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El 4 de agosto de 1914 asistimos a la traición de la socialdemocracia francesa y alemana, cuando, en sus respectivos parlamentos, votaron a favor de los presupuestos de guerra para afrontar el conflicto bélico que se iba a desatar a finales de ese mismo mes: la I Guerra Mundial. Curiosamente, los muertos militares en la contienda alcanzarían a cerca de 1,8 millones del ejército alemán, y en torno a 1,4 millones del ejército francés, independientemente de las del resto de ejércitos (incluido Rusia) que finalizaron con cifras espeluznantes. Pero, lo insultante para cualquier obrero de la época, fue que sus organizaciones de referencia política habían priorizado su escondido “patriotismo barato”, al internacionalismo, que, como clase, debían centrar en sus manifestaciones y reivindicaciones. Los socialdemócratas, desde entonces, no han hecho otra cosa que continuar y desarrollar su irreparable conducta para desembocar en las aguas muertas y putrefactas del capitalismo. [...]