Las contradicciones interimperialistas: la crisis del Canal de Suez (y 4)

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A medida que la crisis avanzaba, el trío agresor, Gran Bretaña, Francia e Israel, cometía un error tras otro, especialmente uno que hoy sería impensable: en el mundo no se puede atacar a nadie sin avisar antes a la Casa Blanca.

Para preparar la invasión los franceses y británicos acumulan tropas en Chipre, mientras el ejército israelí se despliega en la Franja de Gaza. La CIA comete su enésimo error en muy poco tiempo: cree que los israelíes van a atacar a Jordania.

Pero el 29 de octubre lo que atacan es Egipto. Inmediatamente después, el Estado Mayor israelí lanza la típica cortina de humo: Israel se defiende de los atentados perpetrados por los “fedayin” (guerrilleros) palestinos que operan desde los campos de refugiados sitos en la Franja de Gaza bajo administración egipcia. La prensa israelí asegura que los comandos palestinos están dirigidos por oficiales del ejército egipcio.

Para demostrarlo capturaron a uno de los comandos junto a la frontera de Gaza. Los detenidos hablaban árabe y vestían uniformes egipcios. Era un montaje. Se trataba de cuatro soldados israelíes, nacidos en países árabes, que fueron vestidos y pertrechados como combatientes palestinos para justificar la agresión.

Lo que nadie contó fue lo siguiente: el mismo día que el ejército israelí invadía Egipto, la policía (israelí, militarizada) masacró a 49 campesinos palestinos que por la tarde volvían a su casa en Kafar Kassem después de una jornada de trabajo.

Los franco-británicos recurrieron a sus viejas argucias jurídicas para justificarse. Recurren al acuerdo tripartito de 1950 para llamar un alto del fuego e invaden Egipto pretextando que se trata de tropas de interposición para separar a ambos contendientes (egipcios e israelíes). Quieren un respaldo internacional a su agresión, incluido el de la ONU.

Siguiendo el guión previsto para la comedia, Israel acepta la mediación franco-británica, pero como Egipto no lo hace, su negativa se convierte en una declaración de guerra, absolutamente justa, por lo demás.

Estados Unidos no apoya la agresión y Nasser hace algo que los franco-británicos no esperan: convierte la invasión en una guerra de resistencia contra el imperialismo. Moviliza a todos los egipcios capaces de llevar un fusil y ordena hundir una cuarentena de buques en el canal para interrumpir el comercio mundial.

Junto con China, la URSS ofrece a Egipto el envío de voluntarios para combatir la agresión. Además, amenaza a Gran Bretaña y Francia con un ataque nuclear si no se retiran de Suez y propone a Estados Unidos una alianza, es decir, pretende apoyarse en unas potencias imperialistas (Estados Unidos) en contra de otras (Gran Bretaña y Francia).

En tales términos, Eisenhower teme que el papel de la URSS crezca, no sólo en Oriente Medio sino en todo el mundo y desencadena una revuelta donde los soviéticos menos esperan: en Hungría.

Estados Unidos se considera víctima de una patente humillación por parte de Gran Bretaña y Francia, por no advertir del ataque. Además, sus informes de inteligencia pronostican que la agresión puede ser absolutmente contraproducente.

Eisenhower tiene otros medios para arrojar a los franceses, británicos e israelíes de Suez, sin necesidad de acudir a métodos excesivamente drásticos. Ni Gran Bretaña ni Francia tienen dinero para pagar el coste de la agresión militar y, además, Washington amenaza con sanciones económicas. Por el contrario, si abandonan Egipto, Estados Unidos les promete algo que de lo que dispone en abundancia: mil millones de dólares de aquella época llegaron a las arcas británicas desde el otro lado del Atlántico.

El 27 de diciembre los imperialistas salen de Suez por su propio pie e Israel hace lo mismo en marzo del año siguiente. El Canal de Suez siguió nacionalizado; la lucha contra el imperialismo convirtió a Nasser en uno de los más importantes dirigentes mundiales del siglo pasado y un ejemplo para que otros hicieran lo mismo en el Tercer Mundo.

Al mismo tiempo que Gran Bretaña atacaba el Canal, la libra esterlina se desplomaba. Lo mismo que Francia, era una potencia imperialista en declive; no podía dar un paso más sin recurrir a la tutela de Estados Unidos. El informe de la seguridad nacional de 1952 lo deja bien claro:

“Gran Bretaña jugó un rol central en el mantenimiento y la defensa de los intereses occidentales en el Medio Oriente. Pero la rápida decadencia del Imperio Británico en la última década y su insuficiencia para garantizar estos intereses en varios países de la región han empujado a los Estados Unidos a jugar un papel más activo e importante y han creado las condiciones para una revisión y el establecimiento de una nueva política estadounidense hacia la región. En algunos países, como Grecia, cuando los británicos no fueron capaces de asumir sus responsabilidades, fueron los Estados Unidos quienes lo hicieron. La influencia de los Estados Unidos ha crecido y ha reemplazado a Gran Bretaña en lugares donde poseemos grandes intereses militares y económicos, como en Arabia saudí”.

El caso de Francia es muy distinto al de Gran Bretaña. En lugar de someterse a Estados Unidos, el general De Gaulle abandona la OTAN y se lanza a un desenfrenada carrera nuclear. Una fuga hacia adelante que no duró mucho tiempo.

A través de Egipto, la crisis del Canal de Suez muestra la emergencia del Tercer Mundo en los asuntos internacionales. Dio un impulso al proceso de descolonización. Argelia conquistó su independencia.

La URSS propuso el llamado “plan Chepilov” para que los países de Oriente Medio no participaran en ninguna alianza militar ni permitieran la instalación de bases militares extranjeras sobre su suelo.

Como respuesta, en enero de 1957 el Congreso de Estados Unidos escuchó la llamada “doctrina Eisenhower” que sentaba las bases para la política del imperialismo estadounidense en Oriente Medio con la que pretendía llenar el vacío que había supuesto el fin de la influencia franco-británica para que no fuera ocupado por la URSS.

El resultado no es lo que los imperialistas califican como “reparto del mundo” con su usurpación lingüística. Comprueben quién llama a la puerta de quién. Estados Unidos acude a donde nadie le ha llamado. Su dominación regional se sostiene sobre ciertos países, como Israel, Arabia saudí o Jordania que ejercían de pilares; los que nunca aceptaron dicha dominación (Egipto, Siria) se sostenían gracias al apoyo de la URSS. Son cosas completamente diferentes.

El mundo no es un tablero de ajedrez donde los jugadores cambian para jugar la misma partida.

Fuente: MPR

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