Elson Concepción Pérez (Granma).— No creo, por lo abominables que son sus actos, que Benjamín Netanyahu, en Israel, y Donald Trump, en Estados Unidos, puedan levantar una copa y brindar por el nuevo año 2026.
La pesadilla de ser ambos los máximos culpables del genocidio contra la población palestina, de los miles de niños muertos por la metralla o por la falta de la comida que se les niega, o por vetar en la ONU todo intento de lograr un cese el fuego, no les debe permitir siquiera presentarse ante familia y amigos para recibir felicitaciones.
Más todavía, cuando se juega con las mentiras de un llamado Plan Trump, especie de regalo, y que su propio autor y actor se lo acredita todos los días, cuando en realidad es un montaje mediático de pésima factura, en contraposición con la gran verdad: siguen muriendo niños y mujeres en Gaza, sigue el hambre, la expulsión de palestinos, los bombardeos se extienden a Cisjordania, al Líbano, al Golán sirio…
Es solo una quimera pensar en celebraciones por la llegada de un nuevo año, cuando varios escenarios, el de Palestina y el de Ucrania, continúan tributando muerte, hambre y dolor, entre sus ciudadanos.
Guerras en diferentes circunstancias, pero con un autor, identificado por el peso que tienen los gobiernos de Washington, en cada una de ellas, como garantes principales de las armas que tiene Israel, y también de las que recibe Kiev para su empecinado plan de vencer a Rusia.
Para los palestinos, una vez más, no habrá motivaciones para festejar la llegada de un nuevo año.
Han vivido una pesadilla hecha realidad, en la que la muerte y la mutilación de sus hijos ha sido la constante en ascenso. Culpables del genocidio, Israel, que lo ejecuta y el Gobierno de EE. UU., que le facilita las armas.
Mientras, Donald Trump celebra las ocho mentiras –que él llama guerras– que se atribuye como resueltas, y que para vergüenza de la humanidad siguen aportando muertos, mutilados y destrucción material.
Tampoco debieran celebrar un nuevo año las instituciones internacionales, fracasadas en su más importante objetivo: lograr la paz.
Preguntemos a los habitantes de Yemen, bombardeados desde navíos de guerra estadounidenses o por la aviación israelí. Preguntemos a los libaneses, hacia donde Israel ha extendido su salvaje agresión.
Poco o nada debía festejar el Gobierno estadounidense, que apenas llegó al poder en su actual mandato, se «anotó» el hecho, contabilizado por Trump, de bombardear las instalaciones nucleares de Irán.
Otro escenario para que no exista celebración alguna, es Ucrania, convertida en un laboratorio donde Occidente experimenta con todo tipo de guerra, y que usa como una bolsa de valores a la que acuden quienes apuestan por recibir mayores cantidades de dinero.
En la Europa atrapada en el conflicto de Ucrania y llevada a un ambiente tóxico antirruso, la llegada del frío constituye un peligro adicional, debido a que la política de sanciones contra Moscú y la renuncia de la Unión Europea a comprar el gas y petróleo rusos, ha provocado el alto costo del adquirido a Estados Unidos, mucho más lejano y más inseguro.
Países como Hungría y Eslovaquia se han negado a cumplir con lo dictado por la Unión Europea (UE), argumentando que solo la población de sus naciones saldrá perjudicada con la torpe política contra Moscú.
No es secreto para nadie cómo la OTAN y Estados Unidos usan el territorio ucraniano para acercar sus más sofisticados medios militares, y amenazar a Moscú o ir más allá y provocar una confrontación bélica de consecuencias incalculables.
Desde febrero de 2022, la OTAN y Estados Unidos han entregado a las Fuerzas Armadas de Ucrania tanques, vehículos blindados de combate, piezas de artillería, aviones y helicópteros, vehículos aéreos no tripulados, así como una cantidad significativa de misiles y municiones.
Trump, mientras, usa el poder mediático a su servicio, para mostrar un supuesto interés por alcanzar la paz en Ucrania. Pero, ni a la OTAN ni a Estados Unidos ni a la propia UE, les interesa finalizar esta guerra. Mientras más armas se vendan, mayor es el negocio de Occidente.


