No podía ser de otra manera. Desde un suntuoso club de golf y apelando a todo su estilo histriónico y provocador, Donald Trump amenaza con intervenir militarmente en Venezuela. No les bastaba a los jerarcas de Washington con las sanciones de Obama, con los nuevos ataques económicos de la actual administración y con las “instrucciones” dadas a sus virreyes de los gobiernos latinoamericanos, encabezados por Macri, Temer, Kuzinsky, Cartes, Santos, Bachelet, Peña Nieto, Tabaré Vázquez y otros tantos lamebotas como ellos y ellas. Ahora Mister Trump, al estilo de los vetustos vaqueros del Oeste, se calza las dos pistolas y se apresta a cabalgar. Pero aquí no se trata de jugar a ser el cowboy de una mala película sino que intentan frenar a los que luchan, a los que han ido construyendo perspectivas de avance hacia el socialismo, generando poderes populares y comunales que desafían a las democracias burguesas. Creen que recordando invasiones pasadas, como las de Santo Domingo, Grenada o Panamá, lograrán sus objetivos de dominación pero todo indica que les va a salir el tiro por la culata, pistoleramente hablando.,
Derrotados en las urnas por la aplastante masa de más de 8 millones de votos que aprobaron y pusieron en marcha la esperada Asamblea Nacional Constituyente, pero también expulsados de las calles donde daban rienda suelta a sus acciones fascistas, la oposición local e internacional se ve en la obligación de apelar al último gran recurso que les queda a mano. Y es allí justamente que hace su aparición estelar el multimillonario Donald Trump.
Se sabe que su “estilo” es banal y provocador, irresponsable y brutal, pero en esta instancia todos esos adjetivos se tornan indefectiblemente peligrosos. Es indispensable no descartar ninguna alternativa derivadas de sus amenazas, porque lo que está en juego es el futuro de pueblos enteros, si no se actúa con celeridad y decisión.
A través de sus dichos Trump busca darle alas a los sectores más extremistas de la oposición para ganar tiempo y recomponerse de la crisis en la que están sumergidos, donde un sector ya ha decidido subirse a la convocatoria electoral planteada por el gobierno de Nicolás Maduro y otra facción minoritaria sigue atizando el fuego de la violencia. Sin embargo, cuando el Imperio se pronuncia de esta manera no se pueden minimizar las consecuencias.
Trump sabe que cuenta con el respaldo ya no de los pueblos del continente, ni siquiera de todos los sectores de poder de su propio país, pero sí de algunos amanuenses como Luis Almagro desde la OEA o de los usurpadores del Mercosur. El otra valor agregado surge de la campaña de mentiras y tergiversación informativa vertida por el terrorismo mediático. Vale insistir que hace mucho que no se recuerda una campaña desinformativa de tal magnitud contra un país y un pueblo, como la que en este último tiempo se ha descargado contra Venezuela. Las trasnacionales de la tergiversación comunicacional lanzan a diario toneladas de mentiras de alto poder intoxicante y a nivel masivo, hablando de una nación destruida por un “dictador” y de un “pueblo” que es “asesinado” en las calles. No caben dudas de que Goebels envidiaría a estos nuevos nazis mediáticos, pero como ocurriera con el genocida alemán, esta calaña también habrá de ser derrotada.
Ese es el panorama que se vive actualmente, y es por ello que Trump y sus cómplices imaginan una posibilidad de intervención directa para auxiliar a sus devaluados aliados internos.
Si bien el conjunto de estos elementos hostiles no han podido quebrar la férrea unidad cívico militar bolivariana, es muy probable que indaguen sobre nuevos recursos que pueden terminar en acciones militares típicas de la guerra asimétrica.
Frente a toda esta algarada belicista, por ahora verbal pero que hay que tener en cuenta en cualquier tipo de análisis defensivo, hay un elemento a cuidar y proteger siempre: el pueblo venezolano. Esos hombres y mujeres que pelean diariamente contra la guerra económica, el desabastecimiento, la especulación, los ataques xenófobos. Gente sencilla y concientizada dispuesta a sostener una Revolución que los ha dignificado como jamás ocurriera anteriormente. Ellas y ellos son quienes, en la primera línea del frente, están dispuestos a dar batalla por todas las variantes imaginables.
Al contrario de lo que el Imperio piensa y desea, la Revolución está más viva que nunca. El funcionamiento a pleno de la ANC ejerciendo la democracia directa, dando las respuestas que el país necesita. También, y esto es importante destacarlo, se han obtenido rotundos éxitos en la lucha anti-terrorista al producirse las detenciones de los atacantes del cuartel de Paramacay, demostrando en la práctica que nadie que ataque a la Revolución saldrá impune.
Es precisamente a partir de esta realidad que la solidaridad internacional se hace sumamente necesaria. Imprescindible. Ya no solamente como expresión de deseo sino con la certeza de que todos y todas en cada uno de los países en que se encuentren, y que sientan a la Revolución Bolivariana como propia, se preparen para defenderla hasta las últimas consecuencias.
Frente a un ataque de tal magnitud, no hay tercera vía frente al escenario actual. O se está con el pueblo y el Gobierno bolivariano, apoyando sus esfuerzos de paz y profundización de la Revolución, o se hipotecan la dignidad y los valores fundamentales de una Nación que se pretenda soberana, formando parte de la agresión imperial. Esto vale para quienes -estando bien informados- dudan pusilánimemente frente a la ola desinformativa pero también para aquellos que se dicen “progresistas” o de “izquierda” y que vergonzosamente emiten declaraciones o escriben opiniones que parecen surgidas de un manual de contrainsurgencia.
Quienes reivindicamos el legado del Comandante Hugo Chávez, que es el de San Martín y Bolívar, y a su vez defendemos la Independencia de nuestros pueblos y creemos que hay otro mundo donde el “vivir bien” sea posible para las grandes mayorías, debemos hacerle llegar al pueblo venezolano la más irrestricta e indeclinable adhesión en su lucha anticolonial y antiimperial y por el socialismo.
*Periodista argentino en medios de prensa escrita y digital, radio y TV. Escritor de varios libros de temas de política internacional. Director del periódico Resumen Latinoamericano. Coordinador de Cátedras Bolivarianas, ámbito de reflexión y debate sobre América Latina y el Tercer Mundo.