Cuando el calor arrecia en los días veraniegos de Tokio, la frescura de un mojito cubano es la solución. El bar 300 en el distrito comercial de Ginza presume de preparar los mejores de Japón, con el sello auténtico de la mayor de las Antillas.
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Creen, con no poca ingenuidad y no menor ignorancia histórica, que les llegó la “hora de la revancha”. Van a morder el polvo nuevamente. Pero quizás esta vez sea peor. El que avisa no traiciona