
Fue el fiscal militar que firmó nueve sentencias de muerte contra seis militantes vascos en el Proceso de Burgos (a algunos se les impusieron dos).
Fallecido el 22 de junio en Madrid, a la edad de 92 años. Señalado en la Querella Argentina por crímenes del franquismo, nunca llegó a presentarse ante la Justicia.
Especialmente recordada es su reacción, sable en mano, cuando acusados y familiares entonaron el ‘Eusko Gudariak’ en Burgos, hace casi 55 años. Todo un símbolo del franquismo y su enfrentamiento directo con la disidencia política.
El juicio se inició el 3 de diciembre de 1970, bajo fuertes medidas de seguridad, en la Capitanía General de Burgos. En el banquillo se sentaban 16 jóvenes vascos, acusados de integrar la dirección de ETA. El tribunal estaba presidido por el teniente coronel Manuel Ordovás, mientras que Antonio Troncoso de Castro, del Cuerpo Jurídico Militar, actuó como vocal ponente y fue quien redactó la sentencia final.
El núcleo del proceso arrancó el 6 de diciembre con las declaraciones de los acusados. Ante la presencia de periodistas, los dieciséis procesados, a quienes se les prohibió expresarse en euskara y que, en algunos momentos, estuvieron amordazados, defendieron firmemente a la clase obrera vasca, al euskara y al movimiento de las ikastolas. Además, denunciaron haber sufrido torturas y proclamaron la opresión capitalista de Euskal Herria. Se declararon marxistas-leninistas y describieron la naturaleza de ETA de forma cuidadosamente preparada.
Al día siguiente, Troncoso de Castro, único miembro del tribunal sin sustituto, abandonó la sala debido a una «lipotimia», lo que obligó a suspender la vista por un día. Según informaron medios internacionales, su salida fue vista como una maniobra para reconsiderar el enfoque del juicio, ya que, tras los testimonios de tortura, era el propio Estado el que parecía estar en el banquillo.
Las intervenciones de los procesados continuaron con un marcado tono político el 8 de diciembre, y el día 9, concluyeron su declaración con un ‘Gora Euskadi Askatuta!’, mientras los acusados y parte del público entonaban el ‘Eusko Gudariak’. El coronel Ordovás ordenó desalojar la sala y Troncoso llegó a desenvainar su sable, apuntando con él hacia los encausados mientras estos renunciaban, a gritos, a su defensa. A partir de entonces, el juicio prosiguió a puerta cerrada.

Troncoso, licenciado en Derecho Penal Militar y abogado colegiado en Madrid, ocupó a lo largo de su carrera los cargos de coronel auditor del Cuerpo Jurídico Militar, fiscal del Tribunal Supremo y vocal del Tribunal Marítimo Central. Especializado en Derecho Militar y en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, su nombre figura en la Querella Argentina por crímenes del franquismo. La Interpol llegó a dictar una orden de búsqueda y captura en su contra, impulsada por Jon Etxabe y Enrique Gesalaga, dos de los procesados en el juicio de Burgos.
Desde agosto de 2009, en un pazo propiedad de Troncoso en A Paradanta, Pontevedra, se instaló el “Cementerio de Héroes”, sesenta cruces de madera recordando “a los que murieron luchando contra Francia”. Se refiere a la época de Napoleón “Mi tío tatarabuelo consiguió en escasas 48 horas, movilizar a entre cuatro y cinco mil personas que hicieron frente a los franceses en la línea del río Deva”, alardeaba. De lo de fiscal criminal en Burgos, ni palabra.