
Jorge Ernesto Angulo Leiva (Granma).— Como si lo arroparan sus versos, Roque Dalton grabó esta inscripción en su destino: «Herido gravemente de vida», tras escapar en dos ocasiones de la muerte. La pared está llena de fechas que cargo zozobrante, / piezas de la fatiga final, desnuda, así presentía la inminencia de su despedida en las cárceles.
El 26 de octubre de 1960 seguramente lo asaltó, por primera vez, la inquietud ante el fluir de los segundos como barcos que zarpaban a su último viaje. Al militante comunista y fundador del Círculo Literario Universitario de la Generación Comprometida lo esperaba la condena por la rebeldía contra los terratenientes de su Salvador.
Entonces intercedió, cual milagro, el derrocamiento de la dictadura encabezada por el coronel José María Lemus, a un día de la ejecución nunca cumplida. Luego, a mediados de esa década, y en una encrucijada similar, lo ayudó un terremoto capaz de abrir una brecha en la pared de su celda.
Desde su exilio, iniciado en México y Cuba, «el flaco» confeccionó uno de sus mejores volúmenes, El turno del ofendido (1962), e incluyó en sus dedicatorias al director general de la Policía Nacional, responsable de su detención: Habéis despreciado mi amor/ (…) sin querer entender los laberintos/ de mi ternura/ Ahora es la hora de mi turno/ el turno del ofendido por años silencioso/ a pesar de los gritos.
Con energía irreverente contestaba a sus enemigos, pero jamás contaminó el cariño reservado a los suyos. Los fusiles y las palabras del guerrillero-poeta apuntaban a convertir el amor entre personas unidas por el combate en el más común y corriente/ casi el único.
Dotado de un humor tan dulce como amargo, según el caso, Roque proclamó la belleza del comunismo y lo imaginaba «una aspirina del tamaño del sol», pues el dolor de cabeza de los seguidores de esa utopía no cede ante las tabletas analgésicas/ sino solo ante la realización del Paraíso en la tierra.
Pese a sus convicciones, tomó distancia del activismo político en su país y abandonó las filas partidistas en 1967, por desencuentros con sus dirigentes. En esa etapa residió en varias latitudes, sobre todo en Praga, el escenario de su libro más renombrado, Taberna y otros lugares (1969), merecedor del Premio de Poesía Casa de las Américas.
En tales circunstancias demostró la virtud de saber distinguir los errores humanos y los sueños, siempre sagrados. Regresó a su patria en 1973 para integrar el Ejército Revolucionario del Pueblo, bajo el seudónimo de Julio Delfos Marín.
El 10 de mayo de 1975, cuatro días antes de arribar a sus 40 años, lo asesinaron supuestos compañeros; en realidad, traidores del futuro, porque lo privaron de uno de sus guerreros más enamorados y más lúcidos.
Medio siglo después del crimen, un joven llamado Roque Dalton alimenta la esperanza con su Poema de Amor, entonado por muchos como himno de redención.