“¡La culpa es del Kremlin!”: Cómo y en qué países se desató la fiebre por la ‘huella rusa’ en 2018

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Este año la supuesta "injerencia rusa" fue aireada en 15 naciones, donde se levantaron voces que acusaron a Moscú de deslizar su 'larga mano' en sus asuntos internos y procesos electorales.

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El pasado 22 de diciembre el director de Inteligencia Nacional de EE.UU., Daniel Coats, acusó a Rusia y a otros países, entre ellos China e Irán, de llevar a cabo “actividades de influencia” en vísperas de las elecciones de mitad de mandato previstas para este año con el fin de “promover sus intereses estratégicos”, si bien admitió que la agencia no encontró evidencia alguna de interferencia directa en los comicios estadounidenses.

De confirmarse los hallazgos recabados en el informe, estos países podrían verse afectados por la imposición automática de nuevas sanciones. Mientras Moscú sigue bajo la lupa de Washington por la supuesta injerencia en su vida política, otros países tampoco han dudado en poner el grito en el cielo ante la supuesta ‘huella rusa’. El periódico ruso Kommersant ha elaborado una lista con las 15 naciones donde ha sido aireada la supuesta intromisión del Kremlin en sus asuntos internos.

Estados Unidos

A lo largo de este año en EE.UU. siguió su curso la investigación sobre “la interferencia de Rusia” en las elecciones presidenciales de 2016 y la supuesta colusión de la campaña electoral de Donald Trump con el Kremlin. Los resultados de la pesquisa, encabezada por el fiscal especial Robert Mueller, aún no se han dado a conocer, ni tampoco se han hecho públicas pruebas contundentes que evidencien la injerencia del Gobierno ruso, lo que no ha supuesto un obstáculo para introducir sanciones contra Rusia por “injerencia” ni para convencer a los políticos estadounidenses de que las autoridades rusas utilizaron redes sociales y tecnologías informáticas para asegurar la victoria del candidato republicano.

En medio de la investigación se destapó que varios aliados del actual presidente de EE.UU. infringieron la ley, como el exasesor de Seguridad Nacional de Trump, Michael Flynn, que mintió al FBI, o el exjefe de la campaña del candidato republicano, Paul Manafort.

Trump ha reiterado en varias ocasiones que “no hubo colusión con Rusia” durante la campaña del 2016 y ha sugerido que el Departamento de Justicia se centre en “la corrupción de los demócratas“. Por su parte, Rusia tachó de absurdas las acusaciones de EE.UU. sobre una supuesta injerencia en sus elecciones presidenciales, recordando que no han sido presentadas las pruebas correspondientes.

Además de la pesquisa centrada en las elecciones de 2016, las autoridades estadounidenses alertaron a lo largo de este año de la posible intención de Moscú de intentar dejar huella de alguna forma en las elecciones de medio término, celebradas en otoño. Las autoridades rusas reiteraron que no planeaban hacer nada parecido, pero no convencieron a nadie. A principios de diciembre el exjefe del Pentágono, James Mattis, afirmó que el presidente Vladímir Putin “otra vez trató de meterse” en las elecciones de EE.UU. y que se mantienen los “continuos esfuerzos” de Rusia en este sentido.

En julio de este año las autoridades de EE.UU. detuvieron a la ciudadana rusa María Bútina, acusada de espionaje, que este mes se declaró culpable de conspirar para actuar como agente extranjero en EE.UU. El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, sostuvo que Bútina aceptó un acuerdo con la Fiscalía a cambio de obtener una pronta liberación para regresar a Rusia.

Según Lavrov, Bútina “se encuentra en condiciones durísimas, y desde hace meses le aplican algo parecido a torturas: a veces la dejan pasear en medio de la noche, forzándola a interrumpir su sueño, a veces la meten en una celda de aislamiento, y otras muchas cosas”. El canciller opina que el objetivo de estas condiciones es “doblegar su voluntad y hacerla declararse culpable de algo que no hizo”.

Reino Unido

El Gobierno británico acusa a los servicios de inteligencia de Rusia del envenenamiento con agente nervioso Novichok del exagente doble de inteligencia Serguéi Skripal y de su hija Yulia, ocurrido el pasado 4 de marzo en la ciudad inglesa de Salisbury, y del que ambos salieron con vida. Moscú negó su implicación en el ataque, pero no pudo evitar el escándalo diplomático ni la expulsión de diplomáticos rusos, tanto de Reino Unido, así como de una serie de países europeos que se solidarizaron con Londres.

Los rusos Alexánder Petrov y Ruslán Boshírov, acusados por las autoridades británicas de perpetrar el ataque, afirmaron en una entrevista exclusiva con la directora del grupo RT, Margarita Simonián, que visitaron Salisbury por turismo y que querían ver la catedral, “famosa por su pico de 123 metros”. Sin embargo, la entrevista generó más preguntas que respuestas.

Posteriormente, el grupo Bellingcat, en colaboración con The Insider, afirmó que Petrov es, en realidad, Alexánder Mishkin, un supuesto doctor ligado al Departamento Central de Inteligencia de Rusia (GRU), mientras que el verdadero nombre de Boshírov es Anatoli Chepiga, un agente del Departamento Central de Inteligencia de Rusia. La información no fue confirmada por el Gobierno ruso, que insistió en que ambos hombres son civiles.

Por su parte el Ministerio de Exteriores de Rusia afirmó que esta investigación, realizada por medios británicos, es una continuación de la campaña para desviar la atención de lo que realmente sucedió en Salisbury.

“Esta nueva entrega sobre Petrov y Boshírov se realizó inmediatamente después de que Theresa May hablara sobre armas de destrucción masiva en el Consejo de Seguridad de la ONU, en el cual nuevamente expresó acusaciones contra Rusia”, había escrito la portavoz del ministerio, María Zajárova, en Facebook.

El 20 de diciembre el presidente ruso afirmó que el envenenamiento de los Skripal, un caso que calificó de “enfoque rusófobo politizado”, fue “inventado” con el fin de “contener el desarrollo de Rusia como posible competidor”.

Países Bajos

Países Bajos deportaron en abril a cuatro ciudadanos rusos acusados de planificar un ciberataque contra la sede de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ). En octubre la ministra de Defensa, Ank Bijleveld, afirmó que las autoridades neerlandesas frustraron un intento de ‘hackeo’ de la red WiFi de la OPAQ, orquestado por el Departamento Central de Inteligencia de las Fuerzas Armadas de Rusia (GRU), y que los deportados eran miembros de la inteligencia militar rusa.

Los ciudadanos rusos fueron sorprendidos con equipos de espionaje en un hotel cerca de la sede de la OPAQ en La Haya y, según datos de la inteligencia neerlandesa, tenían planeado ir a un laboratorio en Spiez, Suiza, donde en aquel entonces la OPAQ se dedicaba a determinar el tipo de sustancia con la que fueron envenenados los Skripal en el Reino Unido.

El Ministerio de Exteriores de Rusia rechazó las acusaciones y llamó la atención sobre el hecho de que el Gobierno de los Países Bajos esperase casi seis meses para hacer pública la información de la expulsión de los cuatro rusos y la divulgara días antes de la sesión de la OPAQ sobre la financiación de un mecanismo para designar a ‘culpables’ por el uso de armas químicas.

Moscú, que se mostraba en contra de esta iniciativa, afirmó que la historia sobre el ‘hackeo’ fue necesaria para aquellos que se pronunciaban a favor, lo que representa “otra etapa en la formación de los antecedentes políticos necesarios para impulsar esta iniciativa ilegal”.

Suiza

Por su parte, las autoridades de Suiza lanzaron una investigación a raíz de la sospecha de que miembros de la inteligencia rusa bajo protección diplomática trataron de obtener información secreta del laboratorio químico Spiez, que participó en el estudio de pruebas del caso Skripal, y de la Agencia Mundial Antidopaje en Lausana.

En la prensa aparecieron informaciones que apuntaban a que uno de cada cuatro diplomáticos rusos en Suiza es espía. El ministro de Exteriores, Ignazio Cassis, aseveró que su país no tolerará el espionaje, y la Cancillería incluso citó al embajador ruso en Berna, Serguéi Garmonin, exigiendo que cesaran de inmediato “las actividades de espionaje en territorio suizo”. La Embajada de Rusia rechazó todas estas acusaciones “infundadas”, puntualizando que solo se cimentan en suposiciones.

Suiza incluso endureció el procedimiento de acreditación para los diplomáticos rusos y la tensión entre los dos países solo se rebajó después de la visita a Moscú del jefe de la inteligencia suiza, Jean-Philippe Gaudin, a principios de noviembre.

México

A primeros de enero el entonces asesor de Seguridad Nacional de EE.UU., Herbert Raymond McMaster, declaró que EE.UU. percibió “indicios” de intromisión del Gobierno de Rusia en las campañas presidenciales de México. Al coro de acusaciones se unieron los influyentes senadores Marco Rubio y Robert Menéndez, que afirmaron que Moscú trataba de influir en el resultado de la votación apoyando a Andrés Manuel López Obrador.

A estas críticas unieron su voz varios adversarios políticos de López Obrador que aspiraban a la presidencia mexicana, aunque el director de Comunicación Social y vocero de la Presidencia de México, Eduardo Sánchez Hernández, declaró que “no hay evidencias de injerencia rusa en el proceso electoral mexicano”.

El entonces precandidato presidencial se tomó a broma las acusaciones sobre el supuesto apoyo ruso a su carrera electoral y afirmó con sarcasmo que ya no era el ‘peje’, sino Andrés Manuelovich, y que estaba a la espera de que el submarino ruso le trajera oro directamente desde Moscú.

Alemania

A finales de noviembre el periódico alemán Der Spiegel publicó, citando a una fuente en los servicios de seguridad, que los ‘hackers’ del grupo Snake, también conocido como Turla y Uroboros y vinculado por las autoridades alemanas con la inteligencia rusa, llevaron a cabo ciberataques contra los parlamentarios, varias embajadas y la Bundeswehr (Fuerzas Armadas de Alemania). Según datos del periódico, el último ataque tuvo lugar el 14 de noviembre.

En marzo a Snake le atribuyó la responsabilidad por los intentos de ‘hackear’ las redes del Gobierno federal y el robo de datos del Ministerio de Exteriores. En junio el presidente de la Oficina Federal para la Protección de la Constitución, Hans-Georg Maassen, afirmó que considera a los ‘hackers’ rusos responsables de los ataques contra una serie de compañías energéticas alemanas y señaló que el ‘hackeo’ “podría haber sido controlado desde Rusia”.

Moscú negó en repetidas ocasiones que hubiera intentado interferir de alguna manera en la infraestructura de otros países. En este sentido, el portavoz del presidente Putin, Dmitri Peskov, comentó a Reuters que en el Kremlin no saben “de qué estaba hablando” Maassen.

En mayo el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, afirmó durante una rueda de prensa conjunta con su homólogo alemán Heiko Maas que no había oído nada sobre Snake hasta ese momento y lamentó que Berlín cancelara sin explicaciones las consultas bilaterales sobre la seguridad cibernética, previstas para marzo. Lavrov también dijo que las autoridades alemanas no pidieron aclaraciones y no se dirigieron a Moscú de manera oficial en torno a los ciberataques contra sus redes informáticas.

Austria

El 30 de noviembre fue detenido en Salzburgo un coronel retirado del Ejército, sospechoso de haber trabajado para la inteligencia rusa durante casi 30 años. El canciller Sebastian Kurz afirmó que el espionaje es “inaceptable” y que el caso estaba bajo investigación de la Fiscalía. La ministra de Exteriores austríaca, Karin Kneissl, canceló su visita a Rusia, programada para diciembre.

El ministro de Exteriores ruso declaró que Austria “recurre a la ‘diplomacia de micrófono’ en vez de a la tradicional que cumple con todas normas de la decencia” y prevé solicitar aclaraciones de manera directa. “Nos acusan en público, exigiéndonos explicaciones públicamente sobre una cuestión de la que no sabemos nada”, añadió.

En una conversación telefónica con Kneissl, Lavrov subrayó que es inadmisible realizar acusaciones públicas sin fundamento, mientras el Ministerio ruso de Exteriores convocó al embajador de Austria, Johannes Aigner, para “llamar su atención sobre los métodos que deberían aplicar si tienen algunas preguntas para la Federación de Rusia”.

Eslovaquia

A finales de noviembre Eslovaquia expulsó a un agregado militar de la Embajada rusa al que acusó deespionaje. El primer ministro Peter Pellegrini anunció que el diplomático “fue declarado persona non grata porque estaba involucrado en actividades de inteligencia contra Eslovaquia y la OTAN”. Rusia respondió con la expulsión de un diplomático eslovaco al que dio 48 horas para abandonar el país.

Suecia

El temor a que la larga mano del Kremlin llegaría hasta sus propios votantes, metiéndose en el proceso electoral, no solo se apoderó de los políticos estadounidenses. En junio el primer ministro de Suecia, Stefan Lofven, calificó a Rusia como “la mayor amenaza” para las elecciones parlamentarias de septiembre.

La Policía de Seguridad Sueca (Sapo) detectó actividades maliciosas que incluían el uso de cuentas falsas y desinformación en redes sociales con el fin de polarizar a la opinión pública, así como ataques DDoS e intentos de ‘hackear’ los partidos políticos y servicios clave relacionados con las elecciones desde las direcciones IP localizadas en Rusia y Corea del Norte, pero señaló que esto no afectó a los resultados de los comicios.

Tampoco hubo acusaciones directas contra el Gobierno ruso. El canciller ruso tachó de “ridículas” las afirmaciones sobre una posible interferencia de Moscú en las elecciones de Suecia.

Italia

La victoria de la coalición de centro-derecha y del euroescéptico Movimiento 5 Estrellas en las elecciones generales de Italia en marzo de este año levantó las sospechas de que detrás del triunfo también pudiera estar Rusia. Los diputados del Partido Demócrata Michele Anzaldi y Carmelo Miceli instaron a convocar una comisión especial para investigar la supuesta injerencia del Kremlin en las elecciones locales.

Anzaldi y Miceli afirmaron que la así llamada ‘fábrica de trolls’ rusos difundía noticias falsas para desacreditar a los miembros del Partido Demócrata, facilitando la victoria del Movimiento 5 Estrellas y Liga Norte, que se muestran a favor de mantener buenas relaciones y fuertes lazos económicos con Rusia.

El presidente Putin ya comentó en enero, meses antes de las elecciones, que para Rusia “son mucho más valiosas las relaciones con Italia como Estado”, y que el Gobierno ruso vería como un sinsentido la injerencia en las elecciones, ya que, independientemente del resultado de la votación, en Italia “existe un consenso nacional y político general sobre el desarrollo de relaciones con Rusia”, que es positivo. “No se nos ocurre intervenir en las elecciones de otros, incluida Italia“, declaró Putin ante los periodistas rusos.

Grecia y Macedonia

El 30 de septiembre se celebró en Macedonia un referéndum sobre el ingreso del país en la Unión Europea y la OTAN bajo condiciones acordadas con Grecia. El acuerdo con Atenas presuponía el cambio del nombre oficial del país y el referéndum se centró, precisamente, en determinar si Macedonia debía pasar a llamarse República de Macedonia del Norte, poniendo fin de esa forma a la larga disputa que el país mantenía desde los años 90 con Grecia, que insistía en el cambio de nombre oficial de la antigua República Yugoslava de Macedonia, de tal forma que, preferiblemente, prescindieran de la palabra ‘Macedonia’, topónimo de una región griega en el norte.

La consulta logró el apoyo del 91,46% de los votantes efectivos, pero debido a la baja participación (solo un 36,91%, menos del límite mínimo establecido del 50%), la Comisión Electoral Estatal declaró los resultados como inválidos. Jurídicamente, el referéndum era solo consultivo y su fracaso no impidió al Parlamento macedonio respaldar la iniciativa con dos tercios de los votos de sus diputados para firmar el acuerdo con Grecia e introducir las enmiendas necesarias en la Constitución. Se prevé que las formalidades restantes se concreten a principios de 2019.

Ante la posibilidad de que Macedonia entrara en la OTAN, volvió a recaer sobre Rusia la sospecha de que intentaba influir en la opinión pública de ambos países para evitar su acercamiento. En verano Grecia expulsó a dos diplomáticos rusos y prohibió la entrada al país a otros dos ciudadanos de este país. Según medios locales, el Gobierno griego acusó a los diplomáticos de intromisión en asuntos internos y de cometer actos ilegales contra la seguridad nacional del país, en concreto, llevar a cabo intentos fallidos de obtener y divulgar información, así como sobornar a funcionarios locales.

Moscú respondió con medidas simétricas. Desde el Ministerio de Exteriores señalaron que el Gobierno ruso nunca había interferido en la política de Grecia y que detrás de aquella “decisión antirrusa” que —recordaron— “coincide con el comienzo de la cumbre de la OTAN”, estaba EE.UU. intentando buscar el modo de asegurarse un nuevo miembro en la alianza.

Finlandia y Noruega

En noviembre el Ministerio de Defensa de Noruega se sumó a Finlandia, que señaló a Rusia por los fallos en el sistema GPS registrados durante los ejercicios militares Trident Juncture, que se desarrollaron en Noruega entre el 25 de octubre y el 7 de noviembre, y que fueron calificados por los medios como el mayor ejercicio de la OTAN desde la Guerra Fría.

Noruega denunció actividades subversivas de “las fuerzas rusas en la península de Kola” para interrumpir las señales del sistema de navegación, mientras que Finlandia anunció que los fallos en el GPS se originaron en el territorio de Rusia.

Los Ministerios de Exteriores de ambos países escandinavos abordaron el asunto con las embajadas rusas. El portavoz del presidente ruso, Dmitri Peskov, calificó las declaraciones de infundadas y lamentó que exista la tendencia de acusar a Moscú “de todos los pecados, mortales y otros”.

Francia

Finalmente, la ‘huella rusa’ fue detectada en las protestas masivas de ‘chalecos amarillos’ que se manifiestan en Francia en contra de las políticas del presidente Emmanuel Macron.

El ministro de Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian, declaró que la Secretaría General de Defensa y de Seguridad Nacional de Francia investiga la posible involucración de Rusia en estas manifestaciones.

Los especialistas franceses investigan, entre otras cosas, las cuentas en redes sociales desde las que se difundían informaciones que incitaban a la movilización de los ciudadanos y generaban descontento social.

El portavoz presidencial Peskov aseguró que Rusia considera las protestas masivas “únicamente un asunto interno de Francia” y reiteró que el Gobierno ruso no se involucra en los asuntos internos de otros países y respeta la soberanía de Francia, país con el que busca desarrollar unas relaciones estrechas.

Fuente: rt

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