Nada puede ser resuelto correctamente sin el partido; Enver Hoxha, 1966

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«En pocas palabras, los camaradas chinos minimizan la lucha de clases, comparten, digámoslo así, el poder económico con la burguesía capitalista, a la que garantizan un tercio de las ganancias y aseguran su permanencia a la cabeza de la gestión, recomiendan a viva voz la coexistencia con ella, etc. En su frente conceden a los partidos burgueses casi los mismos derechos políticos que tiene el Partido Comunista de China, e incluso les reconocen el derecho de controlar el partido. En lo que concierne a la vieja intelectualidad, no sólo se observa una actitud «correcta» hacia ella, sino que casi se la exalta. Y por encima de todo esto, en el informe al VIIIº Congreso cualquier cosa que se coja se plantea ligada «a la educación, a la reeducación» incluso de los terratenientes, acerca de los que se dice que «deben formar parte de las cooperativas» y se pone en evidencia que los capitalistas «han aceptado con entusiasmo la dirección de la clase obrera y del Partido Comunista de China». (Enver Hoxha; Nada puede ser resuelto correctamente sin el partido; Reflexiones sobre China, Tomo I, 23 de agosto de 1966)

Introducción de «Bitácora (M-L)»

Traduciendo este pequeñísimo esbozo analístico, inicial, que en su momento fue de carácter provisional sobre los acontecimientos de la «revolución cultural» china, creemos firmemente que podemos introducir al lector de una forma amena a las causas más significativas de los errores que contemplaba el Partido Comunista de China sobre todo desde la celebración del VIIIº Congreso del Partido Comunista de China (PCCh) de 1956, que fue fiel reflejo en sus tesis al XXº Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) de 1956. Y si bien es cierto que podemos encontrar grandes desviaciones derechistas ya en el VIIº Congreso del Partido Comunista de China de 1945, lo cierto es que como decimos, sería el siguiente congreso de inspiración jruschovista el que confirmará la traición ideológica del revisionismo chino pues significó que el partido chino seguiría la línea de nueva ola de revisión desatada por Jruschov en el PCUS.

Como expresó el albanés: «el curso de los acontecimientos demostró que la gran revolución cultural proletaria no era ni revolución, ni grande, ni cultural y, sobre todo, que no era en absoluto proletaria», y esto se demostró cuando «los remedios» para eliminar la línea revisionista del partido que databan de lejos, no evitaron sino que profundizaron que se siguieran plasmando teorías revisionistas en diferentes campos, como se ejemplificaría por ejemplo en: 1) la política exterior de la dirección china con la «teoría de los tres mundos»; o 2) en la política interior y el ámbito económico como quedó demostrado en las tesis recogidas en el «Manual de economía política de Shanghái» publicado en 1974.

Debemos alertar al lector que esta primeras reflexiones de Enver Hoxha no son el análisis final de las causas ni del error de los métodos utilizados por la dirección china para intentar remediar sus desastres –aunque sus deficiencias metodológicas ya se intuyen y denuncian aquí–.

Adviértase, que debido a la brevedad del texto, hemos introducido como siempre algunas anotaciones, en este caso sobrepasando el texto de la obra en cuestión, pero siendo como casi siempre necesario para los lectores nobeles interesados en el estudio del revisionismo maoísta. En este caso, nos interesaba el texto como trampolín para poder tocar tranquilamente varios puntos importantes sobre este tema como es la mistificación de la historiografía revisionista sobre la «revolución cultural» que siempre la presenta como panacea del revisionismo chino previo a 1966 cuando como sabemos no es más que una burda comedia y una profundización de su misma línea revisionista.

Enver Hoxha

Nada puede ser resuelto correctamente sin el partido

Los camaradas chinos parece que salieron de su letargo, comenzaron a reflexionar sobre su línea, línea que han seguido hasta hoy sobre todo a partir del VIIIº Congreso, hicieron un análisis y constataron que durante largo tiempo habían permitido que se siguiera una línea oportunista, por no decir revisionista. Dado que dicen «haber analizado las causas del surgimiento del revisionismo en la Unión Soviética», en este análisis deben haberse visto como reflejados en un espejo y haber sacado amargas conclusiones.

El hecho es que su último congreso, el VIIIº Congreso del Partido Comunista de China, que se celebró en 1956, estuvo directamente influido por el XXº Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética de 1956 [1]. Muchas de las tesis principales del VIIIº Congreso, presentadas en el informe de Liu Shao-chi, son tesis jruschovistas totalmente adoptadas por ellos. Resulta evidente que los camaradas chinos han estado de acuerdo con Jruschov sobre las tesis principales de éste contra Stalin y en pro del titoismo, sobre la coexistencia pacífica, etc. Además, en el VIIIº Congreso se desarrolló en toda su extensión una línea interna oportunista revisionista muy peligrosa.

En pocas palabras, los camaradas chinos minimizan la lucha de clases, comparten, digámoslo así, el poder económico con la burguesía capitalista, a la que garantizan un tercio de las ganancias y aseguran su permanencia a la cabeza de la gestión, recomiendan a viva voz la coexistencia con ella, etc [2]. En su frente conceden a los partidos burgueses casi los mismos derechos políticos que tiene el Partido Comunista de China, e incluso les reconocen el derecho de controlar el partido [3]. En lo que concierne a la vieja intelectualidad, no sólo se observa una actitud «correcta» hacia ella, sino que casi se la exalta [4]. Y por encima de todo esto, en el informe al VIIIº Congreso cualquier cosa que se coja se plantea ligada «a la educación, a la reeducación» [5] incluso de los terratenientes, acerca de los que se dice que «deben formar parte de las cooperativas» y se pone en evidencia que los capitalistas «han aceptado con entusiasmo la dirección de la clase obrera y del Partido Comunista de China».

En suma, hay que releer los informes al VIIIº Congreso para ver en toda su amplitud la línea que siguen los chinos, línea que fue llevada a la práctica de manera desenfrenada, sin control, sin congresos, sin reuniones de los plenos, provocando catástrofes, lo cual ha hecho que ahora los camaradas chinos salgan, hasta cierto punto, de su letargo y se pregunten: «¡¡¿Adónde vamos?!!» En su último análisis, han constatado que los capitalistas y los revisionistas han ocupado importantes posiciones en el partido y en el Estado, y que debían haber extirpado esto. Y en este análisis es probable que hayan chocado con resistencia.

Pero ¿cómo ha podido presentarse esta resistencia? Pudiera ser que Mao Zedong y otros camaradas hayan reconocido todos juntos, colectivamente, los errores cometidos en la línea. Esto hubiera sido lo justo. La otra posibilidad es que hayan echado la culpa a una parte de la dirección, con Liu Shao-chi a la cabeza, independientemente del grado de culpabilidad de este último [6]. Esto no hubiera sido lo justo.

En el primer caso, Liu Shao-chi y su grupo pueden haberse opuesto a esa conclusión y haber defendido las tesis del VIIIº Congreso, «razonándolas»; mientras que en el segundo caso no sólo deben haber defendido las tesis, sino haber exigido la culpabilidad y la responsabilidad de todos. Si el análisis se ha hecho según la primera versión, Mao y sus camaradas [7], con justa razón, han atacado a Liu y compañía y éstos se han «convencido» a medias o en una cuarta parte [8], y Mao, viendo que la depuración no podía avanzar de esta manera, actuó como ya sabemos, y, calificando esta revolución de cultural, puso en movimiento a la juventud estudiantil [9].

Y, ¿por qué ha actuado así? ¿Para no dar la impresión de que la labor llevada a cabo hasta entonces por la dirección y en particular por el grupo de Liu Shao-chi ha sido una labor «contrarrevolucionaria, revisionista»? ¿Para no poner en pie al partido «contra el partido», para no poner en pie a la clase obrera «contra el partido»?

Mao debía haber movilizado al partido contra los fraccionalistas revisionistas, debía haber puesto en pie al partido y a la clase obrera para poner en su lugar la línea» las normas, las leyes de la dictadura de proletariado y punto final. Esto hubiera sido doloroso tanto para ellos, como para los que se habían dormido, y también para los que habían actuado, pero hubiera conducido a una solución justa, definitiva y no a poner paños calientes. Una de dos, o bien se modificará radicalmente la línea oportunista del VIIIº Congreso, o bien se avanzará cojeando.

Y este cambio radical sólo puede hacerlo el partido» pero únicamente siguiendo la vía marxista-leninista, pues de lo contrario no está en el buen camino. Esto no debe ocurrir. Entonces junto con la parte sana «va contra la corriente», aplasta a los enemigos y rectifica completamente la línea, y no hace falta susurrar al oído de los estudiantes: «hacer esto, desenmascarar a tal, atacar a este comité, o elegir a ese otro»; esto no es correcto [10].

No lanzar a la acción a la clase obrera para ponerlas cosas en su sitio, so pretexto de que no debe ponerse en pie a la clase obrera «en contra del partido» [11] y, por otra parte, movilizar a los estudiantes «para elegir» a la clase obrera los comités del partido y para dictarle lo que debe hacer, es una práctica totalmente errónea. Además, si se pone en acción a la clase obrera, a ésta no se la levanta contra el partido, sino contra los revisionistas y la resistencia que oponen. ¿Hay o no hay resistencia por su parte? Si la hay, ¿por qué intentas encubrirla y resolver las cosas a medias?

Nada se puede resolver correctamente sin el partido no se puede establecer ni aceptar ninguna línea correcta marxista-leninista sin el consentimiento del partido, sin que la clase obrera esté al frente de la acción [12]. Cualquier otro camino conduce a errores, a consecuencias preñadas de innumerables peligros para el futuro.

Anotaciones de «Bitácora (M-L)»:

[1] Para observar las tesis de Liu Shao-chi y Deng Xiaoping al VIIIº del Congreso del Partido Comunista de China de 1956 –las cuales ya las había expresado previamente Mao Zedong–, y el renovado apoyo explícito de Mao Zedong a estas –recogido en sus propias Obras Escogidas– tanto dentro como fuera del congreso, recomendamos leer la obra y las anotaciones que introducimos en el documento: Enver Hoxha; «Sobre el decálogo ballista de Mao Zedong» de 1976.

[2] Para poder comprobar la «vía al socialismo china» que Mao Zedong y Liu Shao-chi promovieron en los años 50, recomendamos ver la obra de Jim Washington: «El socialismo no se puede construir en alianza con la burguesía», de 1980. Earl Browder, uno de los padres del revisionismo sabía bien de las intenciones del revisionismo chino respecto a la burguesía nacional, por ello lo alababa cuando tenía ocasión:

«El Partido Comunista de China acepta la perspectiva de un desarrollo capitalista de China, no sólo ahora, sino también para un futuro indefinido». (Earl Browder; Victoria y posguerra, 1942)

Como se ve efectivamente, y como era costumbre, se desoyeron los consejos de Stalin sobre lo que tenía que ser la revolución china:

«Los comunistas serán unos redomados charlatanes si no emprenden el camino de expropiación de la burguesía cuando existan soviets de diputados obreros y campesinos. (…) ¿Se puede y se debe renunciar a la expropiación de la burguesía en el futuro, cuando existan Soviets de diputados obreros y campesinos? No, no se debe». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; La revolución en china y las tareas de la Internacional Comunista, 1927)

Y a diferencia de esto, los métodos revisionistas chinos para tratar a la burguesía nacional fueron primero el libre desarrollo de la propiedad privada, y poco después su inclusión en el sector estatal donde no expropiaban al burgués, sino que se le ofrecía establecer al capitalista una empresa mixta estatal-privada, donde se le otorgaba al burgués su cuota de los beneficios de la empresa y se le mantenía en el puesto. Por lo tanto no terminaba ni la usurpación de la plusvalía ni el poder económico de dicha clase social. Muchos burgueses interesados en la experiencia china como Arthur A. Cohen felicitaron al revisionismo chino y a sus métodos que santificaban el «tránsito pacífico», ¡algo que incluso los propios chinos llegaban a atribuirlo como una contribución del revisionista de Mao Zedong al marxismo-leninismo!:

«En un Estado que tomó el poder político bajo las condiciones históricas y sociales concretas, el establecimiento del principio por el cual los capitalistas podían ser transformados para aceptar y seguir el socialismo, es otra brillante contribución del camarada Mao Zedong para el baúl del tesoro del marxismo-leninismo. Esta teoría nunca apareció en ningún otro clásico del marxismo-leninismo, y ningún otro país del mundo ha atravesado este tipo de experiencia. En la Unión Soviética y en el resto de las democracias populares fueron usados métodos forzados y violentos para hacer desaparecer a la burguesía como clase. Pero, bajo las condiciones de China, el mismo camino de eliminación de la burguesía puede ser conseguido a través de la transformación pacífica». (Shu Wei-kuang; El paso gradual en el periodo de transición chino, 1955)

En la cita no dice nada cuerdo, resuelta ni siquiera la afirmación de la presunta «brillante contribución», o sea tal estupidez, tal ilusión reformista, de que la burguesía se ofrezca a perder su carácter de clase privilegiado carece de veracidad, ya que antes que Mao Zedong los Bernstein, Bujarin, Tito, y un sin fin de oportunistas habían planteado tal teoría bajo la bandera del marxismo o el marxismo-leninismo, pero para mal de todos ellos el marxismo-leninismo y sus figuras ilustres siempre han declarado que:

«En la historia no se ha dado jamás el caso de que las clases moribundas se retirasen voluntariamente de la escena. No se ha dado jamás en la historia el caso de que la burguesía agonizante no apelase a sus últimas fuerzas para defender su existencia». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre la desviación derechista en el Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1929)

Pero el revisionismo chino, con toda torpeza repite los errores de viejos revisionismos:

«En el Partido Comunista de Yugoslavia el espíritu de la política de la lucha de clases está ausente. El aumento del número de los elementos capitalistas tanto en el campo como en la ciudad prosigue rápidamente, y la dirección del partido no toma medidas para limitar a estos elementos. El Partido Comunista de Yugoslavia se adormece con la podrida teoría oportunista de la integración pacífica de los elementos capitalistas en el socialismo, tomada prestada de Bernstein, Folmar, Bujarin». (Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética; Carta del CC del PC (b) de la US dirigida al CC del PCY, 27 de marzo de 1948)

[3] Uno de los «puntos flojos» del maoísmo que evidencian su revisionismo, es la cuestión del frente y el partido, ya que para empezar de sus concepciones emana la teoría del «mantenimiento del multipartidismo en el socialismo». Earl Browder, conocía bien el potencial de la teoría revisionista de la «nueva democracia», la cual dice que en la etapa democrático-nacional el proletariado no cumple ningún papel de vanguardia, tampoco su partido:

«¿Qué es el régimen constitucional de nueva democracia? Es la dictadura conjunta de las diversas clases revolucionarias sobre los colaboracionistas y reaccionarios. Alguien dijo una vez: «Si hay comida, que la compartan todos». Me parece que esto puede servir de metáfora ilustrativa de la nueva democracia. Puesto que la comida debe ser compartida por todos, es inadmisible que un solo partido, grupo o clase ejerza la dictadura». (Mao Zedong; Sobre el régimen constitucional de nueva democracia; 1940)

¿Cuáles eran las clases que se llamaban según los revisionistas chinos «pueblo»?

«¿Qué se entiende por pueblo? En China, en la presente etapa, por pueblo se entiende a la clase obrera, el campesinado, la pequeña burguesía urbana y la burguesía nacional». (Mao Zedong; Sobre la dictadura democrática popular, 1949)

Pues Earl Browder precisamente resaltaría el concepto de las cuatro clases de la nueva democracia –clase obrera, campesinado, pequeña burguesía urbana y burguesía nacional– en el poder, y su utilización para transitar de la etapa democrático-nacional a la etapa socialista sin disolver esta alianza:

«Formando el concepto de la «nueva democracia» bajo un nuevo frente que no sólo ocupa las particularidades de la etapa y momento, sino para el momento histórico del desarrollo y transición hacia el socialismo». (Earl Browder; Lecciones chinas para los marxistas americanos, 1949)

El propio Mao Zedong se encargó de confirmar estas teorías que auguraban la alianza entre las cuatro clases, y dicho concepto se extrapoló como no podía ser de otra forma a la cuestión del frente y el partido, permitiendo que en el frente existieran diferentes partidos ad infinitum, eso sí, bajo la excusa preferida de los revisionismos; la particularidad nacional –las tesis del multipartidismo fueron repetidas por Liu Shao-chi en el VIIIº Congreso de 1956–:

«¿Qué es mejor: que haya un solo partido o varios partidos? Por lo que hoy parece, es preferible que haya varios. Esto no sólo es válido para el pasado, sino que puede serlo también para el futuro; significa coexistencia duradera y supervisión mutua. En nuestro país, siguen existiendo los numerosos partidos democráticos que se formaron durante la resistencia al Japón y la lucha contra Chiang Kai-shek y que se componen principalmente de elementos de la burguesía nacional y de su intelectualidad. En este punto, nuestra situación difiere de la que existe en la Unión Soviética. De manera consciente permitimos que subsistan los partidos democráticos. (…) Tanto el partido comunista como los partidos democráticos surgieron en el proceso histórico. Todo lo que surge en el proceso histórico desaparece en el mismo proceso. Así, tarde o temprano desaparecerá el Partido Comunista y, de igual modo, los partidos democráticos». (Mao Zedong; Sobre las diez grandes relaciones, 25 de abril de 1956)

Y como anticipó Browder, así se mantuvo la alianza entre explotados y explotadores en la «construcción del socialismo». Algo notorio de lo que se hizo eco el conocido revisionista Carillo como inspiración teórica:

«Quizás el rasgo más original de la Revolución Socialista China lo constituye el hecho de que como aliado del proletariado, al lado de las masas campesinas y la pequeña burguesía urbana, se encuentre también la burguesía nacional. Esta constituye una de las aportaciones de los camaradas chinos a la experiencia revolucionaria mundial, digna de ser estudiada. (…) Junto al Partido Comunista coexisten diversos partido y grupos democráticos cuyo fundamento social es la burguesía nacional, la capa superior de la pequeña burguesía y sus intelectuales. (…) El régimen político socialista chino es pues un régimen de un solo partido, sino de varios. (…) Los hombres de los partidos y grupos democráticos ocupan importantes puestos en el gobierno y en el aparato del Estado; ejercen una real influencia en los asuntos públicos». (Santiago Carrillo; Sobre una singularidad de la revolución china: la alianza de los capitalistas nacionales con el proletariado, 1957)

Proclamar la coexistencia e incluso la supervisión de los partidos burgueses y pequeño burgueses sobre el partido proletario es algo que vuelve a escapar a la lógica marxista-leninista. Sobre todo cuando se puntualiza que no se habla de mantener esta situación en una etapa antiimperialista, antifeudal, antifascista, sino que se pretende establecer dicho multipartidismo en el socialismo, y de ahí hasta la llegada del comunismo donde desaparecerá todo partido, repasemos la teoría marxista-leninista sobre esto:

«Varios partidos y, por consecuencia, la libertad de partidos, sólo pueden existir en una sociedad en la que existen clases antagónicas, cuyos intereses son hostiles e irreconciliables; en una sociedad donde, por ejemplo, hay capitalistas y obreros, terratenientes y campesinos, kulaks y campesinos pobres, etc. Pero en la Unión Soviética ya no hay clases como los capitalistas, los terratenientes, los kulaks, etc. En la Unión Soviética no hay más que dos clases: los obreros y los campesinos, cuyos intereses, lejos de ser hostiles, son, por el contrario, amistosos. Por lo tanto, en la Unión Soviética no hay base para la existencia de varios partidos y, por consiguiente, para la libertad de esos partidos. En la Unión Soviética sólo hay base para un solo partido: el partido comunista. En la Unión Soviética sólo puede existir un partido, el partido comunista, que defiende valientemente y con toda consecuencia los intereses de los obreros y los campesinos». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre el proyecto de constitución en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, 1936)

[4] Tras basarse en las viejas teorías de la II Internacional de que China debía de traspasar por una etapa democrático-nacional muy prolongada, donde se utilizaría la propiedad privada para estimular la economía –ignorando de nuevo los consejos de la Komintern–, Mao Zedong y Liu Shao-chi creían que para transitar al socialismo bastaba con el mero hecho de establecer empresas estatal-privadas –empresas mixtas–, que eso significaba que los burgueses y los intelectuales burgueses aceptaban el socialismo. El «socialismo chino» de las concesiones políticas, ideológicas y económicas, pensaba que podía borrar –o eso creían aún por entonces– automáticamente el amor al lucro de estas clases sociales, creyendo que por ello se les debía dar voz y considerarles como contradicciones que nacían en el seno del pueblo, contradicciones que debían ser resueltas por los métodos no antagónicos, no coercitivos. En cuanto a proclamar que la burguesía es «amiga» y parte del proceso por colocar bajo el Estado el 51% las acciones en una empresa, no se diferencia mucho del programa eurocomunista y de lo que actualmente argumentan los seguidores del «socialismo del siglo XXI» para construir su «socialismo antidogmático». Esta sociedad «socialista» sólo podía ser socialista bajo teorizaciones revisionistas, nunca bajo la óptica del marxismo-leninismo. En China por mucho que aludan como otros revisionismos a la cuestión específica del país, las contradicciones entre el proletario y la burguesía jamás pudieron, pueden, ni podrán alcanzar dicho nivel de no antagónicas a la hora de resolver las tareas de la revolución socialista, pero para la dirección china, insistían, que no era así:

«Si hemos tenido el coraje de emprender la transformación de los capitalistas, ¿por qué no nos atrevemos ahora a reeducar a los intelectuales y personalidades democráticas? (…) Pienso que se debe continuar aplicando la consigna de «que se abran cien flores». Algunos camaradas consideran que se debe permitir que broten sólo flores fragantes y no hierbas venenosas». (Mao Zedong; Discursos en una Conferencia de secretarios de Comités Provinciales, Municipales y de Región Autónoma del partido, 1956)

Otro ejemplo de lo que venimos comentando sobre dicho liberalismo:

«En el dominio de la transformación del sistema social de nuestro país, en 1956 culminó, además de la cooperativización de la agricultura y de la artesanía, la conversión de las empresas industriales y comerciales privadas en empresas mixtas estatal-privadas. La rápida y feliz realización de esta tarea está estrechamente vinculada al hecho de que tratamos la contradicción entre la clase obrera y la burguesía nacional como una contradicción en el seno del pueblo. (…) En nuestro país, las contradicciones en el seno del pueblo también tocan a los intelectuales. Los varios millones de intelectuales que antes trabajaban para la vieja sociedad han pasado a servir a la nueva sociedad. (…) La burguesía y la pequeña burguesía exteriorizarán indefectiblemente su ideología. Se expresarán, obstinadamente y por todos los medios posibles, sobre las cuestiones políticas e ideológicas. No se puede esperar que actúen de otra manera. No debemos, recurriendo a la coacción, impedirles que se manifiesten; por el contrario, debemos permitirles que lo hagan y, al mismo tiempo, debatir con ellos y someterlos a una crítica adecuada (…) Abogamos por una libertad bajo dirección y una democracia guiada por el centralismo, pero con esto no queremos decir en ningún sentido que, en el seno del pueblo, deban emplearse métodos coercitivos para resolver los problemas ideológicos y los problemas relativos a la distinción entre lo correcto y lo erróneo. Pretender solucionar estos problemas utilizando órdenes administrativas y métodos coercitivos no sólo sería inútil, sino perjudicial». (Mao Zedong; Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo, 1957)

Las consecuencias de dichas ideas, las cuales los chinos mediante una repentina «epifanía» descubrieron que se habían estado aplicando en el partido, fueron expuestas por Enver Hoxha sin mucho maquillaje, y el tiempo verdaderamente le dio la razón:

«Aquí no estamos ante discusiones académicas «científicas», sino ante una línea política oportunista contrarrevolucionaria que se ha opuesto al marxismo-leninismo, que ha desorientado al Partido Comunista de China, en cuyo seno han circulado cientos de puntos de vista e ideas y que ha hecho que hoy existan de verdad 100 escuelas de pensamiento compitiendo. Esto ha hecho que las avispas burguesas revoloteen libremente por el jardín de las 100 flores y viertan su veneno. Tal actitud oportunista en lo tocante a los problemas ideológicos tiene sus raíces, aparte de otras cosas, en que el Partido Comunista de China a lo largo de todo el periodo que va desde su fundación hasta la liberación del país y de ahí en adelante, no se ha esforzado por consolidarse ideológicamente, no ha trabajado por inculcar la teoría de Marx, Engels, Lenin y Stalin». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

[5] El concepto de reeducación, y su extensión hasta límites no marcados, fue algo muy arraigado en el oportunismo de Mao Zedong, esto hizo que se incluyeran dentro de las altas esferas del partido a miembros del partido que habían cometido grandes errores, y que incluso en mente de Mao Zedong, pertenecían y representaban a la burguesía y a la pequeña burguesía. Aludiendo que ser un partido abierto para todas las masas y clases, decía que esto no creaba ningún peligro –como vimos no fue así–, y que esto le reportaba beneficios pues calmaba a los burgueses y pequeño burgueses al verse representados no sólo en el multipartidismo del Estado chino, sino en el propio Partido Comunista de China. El concepto de partido de masas, fue matizado durante la revolución cultural –como todo en general– como algo que sólo le correspondía en culpa a Liu Shao-chi pese a los escritos de Mao Zedong que lo atestiguan. Todo esto también fue criticado sin piedad por Enver Hoxha:

«Pero a diferencia de esto [del concepto leninista de partido de Stalin – Anotación de Bitácora (M-L)], y mostrando su carácter antileninista, Mao Zedong concibe el partido como una unión de clases con intereses opuestos, como una organización en que están enfrentadas y luchan dos fuerzas, el proletariado y la burguesía, el «cuartel general proletario» y el «cuartel general burgués», los cuales deben tener sus representantes en todo el partido, desde la base hasta los más altos órganos dirigentes». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

Y cita:

«En el VIIº Congreso de 1945, logramos persuadir a ciertos camaradas para que votaran por Wang Ming y Li Li-san. Y, ¿qué hemos perdido con ello en los últimos once años transcurridos desde el VIIº Congreso? Absolutamente nada. El haber elegido a Wang Ming y a Li Li-san no impidió el triunfo de nuestra revolución ni dilató unos meses su victoria. (…) La elección para el Comité Central de Wang Ming y Li Li-san, que cometieron errores de línea, presupone la necesidad de que dos de los camaradas que han actuado correctamente o que sólo han cometido leves errores les cedan el puesto, para que ellos puedan subir a la palestra. ¿Puede haber arreglo más injusto en el mundo? Es muy injusto si lo juzgamos de esta manera: Miren, gente que ha actuado en forma correcta o que no ha cometido más que errores leves, tiene que ceder el puesto a individuos que han cometido errores graves. Esto, a todas luces, es injusto; en ello no hay justicia alguna. Si hacemos la comparación con ese criterio, tendremos que reconocer que más vale estar equivocado que estar en lo cierto y más vale cometer errores grandes que pequeños. Pero, enfocada con otra óptica, la cosa no será así. Ellos son famosos en el país y en el mundo entero por los errores de línea que cometieron. La razón por la cual los elegimos estriba precisamente en que ellos son famosos. ¡Qué otro remedio hay si gozan de fama y la fama de los que no han cometido errores o sólo han cometido pequeños errores no puede compararse con la suya! En nuestro país, que tiene una gran masa de pequeño burgueses, ellos son sus banderas. Con su elección, mucha gente comentará: el partido comunista todavía los espera e incluso les ha cedido dos asientos a fin de facilitarles la corrección de sus errores. Que se corrijan o no es otra cuestión, y de muy poca importancia, pues es algo que atañe solamente a ellos dos. El problema está en que en nuestra sociedad hay un número muy grande de pequeño burgueses, en nuestro partido hay muchos elementos pequeño burgueses vacilantes y entre los intelectuales hay una multitud de elementos vacilantes, y todos ellos ponen sus ojos en estos modelos. Cuando vean que estas dos banderas siguen en pie, se sentirán a gusto, dormirán tranquilos y estarán contentos. Pero caerán en el pánico si estas dos banderas son arriadas». (Mao Zedong; Fortalecer el partido, continuar sus tradiciones, 30 de agosto de 1956)

A esta evidente cita más característica de un socialdemócrata, finaliza Enver Hoxha:

«Renunciando a la lucha de principios en las filas del partido, Mao Zedong hacía el juego a las fracciones, buscaba concertar compromisos con algunas de ellas para oponerse a otras y reforzar así sus posiciones. Con tal plataforma organizativa, el Partido Comunista de China nunca ha sido ni podía ser un partido marxista-leninista. En él no se respetaban los principios y las normas leninistas». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

Este concepto de partido está en las antípodas del concepto de partido leninista:

«El partido se fortalece depurándose de los elementos oportunistas. El fraccionalismo dentro del partido nace de sus elementos oportunistas. El proletariado no es una clase cerrada. A él afluyen continuamente elementos de origen campesino, pequeño burgués e intelectual, proletarizados por el desarrollo del capitalismo. (…) Todos estos grupos pequeño burgueses penetran de un modo o de otro en el partido, llevando a éste el espíritu de vacilación y de oportunismo, el espíritu de desmoralización y de incertidumbre. Son ellos, principalmente, quienes constituyen la fuente del fraccionalismo y de la disgregación, la fuente de la desorganización y de la labor de destrucción del partido desde dentro. Hacer la guerra al imperialismo teniendo en la retaguardia tales «aliados», es verse en la situación de gente que se halla entre dos fuegos, tiroteada por el frente y por la retaguardia. Por eso, la lucha implacable contra estos elementos, su expulsión del partido es la condición previa para luchar con éxito contra el imperialismo». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Los fundamentos del leninismo, 1924)

El búlgaro Georgi Dimitrov, cuando estuvo al frente de la Komintern, ya pudo detectar muchas de las desviaciones del Partido Comunista de China bajo la dirección de Mao Zedong, desviaciones que luego serían todavía más abiertas y frecuentes. Citas como la siguiente, demuestran la tendencia socialdemócrata a reclutar miembros indiscriminadamente, a no mirar su origen de clase ni habilidades, y explica en parte también, la postura ampliamente extendida de este revisionismo de pensar ciegamente en la buena fe de ciertos elementos para la reeducación pese a su origen explotador y sus constantes demostraciones de que no tienen intención de cambiar:

«Hacemos mención especial que la línea correcta en la creación del frente unido antijaponés significa el fortalecimiento general del partido y el ejército rojo. Por lo tanto, estamos muy preocupados por su decisión de que todo el que desee puede ser aceptado en el partido, sin ninguna consideración de su origen social, que el partido no tema que algunos arribistas busquen su camino en el partido, así como de su mensaje sobre las intenciones de aceptar incluso a Zhang Xueliang en el partido. En la actualidad, más que en cualquier otro momento, es necesario para mantener la pureza de las filas y el carácter monolítico del partido. Mientras conducimos el alistamiento sistemático de personas en el partido y así lo reforzamos, especialmente en el territorio del Kuomintang, es necesario que al mismo tiempo que evitamos la inscripción masiva en el partido, aceptemos sólo a las mejores y probadas personas de entre los obreros, campesinos y estudiantes». (Georgi Dimitrov; Telegrama de la Secretaria del Comité Ejecutivo de la Komintern al Secretariado del Partido Comunista de China, 15 de agosto de 1936)

Podríamos citar mil casos que demuestran el oportunismo en el partido del revisionismo chino, y otras mil citas de los autores del marxismo-leninismo contraponiéndose a tales tesis extrañas, pero con estos ejemplos creemos que es suficiente.

Fuera del partido, la reeducación en términos generales de la burguesía de los revisionistas chinos sería uno de los temas que más interesaba al futuro líder eurocomunista Santiago Carrillo: la «reeducación socialista» china de los explotadores de modo pacífico a través de concesiones donde se permitía a la extracción de plusvalía y el crecimiento del poder económico de los explotadores le era harto atractiva:

«La vida nos enseña, por el contrario que incluso en China donde la transformación de la Revolución democrática en socialismo se lleva a cabo pacíficamente y no hablemos de la burguesía monopolista ha aceptado marchar gradualmente hacia el socialismo cuando no le queda más que este camino o el suicidio. La experiencia china contribuye a fundamentar los planteamientos hechos por el XXº Congreso del PCUS de 1956 sobre las diversas formas que puede revestir el paso del capitalismo hacia el socialismo. Hasta el presente, los ejemplos de paso pacífico del capitalismo. (…) Lo que ha ocurrido en China, es decir, que una parte de la burguesía participe en determinadas condiciones en la edificación del socialismo, puede repetirse en otros países. (…) Como consecuencia de su alianza con la clase obrera los capitalistas nacionales son considerados con respeto en la nueva sociedad china. En las empresas mixtas ocupan puestos directivos, de acuerdo con su preparación y su experiencia, al lado de los representantes del Estado Popular. Algunos de ellos son hombres de Estado. En Shanghái hemos conocido un gran fabricante textil, dueño de una fortuna de 80 millones de yens –varias veces multimillonario en pesetas–, diputado a la Asamblea Nacional Popular y concejal de su ciudad. El Partido Comunista Chino y los otros partidos y grupos democráticos han emprendido una labor de reeducación con los capitalistas nacionales, muy interesante. El objetiva de esa labor es hacer pasar del estado de explotador al de trabajador a los individuos que hoy forman esa clase. Se trata de mostrarles que el sistema de ideas originado en su condición de capitalistas, y esta misma condición, son injustos; que un hombre no tiene derecho a explotar a otros. Esta labor de reeducación, ligada a la experiencia práctica, diaria, ha dado sus frutos». (Santiago Carrillo; Sobre una singularidad de la revolución china: la alianza de los capitalistas nacionales con el proletariado, 1957)

[6] Obviamente en torno al Partido Comunista de China, ni sus actuales seguidores, ni los viejos, ha llegado jamás una sincera y aguda autocrítica de los errores permitidos durante el periodo que media entre 1935 y 1976. Así planteaba tan fácilmente Enver Hoxha estos claros interrogantes y como burdamente pretendían resolverlos los chinos:

«Da la impresión de que los camaradas chinos, al descubrir «una grave corriente hostil en la literatura» –y esto ¿por qué no lo han visto antes y no han adoptado medidas?–, al descubrir que «hay cuadros dirigentes del partido y del Estado que están en el camino capitalista» –y esto ¿por qué no lo han visto antes y no han tomado medidas?–, al despertarse de su pasado sueño y constatar que los capitalistas y los kulaks han engordado y se han reforzado, llegando a la conclusión que tienen todavía poder –¿esto por qué se ha permitido?–. Pero los camaradas chinos, pues, llegan a la conclusión de que todos estos males serán resueltos por la «revolución cultural proletaria», por la «guardia roja», integrada por los jóvenes, y por la elevación a un grado fantástico del culto a Mao Zedong». (Enver Hoxha; Algunas opiniones previas sobre la gran revolución proletaria china; Reflexiones sobre China, Tomo I, 14 de octubre de 1966)

También está claro como hemos anunciado en la introducción, que dichos problemas ideológicos, organizativos, de partido, económicos, burocráticos, etc., no sólo no fueron solucionados por la «revolución cultural», sino que a veces incluso se agravaron.

[7] La falta de autocrítica hunde al partido en un cenagal de oscurantismo, viviendo los militantes en la inopia y la desconfianza:

«Dicen que un error no corregido es dañino para nuestra gran obra. ¿Y qué? Ya saldremos de apuros como sea. Así suelen razonar, camaradas, algunos de nuestros militantes responsables. Pero ¿qué significa eso? Si nosotros, los bolcheviques, que criticamos a todo el mundo, si nosotros, que, hablando con las palabras de Marx, tomamos el cielo por asalto, si nosotros, por no alterar la tranquilidad de estos o aquellos camaradas, renunciamos a la autocrítica, ¿no está claro que de ello no puede salir más que el hundimiento de nuestra gran causa? Marx decía que la revolución proletaria se distingue, entre otras cosas, de todas las demás revoluciones porque se critica a sí misma y, criticándose, se fortalece. Esta indicación de Marx es muy importante. Si nosotros, los representantes de la revolución proletaria, cerramos los ojos a nuestros defectos, si resolvemos los problemas en familia, callándonos nuestros errores y ocultando las lacras dentro del organismo de nuestro partido, ¿quién va, entonces, a corregir estos errores y estos defectos? ¿Acaso no está claro que dejaríamos de ser revolucionarios proletarios y nos hundiríamos de seguro si no extirpásemos de nuestro medio ese filisteísmo, ese espíritu de compadrazgo en la solución de las cuestiones más importantes de nuestra obra? ¿Acaso no es evidente que al renunciar a una autocrítica honrada y franca, que al renunciar a corregir honesta y públicamente nuestros errores, nos cerramos el camino para seguir avanzando, para seguir mejorando nuestra obra, para seguir logrando nuevos éxitos de nuestra causa?». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Informe en el XVº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1927)

Estos mismos métodos coercitivos en el Partido Comunista de China se podían ver en el revisionismo titoista, hermano ideológico directo del revisionismo maoísta con el cual mantuvo tan buenas relaciones; teniendo su primer idilio sino-yugoslavo en los años 50 –por el antistalinismo– y la luna de miel de los 70 –por el cual se reconocían recíprocamente las divisiones antimarxistas del mundo de una y otra dirigencia: teoría de los tres mundos y teoría de los países no alineados–:

«El Partido Comunista de Yugoslavia se mantiene todavía en una condición de semiclandestinidad no obstante el hecho de que hace ya tres años y medio que está en el poder; dentro del Partido no hay democracia, ni elecciones, ni crítica y autocrítica, y el Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia se compone en su mayor parte de miembros no elegidos, sino cooptados». (Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética; Carta del CC del PC (b) de la US dirigida al CC del PCY, 4 de mayo de 1948)

¿Alguien además puede explicar cómo podía el Partido Comunista de China hacer autocrítica y avanzar bajo una línea diferente de la promulgada en el VIIIº Congreso de 1956 si se seguían promoviendo durante la «revolución cultural» china como súmmum del marxismo las mismas obras que habían llevado el partido a dicho atolladero revisionista?:

«En esta gran revolución cultural tan compleja, los comités del partido a todos los niveles tienen mayor necesidad de estudiar y aplicar concienzuda y creadoramente los escritos del presidente Mao. En particular, deben estudiar repetidamente las obras del presidente Mao Zedong referentes a la revolución cultural y los métodos de dirección del partido, tales como «Sobre la nueva democracia» de 1940, «Charlas en el foro de Yen’an sobre literatura y arte» de 1942, «Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo» de 1957, «Discursó ante la Conferencia Nacional del Partido Comunista de China sobre el trabajo de propaganda» de 1956». (Partido Comunista de China; Decisión del comité central del Partido Comunista de China sobre la gran revolución cultural proletaria, 1966)

[8] En la lucha contra la abierta contrarrevolución, inclusive dentro del propio partido jamás se debe negar el papel que desarrolla dicho partido ni sus fundamentos, se debe ligar a las masas sí, pero jamás postergarse a la iniciativa de las masas ni premiar dicha iniciativa espontanea ante los objetivos claros que debe de tener ya trazados de antemano el partido en ese momento:

«El partido como destacamento de vanguardia de la clase obrera. El partido tiene que ser, ante todo, el destacamento de vanguardia de la clase obrera. El partido tiene que incorporar a sus filas a todos los mejores elementos de la clase obrera, asimilar su experiencia, su espíritu revolucionario, su devoción infinita a la causa del proletariado. Ahora bien, para ser un verdadero destacamento de vanguardia, el partido tiene que estar pertrechado con una teoría revolucionaria, con el conocimiento de las leyes del movimiento, con el conocimiento de las leyes de la revolución. De otra manera, no puede dirigir la lucha del proletariado, no puede llevar al proletariado tras de sí. El partido no puede ser un verdadero partido si se limita simplemente a registrar lo que siente y piensa la masa de la clase obrera, si se arrastra a la zaga del movimiento espontáneo de ésta, si no sabe vencer la inercia y la indiferencia política del movimiento espontáneo, si no sabe situarse por encima de los intereses momentáneos del proletariado, si no sabe elevar a las masas hasta la comprensión de los intereses de clase del proletariado. El partido tiene que marchar al frente de la clase obrera, tiene que ver más lejos que la clase obrera, tiene que conducir tras de sí al proletariado y no arrastrarse a la zaga del movimiento espontáneo. Esos partidos de la II Internacional, que predican el «seguidismo», son vehículos de la política burguesa, que condena al proletariado al papel de instrumento de la burguesía». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Fundamentos del leninismo, 1924)

[9] Tras las sucesivas llamadas de atención de la Komintern a Mao Zedong por sus puntos de vista sobre el campesinado –tanto cuando era Secretario General del partido como previamente cuando no lo era–, Enver Hoxha recalcó la nefasta idea y práctica sucedida en la «revolución cultura» china, de que los estudiantes fueron la vanguardia del movimiento, vanguardia que tiempo después fue remplazada por el ejército, a veces inclusive contra los estudiantes:

«Lenin consideraba la negación de la idea de la hegemonía del proletariado en el movimiento revolucionario como uno, sino el aspecto más vulgar del reformismo. (…) Los revisionistas soviéticos, de palabra, no niegan el papel dirigente de la clase obrera, mientras en la práctica lo han liquidado, porque han despojado a dicha clase de toda posibilidad de dirigir. Pero también teóricamente eliminan este papel, dado que defienden la nefasta teoría «del partido y del Estado de todo el pueblo». Los revisionistas chinos, como pragmáticos que son, colocan a la cabeza de la «revolución», según el caso, unas veces al campesinado, otras al ejército, en ocasiones a los estudiantes, etc. El Partido del Trabajo de Albania defiende firmemente la tesis marxista-leninista de que la clase obrera constituye la fuerza decisiva del desarrollo de la sociedad, la fuerza dirigente de la transformación revolucionaria del mundo, de la construcción de la sociedad socialista y comunista». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

Como vemos además, el albanés hila bien con el hecho de que todo revisionismo suele negar en la práctica –pese a al reconocimiento a veces formal en la teoría– el papel de la clase obrera. En el caso concreto que hablamos, o sea el periodo de los años 60 y la «revolución cultura» china, se tenía como eje no a la clase obrera, sino a capa de la sociedad de los estudiantes, dándose el caso para más inri, de que mayoritariamente esa mayor parte de los estudiantes de enseñanza superior procedían no de extractos proletarios, sino que procedían de las clases burguesas y pequeño burguesas:

«Según muestra una investigación hecha en Pekín, la mayoría de los estudiantes de nuestros centros de enseñanza superior son hijos de terratenientes, campesinos ricos y burgueses, así como de campesinos medios acomodados, en tanto que los procedentes de familias obreras o familias de campesinos pobres y campesinos medios inferiores constituyen apenas un 20 por ciento». (Mao Zedong; Discursos en una Conferencia de secretarios de Comités Provinciales, Municipales y de Región Autónoma del partido, 1957)

[10] Veamos otro ejemplo de lo que formaba la «guardia roja», y su función de vanguardia en la época de la «revolución cultural» china por encima del ejército o incluso del partido:

«Desde el 20 de agosto, los jóvenes guardias rojos de Pekín, destacamentos de estudiantes, han tomado las calles. (…) Los comandantes y combatientes del ejército de liberación del pueblo de la capital han expresado unánimemente su apoyo a las acciones revolucionarias de los estudiantes revolucionarios y la realización de la gran revolución cultural proletaria hasta el final». (Pekín Informa; Vol.9, Nº36, 3 de septiembre de 1966)

¿Esta «guardia roja» a quién guardaba lealtad? ¿Al partido comunista y los fundamentos del marxismo-leninismo? No, a Mao Zedong, y a su pensamiento, se estudiaban sus obras y se las promulgan como las más grandes obras jamás escritas por un ser humano, pese a que fueran abiertamente antimarxistas y el cenit del revisionismo asiático:

«Lo que nuestros guardias rojos aman por encima de todo es leer las obras del Presidente Mao Zedong y seguir sus enseñanzas, su amor por el pensamiento de Mao Zedong es más que ardiente. Llevan consigo copias de citas del Presidente Mao Zedong [se refiere al conocido «Libro rojo de Mao» – Anotación de Bitácora (M-L)]. Ellos toman como obligación primordial el estudio, la difusión, aplicación y defensa del pensamiento de Mao Zedong. (…) Los guardias rojos son la fuerza de choque de la gran revolución cultural proletaria». (Pekín Informa; Vol.9, Nº39, 1966)

Para la «guardia roja», Mao Zedong era un ser inmune al error, divino, mesiánico, y no utilizaban por ello el materialismo-dialéctico como piedra de toque, sino lo que dicha figura dijera y expresara:

«Si tú eres un revolucionario, un marxista-leninista, tu inevitablemente apoyaras al gran líder y presidente Mao Zedong y a su victorioso pensamiento: si tú eres un contrarrevolucionario, un antimarxista-leninista tú de opondrás inevitablemente al presidente Mao y a su pensamiento». (Pekín Informa; Vol.10, Nº46, 23 de septiembre de 1967)

Aunque el miembro de la «guardia roja» no comprendiera en lo más mínimo que leía, ya que para ellos las ideas de Mao Zedong jamás se ponían en duda, en teoría había que continuar con el borreguísimo hacia dicha figura sin cuestionarse uno lo más mínimo, de hecho su culto se elevó hasta tonos enfermizos hasta el punto que como decimos se arengaba a confiar en los pensamientos de dicho «genio» aunque el que las oía o leía no las entendiera:

«El Presidente Mao Zedong es el genio más grande. Sus instrucciones son clarividentes y grandes previsiones científicas. Al principio con frecuencia no entendemos plenamente muchas de estas instrucciones o incluso estamos muy lejos de entenderlas». (Pekín Informa; Vol.11, Nº11, 15 de marzo de 1968)

[11] El partido comunista no debe apartarse jamás de la influencia y crítica de la clase obrera, sobre todo de su núcleo industrial, el sector más concienciado, sin caer en el seguidismo y espontaneísmo, pero tampoco divorciándose de dicha clase:

«Con el fin de seguir siendo siempre un partido de la clase obrera y nunca degenerar como el Partido Comunista de la Unión Soviética y muchos otros partidos comunistas en un partido anticomunista y antiobrero, es el deber de nuestro partido ponerse bajo el control permanente de la clase obrera y las demás masas trabajadoras, y trabajar con todas sus fuerzas para elevar el nivel de su conciencia, en especial el de la clase obrera ya que es el núcleo del cual se nutren, y dicho nivel de conciencia debo ponerlo tan cerca como sea posible al nivel de conciencia del partido proletario y sus elementos más avanzados. El partido que se divorcia de la clase obrera y se sitúa por encima de ella, que sólo habla en nombre de ella sin tener en cuenta sus intereses de clase, que no permanece en todo momento como una parte inseparable de dicha clase, como vanguardia unida e inquebrantable de ella, y que no tiene por objeto y no logra alcanzar el liderazgo de la clase obrera, este partido, que en la práctica, que no tiene a la clase obrera y al resto del pueblo trabajador conscientemente movilizados para construir el socialismo y para defender lo que ellos mismos edifican, no puede ser llamado un verdadero partido de la clase obrera. Y es así que es normal que pronto degenere en un partido burgués-revisionista». (Nexhmije Hoxha; Algunas cuestiones fundamentales de la política revolucionaria del Partido del Trabajo de Albania sobre el desarrollo de la lucha de clases, 27 de junio de 1977)
Otra de las pruebas que demuestra el bluf de la llamada «revolución cultural» china ha sido sus tendencias anarquistas que niegan el partido y su rol. Durante la revolución cultural se rebajó el nivel del partido a mínimos de mera apariencia, e incluso se disolvieron sus comités y sus organizaciones de juventudes:

«¡¿Qué era esta Revolución Cultural?! ¡¿Quién la dirigía y contra quién se hacía?! Esta revolución, por decirlo de alguna manera, estaba dirigida por Mao Zedong y un estado mayor limitado agrupado en torno a él. Más o menos, Mao Zedong hizo el siguiente llamamiento: «Fuego sobre los cuarteles generales». Pero, ¿quiénes eran estos cuarteles generales? Iban desde los de Liu Shao-chi, Deng, Xiaoping, Chou En-lai, Li Xiannian y tantos y tantos otros, hasta abajo a nivel de los comités. ¿Quién debía atacar estos cuarteles genérales? La juventud, que al llamamiento de Mao Zedong se lanzó a la calle de manera espontánea, anarquista. Y toda esta acción no fue concentrada en el camino marxista-leninista, ni se desarrolló en este espíritu. Es característico que hayan sido estudiantes, escolares, intelectuales, los que se lanzasen a esta «revolución». La famosa «revolución» fue hecha así por los intelectuales, fuera del control del partido, el cual no sólo no la dirigía, sino que de hecho estaba casi liquidado. El estado mayor de la revolución no tenía confianza ni en el partido de la clase obrera, ni en la misma clase obrera. Y se produjeron enfrentamientos sangrientos, se asistió incluso a batallas en toda regla con artillería y morteros». (Enver Hoxha; Los zigzags en la línea china; Reflexiones sobre China, Tomo II, 1 de enero de 1976)

Esta supresión del papel del partido sería sustituido por el culto y seguimiento a la figura mitificada de Mao Zedong:

«Esto despierta muchas sospechas. Esta lucha, en lugar de ser llevada a cabo por el partido, lo es por los «comités revolucionarios» que, como es sabido, no están controlados ni dirigidos por el partido, pero todo es hecho y dirigido en nombre del «desenfrenado culto a la personalidad de Mao Zedong», de las «obras de Mao Zedong», de las «citas de Mao Zedong» y hasta del «nadar de Mao Zedong». Los camaradas chinos, deseando poner de relieve los méritos de Mao, han eclipsado el papel de las masas, han eclipsado el papel de su partido, por no hablar del papel de su Comité Central, el cual «no existe» frente a la personalidad de Mao. Han substituido el marxismo-leninismo por las «ideas de Mao Zedong», e incluso la propaganda china da la impresión de querer decir que también Marx y Lenin serían un obstáculo para la «fama de Mao», por eso se les cita lo menos posible». (Enver Hoxha; El culto a Mao Zedong; Reflexiones sobre China, Tomo I, 9 de agosto de 1966)

De hecho Enver Hoxha registraba que formalmente al menos, la reorganización del partido comenzaría en 1968:

«Se confirma pues que hasta ahora el Partido Comunista de China había estado suspendido o disperso y que la Revolución Cultural estaba dirigida por Mao y «el Grupo Principal de la Revolución Cultural». Sin embargo, tal situación no debía haber sido prolongada, e incluso todo el período que ha transcurrido sin que el partido haya estado en la dirección, cualesquiera que hayan sido las exigencias de las situaciones creadas ha acarreado y acarreará en el futuro muchas consecuencias negativas». (Enver Hoxha; Una buena noticia de China: el partido está siendo reorganizado; Reflexiones sobre China, Tomo I, 19 de enero de 1968)

[12] Así se hablaba en China del papel predominante del estudiante en dicho movimiento, pese a ciertas peroratas sobre el partido, se reconocía la confianza de que dicha «fuerza motriz» lograra su «autoliberación». Obviamente el partido no debe divorciarse de las masas y actuar en su nombre sino fundirse con ellas e instruirlas en el espíritu proletario, pero desde luego tampoco puede confiar al joven estudiante, o a cualquier otra capa social o clase no proletaria, el papel de ningún proceso sino que el partido debe intentar que el estudiante se acerque al partido y en caso de luchas intestinas a sus militantes más sanos, ya que es la vanguardia del proletariado y de sus elementos más conscientes. Las masas ni impulsan ni instruyen al partido, es al revés, el partido guía a las masas y no sigue los deseos espontáneos de las masas, todos estos métodos errados por tanto de menospreciar el papel del partido y de la clase que representa, inspirarían tiempo después con el mismo resultado el mayo francés de 1968:

«Los responsables de numerosas organizaciones tienen una comprensión muy pobre de la tarea de dirección en esta gran lucha, su dirección está lejos de ser concienzuda y eficaz, y, en consecuencia, se encuentran en una situación débil y de incompetencia. En ellos, el «temor» prima sobre todo: se aferran a los reglamentos y fórmulas anticuados y no están dispuestos a romper con las prácticas convencionales ni a avanzar. Han sido sorprendidos por el nuevo carden revolucionario de las masas y, como resultado de ello, su dirección ha quedado a la zaga de la situación, a la zaga de las masas. (…) Un gran número de jóvenes revolucionarios, antes desconocidos, se han convertido en valientes desbrozadores de caminos. Actúan con firmeza, vigor e inteligencia. Por medio de dazibaos y de grandes debates, exponen franca y plenamente sus opiniones, denuncian y critican en profundidad, y lanzan resueltos ataques contra los representantes abiertos u ocultos de la burguesía. En el curso de semejante gran movimiento revolucionario, es inevitable que ellos muestren tales o cuales defectos, pero su orientación revolucionaria fundamental ha sido siempre correcta. Esta es la corriente principal de la gran revolución cultural proletaria. Es la dirección principal en que la gran revolución cultural proletaria prosigue su avance. (…) En la gran revolución cultural proletaria, las masas mismas pueden liberarse solas, y no podemos de ningún modo actuar en su sitio. Hay que tener confianza en las masas, apoyarse en ellas y respetar su espíritu de iniciativa. Hay que rechazar el temor y no tener miedo a los disturbios. (…) ¡Qué las masas se eduquen en este gran movimiento revolucionario y operen la distinción entre aquello que es justo y aquel que no lo es, entre los modos de actuar correctos e incorrectos!». (Partido Comunista de China; Decisión del comité central del Partido Comunista de China sobre la gran revolución cultural proletaria, 1966)

Obviamente los estudiantes, dicha capa de la sociedad que representa a la juventud, no estaban en capacidades de resolver las contradicciones internas de un partido proletario, más cuando como hemos visto, en China su procedencia era de las clases sociales burguesas y pequeño burguesas. Así expresaría Enver Hoxha su preocupación por los acontecimientos en China, por la negación del partido proletario como tal, por los métodos coercitivos en su organización, por la negación del papel de vanguardia reservado históricamente al proletariado, algo que agudizaba los hechos en China, llegando al punto de enfrentar a la clase obrera con los estudiantes:

«Una revolución de este tipo, de acentuado carácter político, fue llamada cultural. Para nuestro partido esta denominación era claramente inexacta y así lo manifestamos, porque en realidad en China se había desatado un movimiento político y no cultural. Pero lo principal a denunciar aquí era que esta «gran revolución proletaria» no estaba dirigida ni por el partido, ni por el proletariado. Esta grave situación tenía su origen en los viejos conceptos antimarxistas de Mao Zedong que subestiman el papel dirigente del proletariado y sobreestiman a la juventud en la revolución. (…) Así la clase obrera fue dejada de lado y hubo numerosos casos en que se opuso a los guardias rojos, e incluso se enfrentó con ellos. Nuestros camaradas, que en aquel entonces se encontraban en China, han visto con sus propios ojos a los obreros de las fábricas luchar contra los jóvenes. El partido fue disuelto, fue liquidado, y los comunistas y el proletariado no eran tenidos en cuenta. Esta situación era muy grave». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

Notas

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