Rumores de golpe de Estado, tanto en Gran Bretaña como en Francia

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FOTO: Corbyn, dirigente del Partido Laborista

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Como ya hemos expuesto en otra entrada, el atentado de Manchester ha servido de velo para encubrir la profunda descomposición del capitalismo en Gran Bretaña, que rueda cuesta abajo cada vez a una velocidad mayor. Pero no se trata sólo de una crisis económica sino de una bancarrota política absoluta, común en toda Europa.

Para tratar de salir de ella, lo mismo que España ha fabricado el espantajo de Podemos, en Gran Bretaña tienen a Corbyn, el nuevo dirigente del Partido Laborista, que accedió al cargo con un programa demagógico de reformas que pronto ha tenido que rebajar hasta la nada ante la campaña que la reacción le ha lanzado. Exactamente igual que Syriza en Grecia o Podemos aquí; pura retórica.

En vísperas de unas elecciones, conviene hablar un poco de estas cosas para que veamos quién es realmente el que mueve los hilos, tanto allá como acá.

El programa de Corbyn criticaba a la OTAN, se oponía a los programas de nuclearización a ultranza y, naturalmente, a los recortes en las prestaciones sociales. Como consecuencia de ello, las amenazas públicas —no contaremos las privadas— que ha recibido no han regateado calificativos. Un general británico no identificado advirtió con provocar un “motín” si llegaba a ser Primer Ministro o, en castellano, un golpe de Estado.

El atentado de Manchestar ha llevado la situación a otro plano; ya nadie habla del programa de reformas, sino de seguridad, de rearme, de ampliar los poderes de la policía y los servicios secretos, de armamento nuclear (Programa Trident), de represión… un programa por y para la guerra, en definitiva.

Ante las amenzas del ejército y la paranoia posterior al atentado, la respuesta de Corbyn y sus laboristas ha sido la misma que la sociademocracia de toda la vida: plegar velas.

En Francia la situación no es mejor. Aunque nadie se ha hecho eco, un artículo del jueves en Le Nouvel Observateur marca la pauta. El gobierno saliente del Partido Socialista tenía preparado un golpe de Estado por si acaso el 7 de mayo la candidata del Frente Nacional, Marine Le Pen, ganaba las elecciones presidenciales.

El plan tenía prevista una movilización de los antidisturbios para aplastar las manifestaciones antifascistas que tendrían lugar. A cambio, el Partido Socialista impondría el Primer Ministro a Le Pen. Un dirigente socialista reconoce que el país hubiera quedado paralizado y que a su Partido no le preocupaba uno u otro Presidente de la República, ni siquiera Le Pen, sino asegurar la continuidad del Estado.

Naturalmente, a costa de lo que fuera, es decir, de la liquidación de los pocos restos de libertades y derechos, ya menguados por el estado de urgencia permanente que se ha instalado desde 2015.

El silencio absoluto sobre esta información es más que preocupante porque nadie se ha preocupado de desmentirlo. La población se tendrá que acostumbrar a este tipo de declaraciones, como se ha acostmbrado al estado de urgencia y a los atentados cada cierto tiempo.

La militarización de las masas y la imposición del servicio obligatorio en filas es la siguiente píldora a digerir por la población, que acabará por acostumbrarse a cualquier cosa, a tragar con todo. Para eso tienen a figurines como Tsipras, Corbyn, Hollande, Pablo Iglesias o Pedro Sánchez.

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