
El presidente de la Comisión Europea entre 2004 y 2014, el portugués José Manuel Durao Barroso, se ha incorporado al banco estadounidense Goldman Sachs. Es algo que a veces llaman “puerta giratorias” porque los políticos tienen un pie en la función pública y el otro en las empresas privadas. Pero también porque ese tipo de personajes nunca se sabe si sirven realmente a Europa o a sus padrinos de Estados Unidos.
Durao Barroso es el típico lameculos que empezó en el maoísmo antes de alcanzar las más altas cumbres en Bruselas. Junto con Aznar y Blair participó, como primer ministro de Portugal, en la reunión de las Azores que bendijo los planes de Bush para invadir Irak.
Goldman Sachs es un banco especializado en pescar lacayos europeos. Ya lo hizo con Mario Draghi, que tras pasar por el banco llegó a la presidencia del Banco de Italia y luego a la del Banco Central Europeo.
Los bancos son como dios: saben recompensar generosamente a sus fieles con la “vida eterna”. Los sobornos y los sobres se han quedado anticuados, lo mismo que el tráfico de infuencias. Un cargo poplítico y un funcionario público saben lo que tienen que hacer para agradar a sus jefes, prosperar y “hacer carrera”.
Sólo en un país cutre, como España, siguen con las chapuzas y las bolsas de dinero negro en las sedes de los partidos políticos. El capital financiero recompensa la lealtad con fondos de pensiones que, en muy pocos años, permiten ganar más dinero que en toda una vida metido en una institución pública.
Casi nadie organiza ya cacerías. Los enchufes no son suficientemente sofisticados. Hay empresas y grupos de presión que se dedican a “hacer contactos” y relaciones públicas de una manera profesional, con cruceros, simposios o conferencias por un precio muy asequible para bancos y grandes empresas. Es halagador sentir que un fondo buitre, aunque no sea tan grande como BlackRock, reclama tus servicios. A un muerto de hambre, como Durao Barroso, le tratan como si un fuera un sultán. En mundo laboral cada vez más inestable, te pueden solucionar la vida para siempre.
En Bruselas las oficinas son poco más que un decorado, a pesar de ser la sede de la OTAN, la Unión Europea y la capital de Bélgica. Pero la mayor parte de los edificios están vacíos porque no hay tantos parásitos como para llenar los despachos. Son el contrapunto de los mendigos que llenan las calles, plazas y estaciones de tren. Para ellos sí que no hay sitio en la ciudad.
Sin embargo, los restaurantes del centro están llenos. No hay manera de encontrar una mesa libre. Los comerciales de los grupos de presión las reservan cada día para cumplir con una agenda apretada con toda suerte de funcionarios publicos, que no gastan ni un céntimo en hacer la compra. Paga la tarjeta de crédito del cabildo sólo por hablar, por pasar un rato, informar, presentar caras nuevas…
En el capitalismo los sicarios al estilo Durao Barroso son tan importantes como los mismos capitalistas. Los académicos lo llaman “movilidad social” para explicar que los siervos pueden alcanzar los consejos de administración de los grandes bancos internacionales. Los arribistas hacen cola, dan muestras de sumisión, buscan atajos y se venden al mejor postor.
No se puede elegir el origen de clase, pero sí el camino de clase. Por eso los buscavidas están obligados a renegar de sí mismos. No hay otra manera de trasladarse desde Valpaços, una región pobre del norte de Portugal, hasta la Quinta Avenida.

