El reconocido escritor uruguayo Ignacio Martínez, exponente del PIT-CNT, la central sindical única de su país, analizó en diálogo con Sputnik los impactos de la Revolución de 1917 en el ámbito cultural.

Martínez, director de Cultura del PIT-CNT, resaltó este período como “una etapa crucial del siglo XX”. A criterio del autor, es preciso entender el contexto de la opresión zarista y de un país “atrasadísimo e inmerso en el feudalismo”. La revolución contrapuso a este escenario “la construcción de un país moderno, liberado de esos males tan tremendos”.

“A partir de esto, si la cultura es esa relación del ser humano con el planeta, con el mundo, con su prójimo, consigo mismo, entonces los aspectos artísticos culturales empiezan a adquirir un papel fundamental para resolver ese conflicto”, comentó el escritor.

En estos postulados, indicó, es que se basó “la propuesta original de la revolución” en lo cultural. Las distintas manifestaciones de la época buscaron “engrandecer la vida” y la construcción de “seres humanos modernos, cuestionadores, con pensamiento crítico”.

El pueblo ruso, tras siglos de feudalismo, comenzó en 1917 “a otear el horizonte de un mundo moderno”. La revolución llevó consigo “un proceso explosivo de consumo cultural, de realización y de preservación de lo que ya había”.

Las colecciones privadas pasaron de ser privilegio de unos pocos a constituir un patrimonio público “al servicio de las grandes mayorías”. El goce de diversas manifestaciones artísticas y arquitectónicas se volvió un elemento del día a día del pueblo soviético: un ejemplo es el metro de Moscú, para Martínez “una joyita artística plástica”. Pero también en el campo de la producción audiovisual, con Sergei Eisenstein, el máximo representante de la cinematografía de la URSS en la década de 1920.

“Hay una escena de una de sus películas, Octubre, que cuando asaltan el Palacio de Invierno, muchos de estos hombres y mujeres condenados a la inmensa miseria, al lograr entrar ven la oportunidad de llevarse cosas. Agarran lo que venga: tazas, platos o cubiertos. En la puerta, los detienen los soldados del Ejército Rojo y les dicen que eso no es propiedad ni suya ni del Zar. Es propiedad del pueblo”, relató Martínez.

Martinez destacó la universalización de la educación y la importancia que se le dio a la cultura en el sistema de formación. Se fundaron escuelas nocturnas para que la población adulta pudiera educarse, se amplió el acceso a la educación primaria y secundaria “con la mayor amplitud posible al conocimiento, a la cultura en general y a las artes en particular”.

No solo las artes, sino también las ciencias exactas y el razonamiento lógico. Martínez puso como ejemplo la matemática y el ajedrez. Asimismo, en una concepción global del ser humano, la educación física también tuvo un gran impulso.

El escritor enumeró “un primer período” a partir de 1917, una etapa que “fue formidable”, marcada “por la libertad de la creación, por el desarrollo de expresiones artísticas” como la cinematografía de Eisenstein.

En el campo literario, Martínez señaló a Máximo Gorki y a Vladímir Maiakovski, “creadores que se adhirieron al proceso revolucionario” a distintos grados, “pero a partir de una distancia propia de la libertad que les permitía realizarse”.

“Todo eso también tuvo mucho que ver con un concepto de cultura de un pueblo que se levantaba frente al siglo XX, que nació prácticamente con una guerra en 1914, haciendo estragos en aquella Europa que vivirá un siglo tremendo en el que los rusos, a pesar de eso, intentaron ser un faro de referencia, y de hecho lo fueron”, aseveró Martínez.

En América Latina, la revolución llevó al surgimiento de los Partidos Comunistas, que se escindieron de los socialistas. El Partido Comunista de Uruguay (PCU) tuvo, a criterio del entrevistado, una influencia “muy intensa” en las expresiones más “genuinas” de la cultura popular autóctona.

“El PCU tuvo una injerencia y un papel en el desarrollo de la cultura, el folclore, el teatro, el carnaval y la poesía. Tuvo que ver con esa propuesta de liberación, que de alguna manera después tendrá como segundo gran ímpetu la Revolución Cubana”, opinó el autor.

Martínez tiene una prolífica obra de 88 libros para niños y jóvenes y 11 para adultos. En su bibliografía, él reconoce la influencia de “dos grandes autores”: Máximo Gorki, que “formó parte” de su niñez; y Anton Makarenko “que escribió una formidable pieza cultural”, el Poema Pedagógico.

“Makarenko fue el hombre al que asignaron la recuperación de todos los jóvenes que estaban vinculados a la delincuencia, la vida en la calle, el robo…Y este hombre hizo una propuesta educativa que nos vendría muy bien acá. Ojalá todos los funcionarios y los educadores que están vinculados a nuestro sistema educativo formal e informal lo pudieran leer”, comentó

Estas dos figuras “intervinieron” en su formación cultural “con mucha fuerza” junto a Maiakovski, “hombre polémico si los hay, porque planteó una poesía distinta, una propuesta literaria liberadora” que lo llevó a enfrentarse con el sistema.

En la creación de Martínez, enfocada especialmente al público infantil y juvenil, el autor destaca la influencia de la cultura emanada de la revolución a través de “la búsqueda formidable de la belleza, la sensibilidad y la ternura” en manifestaciones como el ballet o la literatura para niños.

Según el escritor, esto “sigue vigente” en la producción cultural rusa. Puso como ejemplo la animación ‘Masha y el Oso’, en la que “importan los afectos y la ternura por encima de la violencia o cualquier otra manifestación”.

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