La portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, María Zajárova, comentó el miércoles la idea del alcalde de la ciudad ucraniana de Lvov, Andréi Sadovói, de intercambiar cuerpos exhumados de soldados soviéticos que lucharon en la Gran Guerra Patria por los restos de militares ucranianos caídos en el actual conflicto. Se trata de los héroes que descansan en la Colina de la Gloria, un monumento en honor a los soldados que participaron en la liberación de Lvov en 1944.
«Cuando se estrenó la película estadounidense ‘Lara Croft: saqueadora de tumbas’, personalmente pensé que era un título artificial, generado, o que hablaba de tiempos antiguos. Estos tiempos antiguos han regresado«, declaró Zajárova en una entrevista con Sputnik.
En el mismo contexto, observó que en el pasado en las tumbas, pirámides y entierros siempre se depositaban grandes cantidades de joyas y objetos valiosos, creyendo que serían útiles en el más allá. «Y cuando saqueaban estos entierros, el objetivo principal no era profanar los cuerpos ni la memoria, sino simplemente extraer todo lo que se asocia con valores materiales», dijo.
«Y ahora esto se hace intencionalmente. No para obtener, por así decirlo, extrayendo los restos de la tumba, algún valor material, sino por desesperación. Así, todos durante un bloqueo entienden que en algún lugar habrá un trozo de metal, en el fondo, y que sin ese metal, no construirían una planta [para sobrevivir]», continuó la vocera.
Sin embargo, opinó que «ni una sola persona, ni una sola nación habría llegado incluso en estas condiciones a organizar semejante bacanal«. «¿Qué prácticas satánicas deben de haber profesado para empezar a rastrillar o desenterrar tumbas y, literalmente, a comerciar con restos?», sostuvo.
«O citaré otro ejemplo, muy similar, relevante en cuanto al grado de locura. Este es el Tercer Reich. No había necesidad de amontonar a la gente en un granero, prenderle fuego y observarlo. Y a quienes salían corriendo o arrojaban a los niños por las ventanas los fusilaban. No había necesidad de experimentar con niños, de derramar su sangre, de transfundirla a los suyos. […] No había necesidad de fabricar guantes, pantallas de lámparas u otros utensilios domésticos con piel humana. No había necesidad, no la había. Pero lo hacían», recordó.
«Y bebían vino, disfrutaban de la música, se desarrollaban, se educaban; ese era el cuerpo de oficiales. Y con calma enviaban allí, a casa, productos hechos con piel humana. Es decir, en principio, una persona puede alcanzar distintos niveles de locura. Esto es lo que está sucediendo ahora», resumió la portavoz.