
Ante el panorama insoportable y enormemente grave en todos los terrenos, cada día más personas formulan esta pregunta aludiendo a la necesidad de plantarse masivamente y a la falta de respuesta con movilizaciones contundentes. Con toda lógica sorprendidas por tanta tolerancia respecto a la acumulación de sucesos que son para rebelarse sin medias tintas, sobrados de legitimidad. La asfixiante carestía de necesidades básicas como la comida o la vivienda, las condiciones laborales indignas, las eternas listas de espera en la sanidad pública y su falta de medios, el paro masivo -especialmente juvenil batiendo el récord de Europa-, la ocupación genocida de Palestina con la colaboración de la UE-OTAN y del Estado español o la imposibilidad de acceder a la Universidad de los hijos de la clase obrera por los precios prohibitivos, son algunas de las razones de peso para decir basta. Aún más cuando por protestar por ello nos reprimen con saña, todo tipo de corruptos en las diversas esferas del Estado se forran con impunidad e incluso dirigentes del Gobierno han dilapidado dinero público en prostitutas y el presupuesto militar- imperialista se ha multiplicado como nunca.
Que tantas personas hagan esta pregunta es muy positivo porque significa que son conscientes de que es necesario dejar de tragar. Pero muchas de estas, al no ver una gran respuesta en las calles y no conocer las luchas que se están llevando a cabo, caen en la desmoralización derrotista. Su «¿Qué más tiene que pasar?» lleva implícita la creencia de que la paciencia será infinita. El sistema invierte mucho en propagar que los cambios son imposibles -cuando si algo demuestra la historia es todo lo contrario- y así mucha gente que incluso concibe la lucha como justa, no se implica al creer que el esfuerzo será inútil. Un derrotismo agravado por las constantes traiciones y tomaduras de pelo de la «izquierda» del capital que con sus partidos y sindicatos domesticados, han hecho creer a amplios sectores que todo el mundo se corrompe. Por ello es tan importante visibilizar la resistencia consecuente, las conquistas que la lucha ha logrado y el análisis científico a través del materialismo dialéctico e histórico que muestra cómo todo está en constante cambio y puede ser transformado.
Pese a que aún embauquen a demasiadas personas, hoy ya amplias masas han aprendido a base de experiencias que los partidos del Régimen y sus sindicatos no nos representan. La elevada abstención o el hartazgo palpable lo evidencian. Pero aunque esa conclusión suponga un avance, lógicamente es insuficiente. Necesita ir acompañada de implicación en la defensa de los derechos y las libertades, ya que no vendrá ningún Gobierno capitalista a defenderlos. Cuanto mayor sea el compromiso mejor y es imprescindible que muchos tengamos una elevada entrega, pero existen numerosas formas de aportar a la lucha que no exigen esfuerzos colosales. La cuestión es hacerlo, pues el lamento inactivo no acerca los cambios. Hay quienes siempre encuentran pretextos para no mover un dedo y culpan al resto de la situación tachándolos de «borregos», pero el ignorante tiene excusa, quien conoce y no se involucra, no. Quien va de súperconsciente pero no da el callo, precisamente no demuestra mucha conciencia. Para que se diga basta masivamente también será necesario que se diga basta a esta actitud que elude toda responsabilidad. Mucha gente que se formula la citada pregunta, desconoce que para que suceda ese plante masivo siendo efectivo con una continuidad, es fundamental organizarlo. También demuestra la historia el escaso recorrido de los estallidos meramente espontáneos. Gran parte de la desmoralización y por tanto de la falta de implicación, se debe a que cuando ven luchas que aún no son muy masivas creen que no van a ir a ningún lado. Por ello es importante explicar que ninguna lucha seria que termina en victoria empieza siendo muy masiva. Siempre empiezan siendo minoritarias hasta que el buen trabajo y las condiciones permiten el salto cuantitativo. Pero además, cabe recordar a quienes se quejen de la falta de más personas como justificación para no implicarse, que al no hacerlo impiden que se sumen unas cuantas más. También es fundamental la organización para realizar amplias campañas que generen la conciencia que extienda la conclusión de que hay que decir basta y cómo hay que hacerlo.
La normalización de la opresión, de la barbarie y de los aberrantes escándalos de toda índole, conduce a fa resignación pasiva incluso a muchos indignados. Perdiéndose así un enorme potencial transformador. Urge romper con la premisa de que aún hay poco que hacer. Precisamente estas condiciones favorecen la toma de conciencia si se difunde el mensaje revolucionario de forma comprensible y por lo tanto, acelerar los cambios. Lo que muchos ven como una extrema desolación, realmente es una enorme oportunidad. La historia no es lineal, tiene flujos y reflujos, por eso estos últimos años de desmovilización se están empezando a revertir. Absolutamente todo apunta a que a corto-medio plazo se producirá un notable auge de las luchas obreras y populares. En ese auge, que seguramente implique numerosos estallidos sociales, la oportunidad será aún mayor. Pero para que llegue con la mayor fuerza y orientación posible y posteriormente se aproveche y desarrolle al máximo, es fundamental prepararse desde ya.
¿Qué más tiene que pasar? Que nos unamos en torno a la defensa firme de un programa democrático-popular que incluya cuestiones fundamentales como la salida de la UE y de la OTAN, la nacionalización de la banca y de las grandes empresas; la amnistía total y la derogación de las leyes especiales de represión, la disolución de la Audiencia Nacional, las libertades políticas y sindicales plenas, el derecho a la autodeterminación, la erradicación de toda forma de discriminación racial, sexual y cultural, la educación y la sanidad a cargo del Estado y viviendas sociales para todos los obreros. Peleando por mejoras inmediatas pero con el horizonte de la República Popular que con la toma del poder nos permita llevar a cabo todo este programa y desarrollarlo. Así como poner los cimientos de la edificación del verdadero Socialismo. De lo contrario, sin un objetivo que aborde la raíz del problema y la solución, luchar supondría caminar en círculos. A la vez, unas metas concretas favorecen la implicación, pues no son pocos quienes al no verlas no se involucran. Pueden pasar muchas barbaridades más como la gestión criminal de la Dana que si apenas hay organización revolucionaria seguirán pasando con impunidad y sin respuesta contundente. Pero cuando haya una fuerte organización, más implicación, más orientación y más difusión, entonces pasará lo que tiene que pasar.