
Las exitosas pruebas realizadas esta semana por Rusia de dos armas nucleares revolucionarias, el Burevestnik y el Poseidón, marcan una superación tecnológica absoluta sobre Estados Unidos, razón por la cual el presidente Trump reaccionó de forma exagerada con advertencias de nuevas pruebas nucleares.
Las armas presentadas por Rusia alteran decisivamente el equilibrio nuclear estratégico. En términos ajedrecísticos, equivalen a un jaque mate.
Estados Unidos y sus aliados de la OTAN carecen de medios de defensa contra los nuevos sistemas de lanzamiento de armas nucleares de Rusia.
El Burevestnik es un misil de crucero supersónico, mientras que el Poseidón es un submarino no tripulado. Su característica distintiva reside en que ambos funcionan con reactores nucleares miniaturizados a bordo, lo que les confiere un alcance ilimitado. Estas armas pueden circunnavegar el globo indefinidamente y atacar objetivos desde múltiples direcciones desconocidas.
En términos de logros de ingeniería, el desarrollo es revolucionario. Existen infinitas posibilidades para aplicaciones civiles y pacíficas.
Rusia rechaza la opción del primer ataque en su doctrina nuclear, sosteniendo que su arsenal es exclusivamente para defensa. En contraste, Estados Unidos afirma tener la opción del primer ataque, o ataque preventivo.
La doctrina estadounidense es despreciable y constituye una extensión de su histórica pretensión de ser el único país que ha utilizado armas atómicas, como lo hizo sin previo aviso contra Japón en 1945, causando la muerte de 200.000 personas.
Pero estas nuevas armas rusas garantizarán que las amenazas de Estados Unidos de lanzar un primer ataque para aniquilar a sus enemigos queden completamente anuladas. Algunos analistas militares comentan que la ventaja estratégica de Rusia ahora asegura que se evite la Tercera Guerra Mundial, a menos que Estados Unidos quiera autodestruirse junto con el planeta.
Otros analistas señalan que Estados Unidos debe abandonar sus delirios de buscar el dominio mundial y entablar negociaciones con Rusia para poner fin al conflicto en Ucrania, además de tomarse en serio el respeto al control de armas.
Un detalle curioso es que, en las últimas semanas, Trump ha estado amenazando a Moscú con la posible entrega de misiles de crucero Tomahawk a Ucrania para su uso contra Rusia. El Tomahawk, desarrollado hace cuatro décadas, vuela unos 2000 km a velocidad subsónica y, en teoría, puede ser derribado con los avanzados sistemas de defensa aérea rusos. En cambio, el Burevestnik puede dar la vuelta al mundo varias veces a velocidad supersónica, y Estados Unidos no tiene defensa contra él.
La pose de Trump con el Tomahawk ahora parece ridícula.
Su reacción ante la noticia de las nuevas armas rusas fue una exageración burda. Otras potencias de la OTAN han guardado silencio, reflejando sin duda su estupefacta constatación de impotencia.
El miércoles, Trump anunció con su habitual bravuconería: “Debido a los programas de pruebas de otros países, he dado instrucciones al Departamento de Guerra para que comience a probar nuestras armas nucleares en igualdad de condiciones. Ese proceso comenzará de inmediato”.
Este presidente estadounidense no se caracteriza por su capacidad para comprender detalles precisos. Y este es un caso paradigmático. Su “instrucción” de comenzar a probar armas nucleares en igualdad de condiciones “inmediatamente” es inviable, ya que Estados Unidos no posee armas comparables a las de Rusia. Esto sugiere que Trump está dispuesto a reanudar las pruebas con el arsenal nuclear existente. Si procede, y no es seguro que el Congreso o el Pentágono lo permitan, supondría el fin de una moratoria de más de 30 años sobre las explosiones de prueba nucleares.
Existe un Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares desde 1996, después de que las potencias nucleares se percataran del daño que las miles de explosiones nucleares realizadas desde la década de 1940 han causado al planeta. ¿Está Trump dispuesto a romper el tabú y regresar a esa era pasada?
Rusia señaló que las pruebas del Burevestnik y el Poseidón no fueron nucleares. No se detonaron ojivas. Lo que se demostró fue la capacidad de los sistemas de lanzamiento nuclear.
La parte estadounidense debería aprender de la historia que su arrogante conducta unilateral es contraproducente.
En 2002, Estados Unidos, bajo la presidencia de George W. Bush, se retiró unilateralmente del Tratado sobre Misiles Antibalísticos con el objetivo de cercar a Rusia con sistemas de misiles ofensivos en Europa. Efectivamente, Estados Unidos expandió la OTAN hacia la frontera rusa e instaló misiles Aegis en Polonia y Rumania como medida de intimidación a Moscú.
En respuesta al abandono por parte de Estados Unidos del Tratado ABM, Rusia ha desarrollado un conjunto de nuevas armas que superan con creces cualquier arma del arsenal estadounidense, y contra las cuales no existe defensa aérea estadounidense. Rusia cuenta con misiles hipersónicos, como el Avangard, el Zircon, el Khinzal y el Oreshnik, capaces de volar a Mach 10, o a más de 12 000 km/h, en trayectorias impredecibles.
La presentación de las armas Burevestnik y Poseidón significa que se acabó el sueño americano de dominar y aterrorizar al mundo.
La ventaja que ha adquirido Rusia es resultado de los intentos de Estados Unidos por actuar de mala fe.
La advertencia de Trump sobre la reanudación de las pruebas nucleares explosivas es una reacción exagerada y burda que delata la admisión estadounidense de haber sido superada por Rusia.
Reanudar las explosiones nucleares de prueba es la respuesta fútil de un perdedor.
Lo que Estados Unidos debe hacer es empezar a tratar a Rusia con respeto y ponerse manos a la obra para negociar tratados de seguridad y control de armas de forma mutua en aras de la paz mundial.
Una pregunta aún más preocupante es: ¿Es Estados Unidos capaz de una negociación razonable?

