Lo que el mundo ofrece a los palestinos no es un Estado

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Hala Jaber.— El concepto de una solución de dos Estados para Israel y Palestina se presenta a menudo como un camino hacia la paz, pero se ha convertido en una promesa vacía, una ilusión diplomática que distrae de la realidad de la ocupación y el apartheid. Este hilo examina por qué la solución de dos Estados era y ya no es viable, analizando sus promesas históricas, las realidades actuales y sus defectos inherentes.

Todo este discurso sobre la solución de dos Estados es, en el mejor de los casos, una ilusión y, en el peor, una distracción.

Los dirigentes israelíes lo han dejado claro: no tienen ninguna intención, NINGUNA, de permitir un Estado palestino soberano, NUNCA.

Incluso Netanyahu lo ha dicho: «No hay ningún escenario posguerra que conduzca a un Estado palestino».

Esto choca con la idea de soberanía.

Esta postura revela una contradicción fundamental: un «Estado» sin soberanía no es un Estado, es una ocupación renombrada. Las acciones de Israel, la expansión de los asentamientos, las políticas de anexión y la violencia diaria, la retórica genocida, demuestran que el sistema está diseñado para impedir la creación de un Estado palestino, no para permitirla. No es un error, es el sistema.

La retórica de una solución de dos Estados persiste como una distracción diplomática, enmascarando la realidad del apartheid mientras ofrece a los palestinos una promesa vacía. Entonces, ¿qué se está negociando? ¿Un espejismo? ¿Un rehén con una bandera no es un Estado? Dejen de disfrazar el apartheid de diplomacia.

Supongamos, solo por argumentar, que mañana se declarara un Estado palestino, su funcionalidad sería imposible en las condiciones actuales.

El Estado propuesto consistiría en dos territorios desconectados: Gaza, en el suroeste, y Cisjordania, en el noreste, separados por un Israel fuertemente militarizado. Israel controla todas las fronteras, el espacio aéreo y el movimiento entre estas regiones, lo que hace que la autonomía palestina dependa del permiso israelí.

Un Estado sin control sobre sus fronteras, su economía o su defensa no es soberano. El acuerdo de Oslo exigía una Palestina desmilitarizada, dejándola indefensa ante los bloqueos, la violencia de los colonos o las incursiones militares. Incluso si Palestina fuera «reconocida», sería un Estado solo de nombre, sin:

-Ejército.

-Control sobre las fronteras, el espacio aéreo o la economía.

-Derecho a defenderse.

-Protección contra las bombas, los bloqueos o las milicias de los colonos.

Esto no es un Estado, es una prisión al aire libre con una bandera y una mejor imagen de marca.

Pero lo más importante: Israel nunca reconoció la Nakba: la expulsión de 750 000 palestinos, el robo del 78 % de su patria, la supresión de su derecho al retorno.

Incluso el territorio limitado prometido en Oslo II, las zonas A y B, que representan aproximadamente el 40 % de Cisjordania, se ha visto erosionado. La zona C, que comprende el 60 % de Cisjordania, sigue bajo control total israelí. Más de 700 000 colonos israelíes viven ahora en 150 asentamientos y 128 puestos avanzados, la mayoría construidos después de Oslo, lo que fragmenta Cisjordania en enclaves desconectados.

La expansión de los asentamientos y el robo de tierras han hecho imposible la creación de un Estado palestino contiguo. Lo que queda es un mosaico de cantones, rodeados por una infraestructura de apartheid, que no pueden constituir la base de un Estado viable.

En cambio, se pide a los palestinos que acepten migajas simbólicas mientras su patria es devorada y lo llamen paz, cuando en realidad eso no es reconciliación, es diplomacia occidental que blanquea la desposesión colonial.

Esto no es una «solución». Es un acuerdo de culpa, para todos menos para los palestinos. El modelo de dos Estados es un cadáver: frío, enterrado, mantenido artificialmente caliente por líderes que quieren decir que «lo intentaron». Pero la geografía, la justicia y la realidad lo han declarado muerto.

Los gestos simbólicos, como el reconocimiento internacional de un Estado palestino, no tienen sentido sin el control de la tierra, los recursos o la seguridad. La solución de dos Estados se ha convertido en un accesorio diplomático, una forma de mantener la apariencia de progreso mientras se permite la ocupación.

Las declaraciones de Netanyahu, entre ellas: «Cualquier futuro Estado palestino independiente supondría una amenaza para la existencia de Israel», subrayan aún más la futilidad de las negociaciones.

El reconocimiento sin soberanía es publicidad para la ocupación, no para la liberación.

Lo que nos lleva al presente:

Los líderes occidentales se apresuran a «reconocer» un Estado palestino; Starmer, España, Noruega, lo presentan como un gesto histórico. Pero, ¿qué es lo que realmente ofrecen? El statu quo actual: menos territorio, sin soberanía, sin protección.

Incluso Netanyahu lo celebra en sus declaraciones, incluyendo en sus comentarios de julio de 2025 en la Casa Blanca, donde afirmó que un Estado palestino independiente «supondría una amenaza para la existencia de Israel».

El reconocimiento sin soberanía es una campaña de relaciones públicas para la ocupación, no para la liberación.

Resumen:

La solución de dos Estados está muerta, si es que alguna vez fue realmente viable. No ofrece a los palestinos ni soberanía ni justicia, sino que sirve para distraer la atención de las realidades de la ocupación, el desplazamiento y la violencia sistémica. Aferrarse a este marco obsoleto permite el statu quo, no la liberación.

Los palestinos merecen más que una bandera sobre ruinas o un asiento en una mesa donde sus derechos se posponen perpetuamente. La verdadera paz requiere afrontar las causas fundamentales de la injusticia, la Nakba, el robo de tierras y el apartheid, y desmantelar los sistemas que los perpetúan. Cualquier cosa menos que eso no es una solución; es una ilusión disfrazada de diplomacia.

El reconocimiento sin justicia no es mantenimiento de la paz. Es traición envuelta en papel de regalo, así que dejemos de fingir que esto es una nación, porque no lo es.

Es relaciones públicas por encima de la política y ficción por encima de la libertad.

@HalaJaber

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