Venezuela en el punto de mira

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Lo consiguieron en Honduras. En la madrugada del 28 de junio de 2009, unos 200 militares encapuchados al mando del teniente coronel René Antonio Bueso, irrumpieron violentamente en la residencia presidencial y secuestraron al presidente electo Manuel Celaya. Después lo deportaron a Costa Rica donde arribó en pijama, y solo con sus gafas, su DNI y una tarjeta de crédito. Las cartas estaban echadas. El país centroamericano debía volver al redil. Luego continuaron en Paraguay. El 22 de junio de 2012 Fernando Lugo, Presidente de la República, fue destituido igualmente.

En esta ocasión el método empleado para su consecución fue menos violento (más “civilizado”) que en el caso hondureño. Pretextando los sucesos ocurridos en Curuguaty, ciudad en la que un centenar de campesinos sin tierra ocupó una finca en mayo de 2012 con el saldo de 17 muertos (11 campesinos y 6 policías), y que muchas fuentes consideraron un montaje para eliminar a Lugo, el Parlamento paraguayo enjuició al presidente el 21 de junio de ese año y, al día siguiente, le destituyó con lo que se conoció como “un Golpe de estado parlamentario”. Un procedimiento que sustituye al menos presentable “Golpe militar”, utilizado habitualmente para eliminar a mandatarios “incómodos” en el que parecía extinto “patio trasero” de los yanquis. Maquiavélico mecanismo aplicado también, unos años después, en la presidenta electa de Brasil Dilma Rousseff, acusada por el Senado brasileño de “manipulación de los presupuestos del Gobierno”, y destituida al final de un proceso esquizofrénico el 31 de agosto de 2016.

Lucha de clases encarnizada

Ahora, en el punto de mira de la oligarquía y del Imperio, se halla la República Bolivariana de Venezuela del presidente Nicolás Maduro. Un “clavito” que no terminan de extirparse pese a denodados esfuerzos por conseguirlo. Y es que la Revolución Bolivariana del difunto presidente Hugo Chávez es un “hueso” duro de roer. Contra ella, al igual que en el Chile de Salvador Allende en los años 1970, se está empleando todo lo habido y por haber: un frustrado Golpe de Estado en 2002, encabezado por la patronal venezolana y sostenido por el Imperio y sus aliados, entre ellos España; no reconocimiento por parte de la oposición de los resultados electorales del 14 de abril de 2013, ratificados por el Consejo Nacional Electoral, en los que Maduro con el “Programa Patria 2013-2019” batió al candidato derechista Henrique Capriles; sabotajes de las grandes empresas en el suministro de productos de primera necesidad; manifestaciones violentas apoyadas por el Parlamento venezolano en manos de la coalición Mesa de Unidad Democrática (MUD), y que han ocasionado decenas de víctimas estos últimos meses. Todo con el objetivo de desestabilizar la economía venezolana, cuando no de violentar el mandato constitucional del presidente Maduro previsto hasta el año 2019. Del desenlace de esa lucha de clases encarnizada entre la oligarquía, dispuesta a no ceder ni un tantico así de sus privilegios, y a la que deja indiferente el anuncio de elecciones a Asamblea Constituyente el 30 de julio y Regionales el 10 de diciembre, y lo que supone el Gobierno bolivariano de justica social, lucha antiimperialista e integración latinoamericana, dependerá que el proyecto, “Socialismo del siglo XXI”, siga adelante. Dicho de otra manera, para que la Revolución Bolivariana salga victoriosa de esta grave crisis socioeconómica y de gobernabilidad, tendrá que superar las contradicciones propias de la revolución social en el marco del capitalismo apoyándose en la lucha organizada de la clase obrera y otros sectores populares, únicos garantes de impedir lo peor en Venezuela. Una lucha en la que los/as comunistas siempre estaremos a su lado.

José L. Quirante

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