Edurne Batanero (Unidad y Lucha).— Las redes sociales y sus personajes están copando la referencialidad de la juventud, con personajes que hablan del emprededorismo, dan cursos sobre ello que resultan ser estafas piramidales a unas generaciones que necesitan referentes con conciencia de clase. Hay una gran dificultad para la juventud de sentirse referenciado sin romantizar la precarización, representando las problemáticas que vivimos sin contribuir a la creación de una estética de barrio obrero completamente alejada de estos. Lo vemos en los influencers a sueldo de marcas que inundan nuestras redes, ocultando la difusión de movilizaciones y declaraciones políticas a gusto del algoritmo. Entre toda esta situación seguimos viendo la censura y la persecución política a los artistas que eligen reivindicar las problemáticas actuales, desde la situación de la vivienda a Palestina.
Aparte de la represión por estas muestras de solidaridad de las cuales hablaremos más adelante, durante el mes de mayo hemos conocido la compra de Superstruct Entertainment, grupo que organiza festivales entre ellos algunos de los eventos donde se dan cita grupos que llevan cierta conciencia política al escenario, como Sónar, Viña Rock, Resurrection Fest, Arenal Sound o el FIB de Benicàssim por el fondo KKR, que también invierte en ciberseguridad israelí, y posee la mayor parte del conglomerado que ofrece viviendas en territorios palestinos, ante esto, más de 50 artistas han anunciado que no volverán a estos festivales hasta que no se sumen al boicot a este fondo.
En cuanto a represión, último caso lo encontramos con el concierto de Fermín Muguruza en Extremadura, la portavoz de Vox en el ayuntamiento de Mérida, Marta G. Garrido Moreno lanzó una campaña en sus redes de difamación. En esta ocasión el concierto pudo realizarse y con soldout, pero en otros casos, como el de la concejala Victoria Amparo Gil Movellan (Vox) de cultura del ayuntamiento de Valdemorillo (Madrid) en 2023 se canceló la representación de la obra Orlando, de Virginia Woolf, o anteriormente en Navarra la cancelación de Fosa, obra sobre los desaparecidos en la guerra civil.
El veto cultural, o la represión a la conciencia en la cultura no viene solo de Vox, Raimundo el canastero, grupo de música navarro ha vivido la denuncia de UPN y de la alcaldesa de Estella, Marta Ruiz de Alda por delito de odio ante la canción Beef d’Alda, que protesta por el cambio de ubicación las txosnas durante las fiestas patronales. Finalmente fue La Sala, que ni siquiera entra al fondo de la cuestión y que afirma por un tema de plazos formales está irregularmente formulada la solicitud de transformación del procedimiento, desestima el recurso de apelación de UPN que pretendía elevar la letra de canción a la categoría de delito castigado con pena de prisión, la Audiencia de Navarra lo ha rechazado, por lo que los integrantes del grupo serán juzgados en Estella por delitos leves castigados como máximo con tres meses de multa. Durante el proceso decenas de bandas musicales les han mostrado su apoyo con un comunicado.
En el último verano de 2024 vimos también las declaraciones de Oliver Suárez, presidente de Divertia, empresa de festejos de Gijón, la más grande de Asturias y antiguo edil de Vox, que afirmó su desacuerdo con los artistas que usan el escenario para reivindicaciones políticas, a partir del gesto del cantante, también asturiano Rodrigo Cuevas de sacar la bandera palestina, por mucho que Suárez afirme su desacuerdo sea cual sea la ideología, sabemos que siempre el rechazo a estos gestos cae hacia el mismo lado, Rodrigo Cuevas, ante estas declaraciones dejó claro que es igual de político sacar la bandera palestina y denunciar el genocidio, que no hacerlo. Esta es la cultura que queremos, una donde hay conciencia, donde no se puede vaciar el escenario de la carga política que tiene la muestra de solidaridad, la denuncia o quedarse callado.
La extrema derecha tiene claro que quiere unas redes llenas de publicidad disfrazada de contenido, una juventud aislada y sólo relacionándose en este formato, y unos artistas sin conciencia. La censura cultural es un tipo de represión, que junto con el individualismo de las redes sociales aísla a la juventud actual y las próximas generaciones de la movilización, la solidaridad y la conciencia.
La Juventud Comunista lo tenemos claro, no tenemos que elegir entre cultura o cubrir nuestras necesidades físicas, o que asistir a conciertos suponga dar dinero a un fondo como KKR, este sistema siempre represaliará a quienes llevan la conciencia a su ámbito, de lucha, desde los escenarios o intentará comprarlos.