La orden de ‘gatillo fácil’ puede resultar contraproducente para Bolsonaro y su banda de matones

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Si Bolsonaro y sus mentores creían que lo tenían fácil, ya empiezan a comprobar que no va a ser así, ni mucho menos. 500 mercenarios de la Guardia Nacional se han desplegado en Fortaleza, en el estado de Ceará, al noreste del país, donde el gobierno se confiesa abrumado tras una semana en la que se han producido más de 160 ataques.

Han aparecido incendiados autobuses, furgonetas de correos y vehículos. Las comisarías de policía, los edificios gubernamentales y los bancos han atacados con cócteles Molotov y explosivos. Ayer volaron una central telefónica, dejando 12 ciudades sin servicio de telefonía móvil. Otros explosivos dañaron un viaducto de la autopista y un puente.

Brasil puede quedar atrapado por una espiral de represión y reacción, con grupos armdos que ya han dejado claras sus intenciones. Quizá sea eso lo que andaban buscan los fascistas. Necesitan una provocación para que el ejército imponga el estado de excepción y los francotiradores empiecen a disparen a matar.

En Río de Janeiro han entrenado a 120 francotiradores, que acompañan a la policía de la ciudad a las favelas cercanas para disparar contra todo el que se mueve. En 2017 policía brasileña ya mató a 5.000 personas, un promedio de 14 diarios.

Los francotiradores operan por parejas, un pistolero y un vigilante, que filman las ejecuciones en vídeo. Los dos policías alternan sus papeles.

Para justificar los crímenes, las fuentes oficiales dicen que bandas de narcotraficantes rivales han unido sus fuerzas para llevar a cabo más de 160 ataques en represalia por la decisión de poner fin a la práctica de separar a las diferentes facciones del narcotráfico en las cárceles brasileñas.

Ya hay 148 detenidos acusados con los ataques, mientras que al menos 20 prisioneros sospechosos de ordenarlos han sido trasladados de prisiones estatales a prisiones federales, donde el gobierno brasileño promete que no cederá en su determinación de luchar contra la actividad de los grupos armdos.

“Podríamos ver este tipo de salvajismo en Río de Janeiro, en la televisión. Las cosas estaban bastante tranquilas aquí”, en Fortaleza, dice Carlos Robério, copropietario de un minibús después de ver a un grupo de jóvenes en circuito cerrado de televisión rociando gasolina en uno de sus kioskos antes de prenderle fuego.

Roberio dice que ante este colapso de la civilización se ha armado. “Es un caos total aquí, y me siento como alguien que está en medio del océano sin una pequeña balsa salvavidas”.

Bolsonaro ha prometido flexibilizar las leyes sobre la tenencia de armas, para facilitar que los adultos mayores de 25 años puedan ser autorizados sin antecedentes penales. Permitir que las personas “valientes” posean armas, disuadirá a los delincuentes, al mismo tiempo que reducirá la tasa de homicidios de Brasil, que se sitúa en casi 64.000 asesinatos el año pasado.

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