El pasado domingo, en la segunda vuelta de las elecciones brasileñas, el fascista Jair Bolsonaro se impuso al socialdemócrata Fernando Haddad, de tal modo que, a partir del 1 de enero de 2019, Bolsonaro será el presidente de Brasil.

En octubre de 2002 Lula Da Silva -al frente del Partido de los Trabajadores (PT), y en alianza con otros partidos como el Partido Comunista do Brasil, Partido Comunista Brasileiro, Partido Verde, Partido da Mobilização Nacional o el Partido Liberal, esto es una alianza que iba desde el oportunismo hasta la derecha- alcanzó la presidencia del país carioca, presidencia que dejaría en 2011 en manos de su sucesora, Dilma Rousseff, también del PT.

Cuando Lula venció electoralmente en 2002, la economía brasileña se hallaba en declive, en un proceso de devaluación del Real, con altas tasas de inflación y con incremento de la deuda pública y 53 millones de pobres.

El que supuestamente iba a dar tierra a los Sin Tierra, privatizó un millón de hectáreas de la Amazonía para que fueran explotadas por las filiales brasileñas de los monopolios madereros de EEUU y Europa, negó la Reforma Agraria exigida por el Movimiento Sin Tierra, sucumbiendo ante los terratenientes que seguían manteniendo intactos sus latifundios y que a través de sus esbirros –ya fueran en forma de sicarios o de la propia policía– reprimían y asesinaban a activistas campesinos.  El que supuestamente iba a combatir el imperialismo y al neoliberalismo desarrollando la democracia culminó la obra de sus antecesores Collor de Melo y Cardoso, sin cuestionar la economía capitalista de mercado, y convirtió a Brasil en una potencia imperialista, entregando el país a los monopolios chino y europeos. Así, durante el primer mandato de Lula se triplicaron los capitales que estos monopolios remitían a sus países desde Brasil. Según el Banco Central de Brasil, estos monopolios extranjeros sacaron del país 25 billones de reales. En 2010, Brasil era la octava potencia mundial, potencia imperialista emergente con 33 monopolios entre los 2000 mayores del mundo y 5 entre los 100 primeros.

Petras, en su ensayo “¿Adónde va Brasil?”, con respecto del PT señalaba “Claramente, el PT había dejado de ser un “partido de trabajadores”, ya fuese en su composición, en sus delegados al congreso o en su relación con los movimientos sociales antes de las elecciones. Además, muchos de los miembros elegidos del PT en los ámbitos municipal y estatal provenían de alianzas con otras clases sociales, grupos de negocios y partidos burgueses, alianzas que el PT repetiría en la campaña presidencial de 2002. En otras palabras, el giro a la derecha del PT en el ámbito nacional había sido precedido por un modelo similar en los ámbitos estatal y municipal durante la década de los noventa. Más aún, muchos de los líderes importantes del partido, que luego serían consejeros de Lula, ya practicaban políticas neoliberales desde sus respectivas posiciones, incluso si el programa nacional del partido todavía hablaba de socialismo, de antiimperialismo y de impago de la deuda externa. (…) Conforme se acercaban las elecciones de 2002, los líderes nacionales del PT, con Lula mostrándoles el camino, eliminaron todas las referencias programáticas al socialismo y al antiimperialismo, de acuerdo con las prácticas neoliberales de los miembros electos del partido y con el apoyo mayoritario de los delegados de clase media”.

Lula recibió todos los parabienes de lo más corrupto y reaccionario existente en los planos político y económico como Bush, Felipe González, Botín, Sarkozy, así como los medios de comunicación imperialistas de ambos lados del Atlántico. Dilma Rousseff sucedió a Lula, con una amplia alianza que abarcaba todo tipo de oportunismo, pasando por la derecha y por la reacción, de tal modo que su candidato a vicepresidente fue el fascista y esbirro de los EEUU Temer.

El PT, y sus aliados oportunistas y reaccionarios, han llevado a cabo una política de desarrollo del capitalismo monopolista del estado brasileño y Bolsonaro no es más que la consecuencia de los gobiernos socialdemócratas y, por consiguiente, de derechas y corruptos realizados tanto por Lula como por Rousseff que, como hace la socialdemocracia cuando gobierna, allana el camino al fascismo, a la reacción.

Ante la crisis económica iniciada en 2014 en Brasil, los empresarios, con el apoyo del imperialismo norteamericano y ante la necesidad de políticas privatizadoras más agresivas con las que expoliar todavía más al pueblo, utilizaron su instrumento, el Estado, para quitar de en medio a Roussef y poner al títere Temer, utilizando a su antojo al Senado y, después, utilizando a la judicatura, concretamente al Juez Moro, y futuro ministro de justicia de Bolsonaro, para encarcelar a Lula Da Silva.

Mientras el PT, Lula y Dilma defienden a la democracia burguesa, es decir, al Estado brasileño, éste actúa como lo que es, el instrumento de los monopolios para imponer su dictadura.

En el estado español, los oportunistas socialdemócratas como Iglesias o Garzón tildan a Bolsonaro de ‘ultra’, ocultando la naturaleza fascista del personaje, o lo que es lo mismo, blanqueando al fascismo. Dice Iglesias que, “Una de las claves de la victoria del ultra Bolsonaro ha sido el uso de fake news que se viralizaban vía Whatsapp. Noticias falsas y manipuladas para desacreditar a la izquierda de enorme eficacia. Ojo, aquí las cloacas y sus fakeperiodistas llevan tiempo haciendo lo mismo” ¿Cuándo los medios de comunicación de la burguesía han dicho una verdad? Lenin señalaba que la libertad de prensa es la libertad del dueño de la imprenta y, consecuentemente, todos los medios se expresan no en términos de verdad sino de interés de clase. ¡Pero claro! Pablo Iglesias no puede atacar a la prensa burguesa pues él es producto de dichos medios de comunicación y defensor a ultranza del capitalismo. No se queda a la zaga de la desvergüenza su compañero Alberto Garzón que señalaba con respecto de los comicios brasileños, “Triste noticia la victoria en Brasil de Bolsonaro, el candidato ultra. Las élites autoritarias y neoliberales han conseguido finalmente su objetivo usando el miedo y la corrupción. Se cierne otra noche oscura sobre el país. ¡Fuerza a los y las que resisten!”. Las élites, la oligarquía brasileña y los imperialistas han sido los amos y señores durante los gobiernos de Dilma y de Lula, de hecho, Temer o Alencar así lo acreditan. Petras, un referente para muchos dirigentes de IU, incluidos Garzón y Anguita, señalaba en marzo de 2013 en su ensayo “¿Adónde va Brasil?” lo siguiente respecto del primer gobierno de Lula: “Lula y su equipo neoliberal hicieron un esfuerzo constante y coherente para demostrar sus cartas credenciales neoliberales a varios grupos claves, incluidos Wall Street, la Administración de Bush, el Fondo Monetario Internacional y los principales bancos brasileños y élites industriales. Palocci fue un puente clave en todas estas negociaciones. (…) El programa electoral del PT respondió a todas las preocupaciones principales de las élites financieras e industriales. Las empresas privatizadas serían respetadas. El pago de la deuda externa no se interrumpiría. Se establecería una rígida política fiscal. La “reforma” laboral y de las pensiones serían prioritarias (reforma = debilitamiento de los derechos sindicales y de la legislación industrial, así como reducciones de las pensiones del sector público). No habría ninguna indexación salarial, pero sí de los bonos y de los pagos de la deuda. (…) El programa del PT fue una clara continuación de la desastrosa política neoliberal del presidente saliente Cardoso y, en algunos casos, incluso una radicalización de su agenda liberal.”.

Lo acontecido en Brasil certifica que la socialdemocracia es el mejor gregario, el que mejor allana el camino para la reacción, para el fascismo. Y lo que fueron Lula y Dilma en Brasil, capitalismo y corrupción, es lo que son en España Iglesias y Garzón, pura traición, puro engaño, pura escoria capitalista.

Lenin tenía razón cuando señalaba que “en el aspecto político el imperialismo es, en general, una tendencia a la violencia y a la reacción”, de tal modo que el capitalismo putrefacto, tal y como señalaba Jorge Dimitrov, genera “‘nuevos’ métodos y formas de gobierno (por ejemplo, el sistema de gabinetes poco numerosos, la creación de grupos oligárquicos que actúan tras cortina, la degeneración y la falsificación de la funciones de la ‘representación nacional’, la limitación y la supresión de las ‘libertades democráticas’, etcétera).”.

Lo que pasa en Brasil es lo que está pasando en todo el mundo; el capitalismo en su fase monopolista se halla en crisis, está caduco y no sirve para solventar los problemas que tiene el género humano, siendo el mayor problema de éste el imperialismo, por ello este no tiene más salida que el fascismo y ello no sólo pasa en el país carioca, sino que está aconteciendo en todo el mundo capitalista, empezando por España donde el fascismo campa a sus anchas, con el apoyo tanto de Garzón como de Iglesias, cuyo papel y servicio a los capitalistas estriba en engañar a la clase obrera, en conducir a las masas laboriosas por el camino del Estado burgués y del capitalismo, como oportunistas que son.

Brasil es un nuevo caso que ilustra que el oportunismo, como parte del imperialismo que es, está en bancarrota; es la constatación de que el oportunismo abanderado por ATTAC, por los Foros Sociales Mundiales, por el oportunismo moderno encarnado en PODEMOS y demás inmundicia ideológica nacida al calor de la caída de la Unión Soviética y cuyo objeto es la negación del marxismo-leninismo chocan con la realidad, que reafirma la vigencia de la ciencia marxista-leninista, de la necesidad del Partido leninista y de la revolución socialista como única vía para la transformación real de la sociedad, de la emancipación de la clase obrera y demás clases subyugadas por la bota del caduco imperialismo, responsable de todos los males que hoy azotan a la humanidad.

¡SOCIALISMO O BARBARIE!

Madrid, 2 de noviembre de 2018.

COMITÉ EJECUTIVO
DEL PARTIDO COMUNISTA OBRERO ESPAÑOL (P.C.O.E.)

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