En el otoño de 1944, hace 74 años, se produjo un levantamiento del pueblo de Varsovia contra los ocupantes nazis que fue aplastado por el ejército alemán, que destruyó la ciudad.

Los falsificadores de la historia dicen que el Ejército Rojo, que se encontraba muy cerca de la capital, no apoyó a los insurrectos, lo que hay que interpretar como una forma de complicidad con los nazis. Ya saben: son todos iguales, unos y otros, comunistas y fascistas…

En junio y julio de 1944, cuando las tropas aliadas desembarcaron en las playas de Normandía y trataban de romper la resistencia de las unidades de la Wehrmacht, el Ejército Rojo lanzó y dirigió con éxito una de las mayores operaciones de la Segunda Guerra Mundial: la Operación Bagration para liberar a Bielorrusia y luego comenzar la liberación de Polonia y los Estados bálticos.

La campaña tenía también como objetivo atraer a algunas de las fuerzas alemanas para ayudar a los Aliados en el oeste, un detalle que no se menciona nunca -por cieto- cuando se conmemora el famoso desembarco de Normandía.

Los manuales de táctica militar dicen que tarde o temprano cualquier ofensiva se acaba agontado. A finales de julio, el impulso de las primeras unidades del frente bielorruso que intentaban llegar a Varsovia se había debilitado. El 1 de agosto algunas de ellas, encabezadas por el general Vasily Chuikov, lograron cruzar el Vístula y tomar Magnuszew. Poco más podían hacer, porque desde el comienzo de la Operación Bagration, las tropas habían avanzado más de 600 kilómetros. Los convoyes con municiones, alimentos y combustible habían quedado muy atrás, mientras que la 16 Fuerza Aérea del frente no tuvo tiempo de desplegarse en los aeródromos cercanos, privando de apoyo aéreo a la vanguardia.

El embajador de Estados Unidos en la URSS, William Harriman, así lo reconoció: “El Ejército Rojo hizo recientemente un avance tan rápido que se encontró sin suministros normales. En ese momento, no tenía ni los pontones necesarios ni los medios para construir puentes”.

El mando de la Wehrmacht lo sabía y no tenía la intención de esperar a que los soldados del Ejército Rojo reforzaran la retaguardia y las reservas. Reunió cuatro divisiones de tanques e infantería y contraatacó. En Volomin los nazis vencieron en una gran batalla de tanques.

El 1 de agosto, a las 5 de la tarde, mientras las tropas de Chuikov estaban intentando tomar Magnuszew, la población de Varsovia se levantó. Ni el Kremlin ni el comandante del primer frente bielorruso, Constantin Rokossovski, fueron informados de manera inmediata. Según recordó Rokossovsky: “El 2 de agosto, nuestros servicios de inteligencia recibieron informes de que había comenzado un levantamiento contra los invasores nazis en Varsovia. Esta noticia era muy alarmante. El personal del frente comenzó inmediatamente a recopilar información para saber con precisión el alcance del levantamiento y su carácter. Todo había sucedido de una manera tan inesperada que nos perdimos en conjeturas y nos preguntamos, en primer lugar, si no eran los propios alemanes los que habían difundido estos rumores y, en caso afirmativo, con qué propósito”.

Al margen de cualquier táctica militar, la pooblación de Varsovia se había rebelado en el momento más inoportuno, sin coordinar sus acciones con el Ejército Rojo. ¿Quién impulsó un levantamiento tan temerario?, ¿con qué objetivo?

La insurrección la inició el gobierno polaco en el exilio, que durante toda la guerra había permaneció en Londres en la pasividad más completa. Cuando el Ejército Rojo empezó a liberar Polonia, despertaron de su letargo y presionaron a las unidades que tenían en Varsovia para que tomaran el poder en la capital cuando los alemanes la abandonaran.

Ahora teníain prisa. Debían hacerlo antes de que entrara el Ejército Rojo. No se trataba, pues, de un plan dirigido contra Alemania sino contra los antifascistas polacos. Por eso el Primer Ministro polaco Stanislaw Mikolajczyk mantuvo la sublevación en secreto, de tal manera que no se enteró ni el Ejército Rojo, que poco podía ayudar en tales circunstancias.

Al empujar al pueblo de Varsovia al levantamiento, los exiliados de Londres no les informaron de que los británicos y estadounidenses se habían negado a ayudar activamente a los rebeldes. La población estaba condenada a padecer una carnicería a manos de los nazis.

Sin embargo, el 26 de julio, cuando ya tenía los planes decididos y aprobados, el Primer Ministro Mikolajczyk estaba en Moscú, a pesar de lo cual no informó a Molotov de un levantamiento que empezaría cuatro días después.

La primera vez que Mikolajczyk anunció oficialmente que la capital polaca se había levantado fue el 3 de agosto, durante una reunión con Stalin. Pero es curioso porque no le pidió ayuda. Estaba absolutamente convencido de que la población de Varsovia sería capaz de expulsar a los nazis de la capital y varios ministros, y él personalmente, tenían planes para trasladarse en avión a fin de hacerse cargo de la situación.

Como tantos otros exiliados, Mikolajczyk no tenía ni idea de la situación real en la capital, donde el comandante del Armja Krajowa (AK, Ejército Nacional), el general Tadeusz Bor-Komorowski, dudó hasta el último momento en iniciar la insurrección.

A pesar de que la insurgencia se preparó durante bastante tiempo, los rebeldes lograron reunir muy pocas armas: 60 ametralladoras ligeras, 7 ametralladoras pesadas, 35 lanzagranadas, 1.000 fusiles, 3.000 fusiles de asalto, 1.700 pistolas y 25.000 granadas de mano.

Aún no se sabe si Bor-Komarovsky se creyó las promesas de Mikolajczyk de que, desde el comienzo del levantamiento, los británicos transportarían por vía aérea más unidades del Armja Krajowa y les enviarían armas, municiones y alimentos. A pesar de todo, el 1 de agosto ordenó el levantamiento.

Durante los primeros cuatro días, cuando los insurgentes sólo se enfrentaron a la policía, consiguieron apoderarse de gran parte de la ciudad. Pero la Wehrmacht mantuvo el control de los transportes, los puentes, las estaciones de ferrocarril, las centrales telefónicas, los cuarteles y los principales edificios gubernamentales. Luego retiraron tanques, armas y trenes blindados del frente para llevarlas a Varsovia. Las unidades de seguridad y policía de las SS también acudieron, además de la 29 División de Granaderos de las SS.

La insurrección se prolongó durante 63 largos días y las promesas de los británicos resultaron ser una mentira.

El 9 de agosto, antes de abandonar Moscú, Mikolajczyk dejó de hablar de una salida inminente de alemanes de Varsovia. Fue entonces cuando pidió ayuda a Stalin, asegurando que “los alemanes ya no son lo suficientemente fuertes para echar a los polacos de los barrios de Varsovia que ocupan”. Stalin le respondió que la insurrección del ejército nacionalista había sido algo “poco realista”, porque no tenían armas. Lamentablemente, añadió Stalin, “los alemanes exterminarán a los polacos”.

No obstante, Stalin le prometió ayudar a los insurgentes con armas y municiones, aunque sus objetivos no coincidían con los del gobierno soviético.

A lo largo de la guerra, el gobierno polaco en el exilio no sólo no ayudó a la URSS sino que obstaculizó sus acciones con golpes bajos.

En 1942, en medio de la batalla de Stalingrado, enviaron unidades del Armja Krajowa al mando del general Wladyslaw Anders, que se había formado en la Academia del Ejército Rojo, a luchar a Irán.

En 1943 apoyaron la provocación de Goebbels en Katyn y condenaron a muerte en ausencia al general Zygmunt Berling por deserción, bajo cuyo mando había luchado el 1 Cuerpo de Ejército del Armja Krajowa.

Cuando Stalin le preguntó a Mikolajczyk si había algún lugar en la ciudad donde se pudieran tirar las armas, el polaco no pudo responder. Sin embargo, Stalin mantuvo su promesa. Si los británicos dejaban caer su carga desde una gran altitud, con nulos resultados para los insurgentes, “nuestros aviones son capaces de operar a alturas extremadamente bajas”, añadió el dirigente soviético.

La eficacia de la ayuda soviética fue mucho mayor que la británica, lo que fue reconocido tanto por los alemanes como por los polacos. El 15 de septiembre, en su telegrama al mariscal Rokossovski, el polaco Bor-Komorowski, le dio las gracias por “la cobertura aérea, las armas, municiones y alimentos”. Sólo del 13 de septiembre al 1 de octubre los soviéticos lanzaron 156 proyectiles de mortero, 505 fusiles antitanque, 2.667 ametralladoras y rifles, 41.780 granadas, 3 millones de cartuchos, 131.221 kilos de alimentos y 500 kilos de medicamentos.

A finales de agosto, las tropas soviéticas, que entretanto habían recibido refuerzos, lanzaron una ofensiva. El 14 de septiembre, desde la otra orilla del río Vístula, los soldados del Ejercito Rojo podían saludar a los insurrectos que mantenían liberados muchos barrios de la parte oriental de Varsovia.

Sin embargo, los nazis habían volado todos los puentes sobre el río y los insurgentes no habían sido capaces de impedirlo. En la mañana del 15 de septiembre, Berling recibió la orden de intentar cruzar el Vístula. Las unidades del 1 Cuerpo de Ejército lo habían estado preparando durante muco tiempo, pero sólo lo iniciaron al día siguiente al amanecer. La Wehrmacht lanzó bombardeos masivos, impidiéndoles transportar tanques y armas de fuego a la otra orilla.

Los intentos fracasados de establecer una cabeza de puente demostraron que los insurgentes no controlaban aquella orilla. Después de una semana de combates, los alemanes lograron retrasar el desembarco en la orilla occidental. Las unidades polacas tuvieron 3.764 bajas, entre muertos y heridos.

El 27 de septiembre los alemanes pasaron al contrataque con una ofensiva contra las zonas controladas por los insurgentes. Bor-Komorowski no cruzó el Vístula y firmó un acuerdo de rendición el 2 de octubre con el comandante de las tropas alemanas en Varsovia. Según estimaciones del historiador polaco Ryszard Nazarevich, que participó en el levantamiento, se rindieron más de 17.000 insurtentes. Los nazis asesinaron a todos los civiles que aún permanecían en la ciudad, enviando a 87.250 personas a realizar trabajos forzados en Alemania y a 68.707 a campos de concentración. Una gran parte de Varsovia fue destruida.

En una nota interna, el cuartel general del Armja Krajowa reconocía: “La razón del fracaso de la Batalla de Varsovia radica en el fracaso general de la ofensiva soviética en el Vístula debido al traslado de nuevas divisiones alemanas a la zona a finales de junio y principios de agosto“.

Afirmar que las tropas soviéticas se desentendieron de la insurrección en Varsovia, es un fraude histórico, otro más.

https://arctus.livejournal.com/237934.html

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