reconfiguración de la lucha de clases internacional.
El cambio de paradigma y por tanto de categorías que la nueva administración Trump ha dado, es un paso definitivo en su estrategia de destrucción acelerada de la superestructura institucional internacional que, construida tras la II Guerra Mundial, le ha sido funcional al imperialismo hasta este momento de profunda crisis general del capitalismo en el que se ve forzado a tomar medidas extraordinarias que le garanticen su hegemonía.
El orden económico internacional impuesto desde Bretton Woods, por el que se sometía a los pueblos del mundo al mandato de organismos internacionales y a la dictadura del Dólar impulsando la fase conocida como globalización económica y comercial, ya no le es útil al amo yanqui para seguir manteniendo una posición de mando como la que le garantizaban el FMI, el BM y la OMC. La nueva realidad multilateral que, cuestionado el monopolio comercial y financiero del Dólar, evidencia los pies de barro de una economía sobre endeudada1 y con una muy limitada capacidad productiva frente a sus nuevos competidores, fundamentalmente la R.P. China, es lo que pretende destruir la Administración norteamericana con todas estas medidas.
No hay duda, que el golpe de timón que, junto al sionismo, ha dado la facción más nacionalista del capitalismo yanqui, supone el fin de la globalización, abriendo una nueva etapa en el proceso histórico del capitalismo internacional.
Los EE.UU, anclados con la fuerza de la OTAN y su ejército en el vértice de la cadena imperialista, no solo se disponen al sometimiento absoluto de todos los anteriores aliados saqueando sus economías y soberanía (Groenlandia y Canadá son el ejemplo más claro), sino que evidencia su propósito de cercar y dominar, mediante bloqueos, sanciones y violencia militar, a todos los estados que, desde la dignidad de la defensa de su soberanía e independencia, se enfrenten a sus propósitos imperiales.
En definitiva, debe quedar claro que en un intento de reindustrializar EEUU y proteger al sector productivo norteamericano, incluyendo el armamentístico, el imperialismo norteamericano, en concreto la facción trumpista, ha hecho añicos las relaciones comerciales internacionales y ha abandonado las estructuras que fue creando para someter a los pueblos del mundo. Así, Europa y el proyecto imperialista, instrumental y subsidiario de la Unión Europea ha sido abandonado quedando a la deriva, demostrando su absoluta subsidiariedad y dependencia de las órdenes del amo de la OTAN y los fondos de inversión que dominan la economía capitalista mundial (Black Rock, Vanguard…).
Esta realidad, ya puesta de manifiesto con la retirada temporal del apoyo a Ucrania, estremeció la estrategia de los monopolios europeos sometidos y alineados con el imperialismo globalista, optando por el rearme como nueva seña de identidad que solo evidencia el patético belicismo con el que pretenden sostener su economía y disciplinar a una población condenada a la pobreza mediante una creciente desvalorización de la fuerza de trabajo y una sucesión acelerada de recortes en servicios públicos, incluidas las pensiones públicas.
Los aranceles impuestos por EEUU implican un aumento de los costos de producción y ruptura en la cadena de suministros que profundizará la crisis económica mundial generando despidos masivos, reducción salarial y subida de precios para el consumo, afectando el poder adquisitivo de la clase trabajadora que sufrirá un mayor nivel de empobrecimiento.
Este es el escenario de una economía sometida a las reglas de un amo que lo quiere todo para él.
La desvaloralización de la fuerza de trabajo y el aumento de las tasas de explotación son las medias paliativas que Bruselas y los distintos gobiernos nacionales, incluyendo el de España, ya preparan para intentar minimizar el daño al proceso de acumulación capitalista.
Los 14.000 millones de euros anunciados por el Gobierno de coalición PSOE/Sumar para aliviar a los sectores empresariales más afectados van en esa línea. Una vez más se saquean las arcas públicas y se socializan las pérdidas empresariales, con la aquiescencia y la complicidad activa de las organizaciones sindicales integradas en la dinámica del pacto social.
Esta situación solo es reversible con la organización y lucha de la clase obrera, la reorganización del sindicalismo de clase y el apoyo al Partido Comunista. Es más necesario que nunca la coordinación del movimiento comunista europeo e internacional, para enfrentar la barbarie a la que hoy asistimos y que solo es el preludio de lo que está dispuesto a hacer el imperialismo para sostener su dominación de clase.
Frente a la dictadura del capital, lucha obrera y popular.
Llegó la barbarie, luchemos por el Socialismo.
Ni guerra entre pueblos, ni paz entre clases
Comité ejecutivo del PCPE
1 A diciembre de 2023, la deuda pública federal de EEUU era de 33,1 billones de dólares, un 121 % del PIB