Telva Mieres (Unidad y Lucha).— Dicen los que saben de cuentas que en este segundo mandato Donald Trump ha duplicado su patrimonio, sin embargo a Elon Musk, el que fuera número 2 del hombre más poderoso del mundo, no le ha salido tan rentable su paso por la política, a pesar de haber utilizado su posición para obtener abultados beneficios para sus empresas. Ambos personajes tienen muchas cosas en común; son bimillonarios, narcisistas y están en política pensando en sus negocios. Musk, el de los coches eléctricos, fue generoso y llevó a su amigo en volandas a la Casa Blanca tras invertir millones de dólares en la campaña electoral y Trump correspondió a su colega dándole el Departamento de Eficiencia Gubernamental, sin importarle las críticas, pero aquel embeleso les duró poco.
Trump y Musk tienen objetivos comunes y representan a la perfección a una oligarquía que se mueve como pez en el agua en las teorías conspirativas, usando sus plataformas de desinformación para desparramar bulos y mentiras, ambos apuestan por los despidos masivos, por la eliminación de leyes que regulan el mercado laboral y por los recortes fiscales para ir liquidando sin bochorno los servicios públicos.
Pero fue la política arancelaria impulsada por Trump la que hizo que la fortuna empresarial de Musk besara el suelo y lo que parecía una fascinante y embriagadora alianza estratégica entre tecnología, codicia, riqueza y política se deterioró rápidamente y pasó a ser un gallinero donde las disputas y conflictos de intereses pusieron la interesada amistad de los ricachones patas arriba.
Las medidas fiscales impulsadas por Trump, que prometían ser uno de los mayores éxitos legislativos, acabaron dándole sepultura a Musk. El plan del marido de Melany afectaba muy fuertemente al sector tecnológico y por tanto a Tesla, que vio que los subsidios a los vehículos eléctricos peligraban, las acciones en bolsa se iban hundiendo y las ganancias no crecían. Musk se puso nervioso y en una rabieta sin precedentes exigía que los recortes se centraran en otros sectores pero el Presidente de EEUU, devoto de las políticas conservadoras clásicas y experto en presionar y amenazar a sus rivales, no cedió y amagó con suspender los contratos gubernamentales con el magnate.
De las desavenencias económicas pasaron a la gresca con descalificaciones, insultos y acusaciones personales. Musk no se amilanó y envidó a la grande insinuando que Donald anduvo en asuntos de pederastia y éste lo tildó de zumbao y desagradecido mientras le amenazaba con revisar los contratos con SpaceX y Tesla, de manera que Elon Musk muy enfurruñado acabó anunciando que se piraba del Gobierno y no invitaría al Presidente a un viaje a Marte.
Pero la frialdad entre los titanes tenía apesadumbrado y arrepentido a Musk, que entendió que no había que ponerse así por un “quítame allá estos subsidios” de modo que pidió disculpas al Presidente que aún sigue distante y haciendo pucheros y mostrando una ñoña decepción dejó las puertas abiertas para que el de Sudáfrica volviera al redil.
Y… ya se sabe cómo son los matrimonios cuando la conveniencia reemplaza al amor; uno necesita contratos, influencia y vengarse de Biden, el otro pasta, cohetes y un móvil con wifi.