
A casi once meses de la desaparición de Julia Chuñil Catricura, presidenta de la comunidad mapuche de Putreguel, en la región chilena de Los Ríos (centro), su familia denunció la existencia de una prueba clave que apunta a que fue asesinada y que esta fue desestimada por la Fiscalía, lo que refleja una grave y deliberada inacción del Ministerio Público para hallar la verdad y culpar a sus hijos por lo ocurrido a la lideresa.
En una rueda de prensa, familiares de Chuñil, abogadas y organizaciones de DD.HH. —entre ellas el Comité de Ética contra la Tortura y Amnistía Internacional— revelaron que, en una interceptación telefónica autorizada judicialmente, el principal sospechoso, Juan Carlos Morstadt Anwandter, le dijo a su padre que a Chuñil “la quemaron”.
Los familiares calificaron de “grave” que esta evidencia no haya sido considerada en el proceso, mientras la Fiscalía ha intentado desviar la investigación hacia los propios hijos de la víctima. “Es un montaje que busca encubrir al verdadero responsable”, señalaron.
Chuñil, de 72 años, había sido objeto de amenazas en años previos a su desaparición. Hasta ahora no existen responsables procesados ni avances significativos en la indagatoria. Para su círculo cercano, la omisión de pruebas y la falta de resultados judiciales confirman la responsabilidad del Estado ante la inacción judicial.
En su declaración, los familiares hicieron un llamado a la solidaridad y al acompañamiento social. “Exigimos que se investigue a esta persona, que diga dónde está Julia. Pedimos respeto y apoyo, y convocamos a manifestarnos para exigir verdad y justicia”, expresaron.
La desaparición de la lideresa mapuche está estrechamente relacionada con su activismo en la recuperación de tierras, donde un empresario agroforestal aparece señalado como uno de los principales beneficiarios de su ausencia. Asimismo, se han denunciado posibles colusiones entre diversas instituciones que habrían favorecido los intereses del empresario implicado.
La figura de Chuñil se ha convertido en un símbolo dentro del movimiento mapuche, representando la defensa de los territorios recuperados y la protección del bosque nativo. Antes de su desaparición, encabezaba una enérgica resistencia frente a la tala de 900 hectáreas de bosque en Máfil, un territorio en disputa con intereses agroforestales.
En numerosas ocasiones, la lideresa había alertado sobre amenazas, hostigamientos y presiones para abandonar su lucha. En una de sus últimas intervenciones públicas, advirtió contundentemente: “Si me pasa algo, ya saben quiénes son los responsables”.