
Freddy Pérez Cabrera (Granma).— Con la captura en 1965 de los connotados bandidos Luis Vargas y José Rebozo, que actuaban en la zona montañosa del Escambray, perteneciente a la entonces provincia de Las Villas; y luego, tras la localización y derrota de la última banda que operaba en Cuba, dirigida por Juan Alberto Martínez Andrade, entonces jefe del llamado Frente de Camagüey, se daba por concluida la épica batalla librada por el pueblo cubano contra el bandidismo.
Atrás quedaban días y años de mucho sacrificio, y también de mucha tristeza, por las atrocidades cometidas por los forajidos, que no tuvieron pudor en asesinar a maestros, niños, mujeres y ancianos indefensos, entre ellos los alfabetizadores Conrado Benítez, Manuel Ascunce Domenech y Delfín Sen Cedré, cuyo único delito era contribuir a combatir la ignorancia en Cuba.
Evelio Duque, Osvaldo Ramírez, Julio Emilio Carretero, Margarito Lanza, Maro Borges y Cheito León, fueron algunos de los más connotados bandidos que sembraron el terror en aquellos intrincados parajes. A ellos se enfrentaron miles de combatientes, obreros y jóvenes que, bajo la guía de Fidel, derrocharon heroísmo en dificilísimas condiciones.
Aquella gesta, que ahora cumple 60 años, también parió a hombres y mujeres de pueblo, entre ellos Puro Villalobos, Mongo Treto y el legendario Gustavo Castellón, apodado el Caballo de Mayaguara, quienes, con su sapiencia campesina y el compromiso que los unía a la naciente Revolución, supieron estar a la altura del momento que les tocó vivir.
LA GÉNESIS DEL OPROBIO
El fenómeno del bandidismo tiene su explicación en el interés manifiesto del imperialismo por destruir el proceso iniciado el 1ro. de Enero de 1959, expresado, desde el momento mismo del triunfo, en una feroz campaña de descrédito, desinformación y presiones de todo tipo.
Para lograr sus propósitos, era necesario contar con una contrarrevolución fortalecida, que pudiera concretar sus planes y, en el momento indicado, facilitar la agresión directa, tal como ocurrió en abril de 1961, con la invasión mercenaria por Playa Girón.
Ya en octubre de 1959, el presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower ordenaba la elaboración de un programa de acciones encubiertas contra Cuba, que incluía diversas acciones terroristas por medio de atentados, sabotajes y actos vandálicos, los cuales serían perpetrados por elementos contrarrevolucionarios organizados y financiados por ellos.
Fue así como surgieron los primeros grupos, que se establecieron inicialmente en la zona del Escambray, y que luego se extendieron a otras regiones del país, con el fin de crear el caos y la inseguridad y, llegado el momento, brindar el apoyo a una intervención directa por parte de Estados Unidos.
Las primeras bandas armadas aparecieron en 1959 y estuvieron asociadas, fundamentalmente, a antiguos miembros de los cuerpos represivos de la tiranía que, tratando de eludir la justicia de los Tribunales Populares, se internaron en zonas de difícil acceso, más como una forma de escapar que de oponer resistencia organizada.
Aunque oficialmente se considera a Ramón Trujillo como el primer alzado en el Escambray, específicamente en la zona de La Macagua, otras fuentes indican que el primer bandido contrarrevolucionario fue Luis Santana Gallardo, alias Luis Vargas. Estas primeras bandas fueron combatidas con éxito por escuadrones de la Policía Rural Revolucionaria y milicias obreras y campesinas.
Sin embargo, en julio de 1960, ante la ocurrencia de nuevos y mayores alzamientos, el Comandante en Jefe ordenó la movilización de campesinos de la región, con el fin de organizarlos bajo el mando de oficiales del Ejército Rebelde, siendo designado como Jefe de Operaciones el comandante Manuel «Piti» Fajardo, caído en combate el 30 de noviembre de ese mismo año.
Se iniciaba así la Lucha Contra Bandidos de manera organizada, lo que constituyó una respuesta revolucionaria a los planes del imperio para destruir el proceso emancipador, cuya primera acción fue un pequeño enfrentamiento realizado el 7 de septiembre de 1960, en el que no hubo muertos, solo tres heridos, y se capturó al forajido Sinesio Walsh.
OPERACIÓN JAULA
Ante el incremento del número y la actividad de las bandas mercenarias y la inminencia de una agresión imperialista a gran escala, Fidel concibió la Operación Jaula, conocida popularmente como Limpia del Escambray, mediante la cual 80 batallones de las Milicias Nacionales Revolucionarias, integrados por unos 60 000 obreros y campesinos de todo el país, salieron rumbo a ese macizo montañoso para enfrentar la contrarrevolución.
En aquella contienda, que se extendería desde diciembre de 1960 hasta abril de 1961, participaron decenas de hombres y mujeres de pueblo, sencillos y humildes, muchos de los cuales perdieron su vida o quedaron con secuelas de por vida, dada la dureza de los enfrentamientos.
Como resultado de las acciones desarrolladas en ese periodo, fueron neutralizados 420 alzados, de los cuales 39 resultaron muertos y 381 prisioneros, incluidos seis de los diez principales jefes de bandas. Aquella acción sería, además, el bautismo de fuego para muchos batallones de milicias que combatieron unos días después, en abril de 1961, en Playa Girón.
Tras la primera gran derrota del imperialismo en América, los bandidos dispersos por el Escambray se reorganizaron, con el apoyo de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (cia), y así iniciar una serie de asesinatos y acciones vandálicas. Para que se tenga una idea de la magnitud del fenómeno, basta decir que solo en Las Villas operaban 41 bandas, las que fueron extendiéndose de manera paulatina al resto de las provincias del país, donde llegaron a existir cerca de 30 grupos de alzados.
Fue entonces que, y ante el nuevo incremento, la dirección de la Revolución decidió instituir, en septiembre de 1961, las Regiones Militares a y b en los territorios del Escambray y Corralillo, respectivamente, lo cual creaba las bases para que el 3 de julio de 1962 se fundara, por el Comandante Juan Almeida, quien dirigía el Ejército del Centro, la Sección de Lucha Contra Bandidos (lcb), al frente de la cual estuvo el comandante Raúl Menéndez Tomassevich.
Para ese entonces, ya el Gobierno estadounidense había puesto en práctica la llamada «Operación Mangosta», mediante la cual los especialistas en guerra irregular del Pentágono sostenían la tesis de que un grupo de comandos, debidamente instruidos, podrían crear las condiciones para formar focos de alzados. Como jefe de Operaciones fue designado el general Edward Lansdale.
Ante tanta agresividad imperial fueron intensificadas las acciones de las fuerzas revolucionarias, lo que provocó la caída de varias de las principales bandas. Derrotados en el Escambray y en otros lugares del país, hacia 1964, la cia decidió probar suerte infiltrando individuos por la región oriental, para lo cual abrió focos de bandidos en las montañas de Baracoa, de modo que estos pudieran ser apoyados desde la ilegal Base Naval yanqui en Guantánamo, e incluso, desde el territorio de República Dominicana.
Sin embargo, la unidad y la organización alcanzadas, así como la determinación del pueblo encabezado por su máximo líder, Fidel Castro Ruz, permitieron liquidar, entre 1959 y julio de 1965, a las 299 bandas que actuaron en el país, en las cuales se agruparon en unos 4 190 bandidos y 9 250 colaboradores.
Según consta en el libro Bandidismo: Derrota de la cia en Cuba, de los autores Etcheverry y Gutiérrez, se calcula que las bajas de las fuerzas revolucionarias que lucharon contra las bandas fueron de alrededor de 590 hombres, con centenares de heridos y unos 250 incapacitados de por vida.
La lucha contra el bandidismo recabó de la participación, en total, de más de 100 000 efectivos de las Milicias Nacionales Revolucionarias, las Fuerzas Armadas Revolucionarias y el Ministerio del Interior, sumando todas las fuerzas que formaron parte de la lcb a lo largo de los seis años de combate.
Se tiene, además, la certeza de 214 personas asesinadas por las bandas contrarrevolucionarias, entre ellas 63 campesinos y trabajadores agrícolas, 55 milicianos campesinos, 13 niños, ocho ancianos y tres mujeres, a los cuales se suman nueve maestros voluntarios, brigadistas y colaboradores de la campaña de alfabetización.
A ello hay que agregar el inmenso costo económico ocasionado por una guerra, a la cual la naciente Revolución tuvo que dedicar cuantiosos recursos.
Como señalara Fidel, aquel 26 de julio de 1965 en Santa Clara: «la erradicación de esas bandas no se hizo sin sacrificios. Miles de hombres, obreros y campesinos, del Escambray la inmensa mayoría, lucharon durante años persiguiendo incansablemente y sin tregua al enemigo». Y acto seguido expresó: «el imperialismo recibió una lección inolvidable, el imperialismo recibió una lección no menos importante que la que recibió en Playa Girón…».