Dario Herchhoren

El estudio del espionaje alemán en Argentina, requiere una reflexión previa sin la cual no es posible entender como actuaba dicho espionaje; y para ello hay un dato insoslayable, y es que Argentina que se había independizado del imperio español en 1810, en realidad gozaba de una independencia puramente formal, ya que el imperio británico era en realidad quien movía los hilos de la economía y de la política argentinas, convirtiendo a la Argentina en una semicolonia.

Dicho esto es necesario indagar en la situación de la clase obrera tanto rural como industrial en Argentina durante ese período.

Todos los paises dependientes, y Argentina sin duda lo era, crecen a merced de los aflojamientos que los imperios coloniales ejercen sobre ellos, y el comienzo de la guerra en 1939 era una ocasión de oro para romper los violentos vínculos que ataban a la nación argentina al imperio inglés, y el movimiento obrero no desaprovechó esa magnífica oportunidad.

Durante toda la década de 1930, se sucedieron en Argentina gobiernos espúreos surgidos del golpe militar de 1930 contra el gobierno de Hipólito Yrigoyen, lo que abrió un período espantoso de la historia argentina conocido como “la década infame”, y que culminaría con un nuevo golpe de estado el 4 de junio de 1943, que acabó con ese período ominoso.

Según palabras de Winston Churchill, Inglaterra sería el taller del mundo y Argentina su granja. Esta terrible sentencia se venía cumpliendo en forma inexorable, hasta que el nazismo alemán desata la guerra atacando a Polonia y poniendo en alerta al imperio británico que siente en su pescuezo el aliento alemán que le acecha.

Este período produce importantes transformaciones económicas, ya que al no poderse importar productos europeos a raíz del conflicto mundial hay que suplirlos con productos nacionales y ello hace que florezcan infinidad de fábricas y talleres argentinos que comienzan a surtir las necesiades del país.

Ello a su vez hace que crezca la calse obrera, y que los sindicatos se hagan más fuertes, y puedan defender mejor a sus afiliados, y se constituyan en un auténtico poder.

En Argentina, hay una gran cantidad de empresas alemanas, entre las cuales estaban Hanomag, y Otto Deutz, fabricantes de tractores; Pelikan, fabricante de tintas y tinturas para la industria textil; Shultz, fabricante de motores marinos, Borgward, fabricante de piezas para la industria automotriz, Daimler Benz, fabricante de automóviles y piezas de repuesto; dos periódicos diarios en alemán, el Fraie Presse de tendencia filonazi, y el Argentinische Tageblatt de clara orientación izquierdista.

Hay además una gran colonia alemana que se traduce en varias iglesias luteranas; y muy especialmente hay un gran banco alemán, que es el Banco Alemán Transatlántico, antecesor del actual Detsche Bank, que financia a las empresas alemanas. Y por encima de todo ello, el embajador alemán Conde Luxburg, que cumplía fielmenter las instrucciones del ministro de AAEE alemán Joachim Von Ribbentrop. ¿Cuáles eran esas instrucciones? Pues consistían en informar diariamente al alto mando militar alemán que buques ingleses partían de los puertos argentinos cargados con mercancías de primera necesidad, especialmente alimentos para saciar las necesidades de las cocinas del imperio de Su Graciosa Majestad, para que los U Bote (Submarinos alemanes) los hundieran.

Por aquello de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo, había en los sectores populares argentinos un profundo odio hacia el imperio británico y una enorme simpatía hacia los alemanes, que estaban atacando a ese imperio. Esto no significa que el pueblo argentino sea nazi ni que simpatizara con los campos de exterminio, ni con la invasión de la URSS que gozaba de las simpatías de la clase obrera; nada de eso. Simplemente las clases populares argentinas que eran víctimas de la sobreexplotación de las empresas inglesas que se habían apropiado de la industria de la carne y de los granos, estaba recibiendo una paliza a manos de los alemanes.

Pero todo esto cambia a raiz del golpe de estado del 4 de junio de 1943, en el que militares nacionalistas separan de la presidencia a Ramón Castillo, un profesor de derecho mercantil de la Universidad de Buenos Aires y abogado de las grandes compañías inglesas de la industria de la carne, siendo reemplazado por el General Edelmiro Farrell, que expulsa al embajador alemán conde Luxburg, expropia la propiedad alemana, italiana y japonesa declarando la guerra a esos paises; y formando con ese grupo empresrial de vital importancia, un nuevo grupo llamado “Grupo Dinie” (Grupo de empresas del estado) que fueron un puntal importantísimo para la transformación de Argentina de un país con una economía rural a un país de economía industrial.

Esto es el inicio de la etapa más fascinante de la historia argentina moderna. Pero eso será para otra entrega.

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