Los hacedores y practicantes de la sociología electoral, el marketing demográfico y la publicidad política, han construido un argumentario, según el cual, las elecciones se ganan en las zonas templadas. Que descartados los que ellos llaman extremos, son los ubicados en el centro-izquierda/centro/centro-derecha, los que unidos a los que no se preocupan del hecho político, inclinan la balanza hacia un lado u otro dependiendo del contexto y el momento de cada elección. La gente, decían/dicen, no quiere grandes cambios, algaradas, revoluciones, violencia, sino ajustes sencillos que no afecten a sus creencias, y eso solo se consigue desde la moderación (sic). Este dogma ha regido incuestionable y alimentado desde los medios con miedos para garantizar paz social, concordia, respeto y muchos etcéteras hijos de la palabrería amable pero hueca. En general, la izquierda ha venido cumpliendo con rigor y disciplina esa máxima, decenas de partidos aquí y allá han ido moderado el discurso tanto, pero tanto, que luego -si ganaban- su accionar político (y económico) no había forma de percibirlo como algo diferente de lo que hacían los que fueron sustituidos. Se llamó incluso, de un modo gráfico, “la táctica del violinista” (tomar el poder con la izquierda pero tocarlo con la derecha).

El desplome de la socialdemocracia ha acelerado el cuestionamiento absoluto de estas prácticas y la derecha de siempre ha reaccionado de un modo rápido: ha hecho valer cinco ideas planas y sencillas: emigración, patria, inseguridad, religión y tradiciones, (regadas con anterioridad, para poder recoger luego el fruto, con miedo, control mediático, individualismos, señuelos de ascensor social y opios varios). Así ha conseguido hacerse con el favor (y el voto) de millones de personas, que no parecen ya ni encajar ni conformarse con estar y ver el mundo desde esas zonas templadas descritas más arriba, porque no es ya abrevadero para el descontento e ira social.

El crecimiento del fascismo es evidente, sucede en Italia y en Brasil, en EE.UU y Suecia…, pero puede que lleve ya mucho tiempo instalado y recién ahora aparezca con claridad ante nuestros ojos. La frase de “el fascismo crece cuando no se le combate” se ha hecho realidad. La izquierda, mientras, sigue un paso atrás, estudiando cómo hacer para seducir a los trabajadores y las clases medias, pidiéndole su voto progresista para luego darle a cambio una ayuda social y poder modificar una ley que le perjudica… pero todo, eso sí, dentro del marco creado por el enemigo de clase y que nos exigen respetar. El fascismo está en otra liga.

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