Poca visibilidad alcanza el otro rostro de África, delineado por sí mismo y que apunta a un creciente posicionamiento como zona estratégica, en la cuerda de la unidad cada vez más efectiva que emerge de la Unión Africana

Darcy Borrero Batista

Que se haya sacado a la luz esta semana el caso de Farida Kiconco, una mujer ugandesa diagnosticada por error con VIH a los 28 años, es una metáfora de África y la existencia cotidiana en aquel que insisten en llamar «continente negro».

Reporta la prensa local que recientes exámenes practicados en el mismo centro de salud IV de Kabwohe, donde hace seis años declararon a Farida con esa enfermedad, resultaron negativos, después de tomar medicamentos antirretrovirales durante más de un quinquenio, según Africanews.

La alegoría resulta asfixiante: África como una mujer a la que le hacen un falso diagnóstico y luego la obligan a desarrollar un tratamiento autoflagelador. De ahí que el boomerang haga estallar al continente, que adquiere enfermedades reales a raíz de las malas curas.

Los medios de nuestro hemisferio son especialistas en legitimar falsas dolencias que se le imputan a la tercera porción de tierra más grande del orbe. Allí donde llegan con sus grabadoras, magnifican el caos que tiene raíces en la colonización a la que grandes potencias occidentales la sometieron.

Es por ello que, como se ha dicho ya desde estas páginas, poca visibilidad alcanza el otro rostro de África, delineado por sí mismo y que apunta a un creciente posicionamiento como zona estratégica, en la cuerda de la unidad cada vez más efectiva que emerge de la Unión Africana (UA).

Esta última, que celebró el pasado mes de julio su XXIX Sesión Ordinaria —bajo el lema de «Aprovechando el dividendo demográfico mediante la inversión en la juventud»— ha logrado agrupar con sus principios de derecho y respeto a la soberanía e independencia de cada Estado, a las 55 naciones de la región, incluyendo a la República Árabe Saharaui Democrática y al país más joven del mundo: Sudán del Sur.

Fue Marruecos, el pasado febrero durante la cumbre de la organización, el último en regresar al organismo, tras un largo periodo de ausencia voluntaria.

Así, sin renunciar a su pasado, el continente avanza hacia la integración que renaciera en el 2001, cuando se firmó el pacto de Sirte en Libia. Quedaba renovada entonces la Organización para la Unidad Africana (OUA), «dedicada a incrementar la integración económica y política y a reforzar la cooperación entre sus Estados miembros».

El mosaico cultural que ocupa el 20,4 % del total de las tierras emergidas del planeta, vive momentos de cohesión inéditos y, para beneficio de sus pueblos, apuesta por la defensa y explotación de sus recursos naturales.

Más allá de los conflictos históricos y algunos más recientes que involucran a países de la región más septentrional del continente, la determinación de fortalecer los esfuerzos para fomentar soluciones políticas en áreas donde persiste la violencia, es vital para conducir a la gran patria africana hacia tierra prometida y negada durante siglos. Una tierra prometida donde la sociedad civil sea protagonista y se creen eficientes mecanismos de respuesta a las necesidades humanitarias derivadas de la sequía, el hambre o el terrorismo.

La coexistencia en la UA de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) y Marruecos, que avanzan hacia soluciones pacíficas, ilustra la situación actual del continente, también marcado por el acuerdo de paz de este 26 de diciembre en Sudán del Sur, donde el representante del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur), Arnauld Akodjenou, llamó a incluir el problema de los desplazados dentro y fuera del país en el pacto suscrito en Etiopía el 21 de diciembre pasado para garantizar la estabilidad futura del país.

Según el representante del órgano de la ONU, también es muy alentador el respeto del documento suscrito a los derechos de los 4 000 000 de refugiados y desplazados internos a causa del conflicto comenzado en el 2013, con el alzamiento del exvicepresidente y actual líder Riek Machar en el país más joven del mundo, que este año fue portada por una oleada de hambruna.

Al respecto, no cabría decir que África está ciega ante sus conflictos y problemáticas. A diario se reportan muertes por atentados de grupos terroristas, por epidemias como el cólera y la malaria que a ratos azotan a la población, por migraciones externas (hacia Europa o América) e intestinas, o simplemente porque la esperanza de vida es aún corta. Persisten los campamentos de refugiados como Daadab, el que enlaza a Kenya y a Somalia, un punto de conflicto y de amalgama.

Crisis políticas igualmente sobrevinieron durante el presente calendario. En Zimbabwe, la inestabilidad derivó en la renuncia del presidente Mugabe; en Angola, tuvieron que repetirse los comicios presidenciales tanto como en Kenia, donde Keniatta se impuso.

También cuentan los enfrentamientos entre obreros, como el ocurrido en minas de oro del norte de Chad, que dejaron este martes al menos 15 muertos, según el periódico digital Journaldutchad.com.

Aun así, África lucha a diario por salir del subdesarrollo que le costó la colonización a través de la cual Europa pudo desarrollarse. Lo padecen los países más vulnerables, pero asimismo los de avanzada: Gabón, por ejemplo, pequeño Estado centroafricano que desde la década de los 70 devino importante productor de petróleo, hoy prioriza una nueva política social con tres objetivos: ayudar a las poblaciones más vulnerables, ayudar a las personas de bajos ingresos a desarrollar actividades generadoras de ingresos, y reducir las desigualdades en el acceso a los servicios públicos básicos.

Otro ejemplo notable constituye Seychelles, un pequeño estado insular, cuyo actual presidente Danny Foure se formó en aulas cubanas. «Desde su independencia en 1976 hasta el 2003, la economía creció uniformemente y, como resultado, en el  2003, con perfiles de pobreza económica y social semejantes a los de las naciones industrializadas, se diferenciaba de los países beneficiados por el apoyo del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo)», según el informe de ese organismo Evaluación de la contribución del PNUD.

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De acuerdo con el informe La situación demográfica en el mundo 2014, en el 2050 se concentrará en África el mayor ritmo de crecimiento poblacional del planeta, «donde se superará en más de seis veces el de América Latina y el Caribe, y más de 15 veces el de Asia», puntualiza. Hacia allí, necesariamente, habrá que mirar con otros ojos o, mejor, desde otro ángulo desprejuiciado y menos reduccionista que permita hacer diagnósticos efectivos.

África en números
– País más extenso: Con 2 505 813 kilómetros cuadrados, el país más grande de África era Sudán. Tras su división y el nacimiento del nuevo país Sudán del Sur (619 232 kilómetros cuadrados), Argelia, con 2 381 842 kilómetros cuadrados pasó al primer puesto.

– Menos extenso: Seychelles es un conjunto de 115 islas con 451 kilómetros cuadrados de extensión.

– País más poblado: Nigeria, con 177 millones de  habitantes.

– Menos poblado: Seychelles, con 91 650 habitantes.

– País más rico: Sudáfrica por años se ha calificado como el país más rico de la región con un PIB de 350 779 millones de dólares.

– País más pobre, según el IPH*: Níger.

*Este índice se centra en las carestías que una persona pobre tiene que enfrentar con respecto a la educación, la salud o el nivel de vida.

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