Hay aniversarios que pasan desapercibidos, y más desde Occidente. Y más cuando esos aniversarios ponen de relieve que Occidente es cada vez más pequeño y con menor presencia en el mundo. Hay que seguir manteniendo la ficción colonial, pero no. No es así ni mucho menos.

El aniversario es el quinto de “Un cinturón, una carretera”. O dicho por el nombre más coloquial, la Nueva Ruta de la Seda china. Oficialmente, ese aniversario fue ayer.

Es el proyecto del siglo XXI, un proyecto transcontinental de un billón de dólares que empequeñece casi hasta la insignificancia a Occidente y la razón que hay detrás de la estrategia loca de EEUU de sancionar a todo bicho viviente en su desesperado, e inútil, intento de continuar manteniendo la hegemonía global. Pero no. Ni mucho menos lo conseguirá.

La Nueva Ruta de la Seda es como un pájaro y sus dos alas: el cuerpo es China, Eurasia si se quiere ampliar el concepto, y las alas son el cinturón marítimo y la carretera terrestre. La carretera conecta el sudeste asiático, el sur asiático, el occidente asiático (o sea, Eurasia) con Oriente Próximo y, desde aquí (y también desde Rusia), con Europa. El cinturón es la ruta marítima que une Asia, África y Europa.

Desde que se puso en marcha, desde Occidente se ha hecho todo lo posible y lo imposible por desprestigiarlo, especialmente con acusaciones como “imperialismo” para referirse a la política china en África. Ya lo dice el dicho: “piensa el ladrón que todos son de su condición”. Occidente siempre ha actuado igual y piensa que todos actúan como él. Pero no. Ni mucho menos.

No todo es color de rosa, por supuesto, y en unos sitios está saliendo mejor que en otros. Pero cinco años después ya se pueden hacer unas primeras valoraciones, empezando por las visuales. Como ésta.

Es el mapa de las inversiones chinas en estos cinco años en el marco de la Nueva Ruta de la Seda, aunque no solo. Veréis que la parte del león se la lleva África, sin duda alguna el continente del futuro. Y resulta que en África se desoye sistemáticamente la acusación, hipócrita, por otra parte, occidental de “imperialismo” de China con un argumento simple: “China no sólo financia proyectos, sino que también los construye siendo más barato y más rápido trabajar con China que con los donantes tradicionales como el Banco Mundial, y China impone menos condiciones, como los requisitos para privatizar el proyecto una vez construido” (que es lo que hace Occidente).

Y resulta que los africanos, que es a quienes hay que escuchar -y aquí sale de nuevo la vena colonial de los occidentales cuando no lo hacen- dicen que los proyectos chinos “reducen la desigualdad mejor y más rápido que los proyectos occidentales”. Sobre todo, por una cosa, vital: “los chinos crean una infraestructura de conexión, es decir, cosas que conectan a las personas de un lugar a otro, como carreteras, puentes, ferrocarriles y puertos; está distribuyendo el crecimiento económico en las áreas rurales de manera más equitativa que los programas de desarrollo occidentales tradicionales”.

Quien habla así es Jacqueline Muna, asesora del Banco Central de Zambia y también lo fue del Banco de Uganda. Y da un toque de atención (que, como siempre, no entra en los oídos sordos occidentales): “No es suficiente mirar las cifras de crecimiento económico porque no cuentan adecuadamente la historia; es en el nivel micro y el compromiso diario con la pobreza. A eso ayudan las inversiones chinas”.

Me he centrado en África, pero la historia se repite en todos los países y continentes donde están presentes los chinos, con más o menos aproximación. Cinco años después, la Nueva Ruta de la Seda abarca a 100 de los 193 países que forman parte de la ONU. No todos los proyectos que se han puesto en marcha en estos países se enmarcan dentro de la estrategia de la NRS, pero sí en su mayoría. Al igual que esos proyectos, sobre todo los de inversión, están asociados a la infraestructura y han sido ejecutados principalmente por las empresas estatales de China. Una importante diferencia, y nada despreciable, con Occidente.

Y aunque me haya centrado en África, por ser el continente desconocido, es en el continente asiático donde están los beneficiarios importantes -porque también es un camino de dos direcciones, desde China y hacia China- en India, Pakistán, Bangladesh y Myanmar como los principales. Aquí se ha volcado el 47% de todo el dinero invertido en la NRS.

Lo he dicho y lo reitero: Eurasia es el eje sobre el que pivota, ya, todo el siglo XXI. Y casi todo el mundo está mirando hacia allá mientras Occidente se comporta como los niños cuando se tapan la cara para no ver las cosas. Pero Occidente no lo hace por ingenuidad, lo hace por prepotencia.

Además, y por si fuese poco, esta semana se ha celebrado en Singapur la cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), donde se ha decidido avanzar en una “asociación económica regional integral” a propuesta de China y sin EEUU, aunque sí ha estado el FMI. Los tiempos cambian, que decía Bob Dylan.

El Lince

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