Venezuela y Rusia han firmado importantes convenios en materia financiera, comercial y militar, entre otras, durante los últimos años. Foto: Reuters.

Venezuela fue ingresada formalmente al “eje del mal” o grupo de países-objetivo de Washington desde el Decreto de Barack Obama que criminalizó a la nación en 2015, declarando a la República Bolivariana una “amenaza inusual y extraordinaria” para la seguridad de Estados Unidos.

Desde este punto se acrecentaron todos los dispositivos operativos y funcionales que en diversos ámbitos se han traducido en intentos concretos de desmantelamiento del Estado-nación venezolano, y que hasta 2019 han tenido expresiones exactas de asfixia a la nación petrolera, especialmente en la diplomacia y en su economía, mediante bloqueo económico.

En las acciones estadounidenses han intentado resignificar varios hechos indiscutibles: Venezuela es el país con las reservas petroleras más grandes del mundo. Se encuentra también en el sexto lugar en las reservas mundiales de gas. Actualmente se confirman y estiman reservas venezolanas en oro y coltán que podrían colocar al país en los primeros lugares del mundo. Tiene recursos estratégicos en cuantía, que están plenamente vinculados al desarrollo de las economías industrializadas y altamente tecnificadas. Venezuela posee las materias primas del presente y del futuro.

Pero además de ello, es un país plenamente integrado al mundo emergente. Sus principales socios, China y Rusia, son talante de un nuevo contexto en la composición geopolítica global y Venezuela se engrana a ellos como pieza clave.

China considera a Venezuela como un “aliado estratégico” en América Latina. Foto: Global Journalist.

Es también cierto que el equilibrio de las relaciones globales de intercambio de materias primas y bienes estratégicos, tiene en Venezuela a un pivote. Pues las asimetrías en el acceso a la energía históricamente pusieron a Estados Unidos como un factor de arbitraje en el desarrollo de las naciones. Hoy esa correlación está cambiando y se aceleró desde que Venezuela salió de la órbita estadounidense con Hugo Chávez.

Eso da hoy a Venezuela el rol potencial de participar muy activamente en el reacomodo de la hegemonía mundial, mediante su condición preferente a los factores emergentes. Lo que está en disputa es el balance o desequilibrio en el marco de las relaciones internacionales de cara al futuro.

La importancia geopolítica de Venezuela yace también en que, en los años del ciclo progresista latinoamericano, se alzó como un factor influyente mediante fuerza propia en el propio continente americano entonando relaciones internacionales por medio de diversas alianzas y entes de interlocución e integración, como ALBA-Petrocaribe, que sirvieron para apalancar su agenda energética, diplomática y política con visión contrahegemónica.

Un modelo geopolítico que en América Latina logró disputarle poder a Estados Unidos en su área de influencia más cercana como son el Caribe, Centroamérica y Sudamérica, mientras construyó alianzas Sur-Sur con países de África y Asia de tal manera que, hoy, el país posee la presidencia del Movimiento de Países No Alineados. Esto, junto a las relaciones con Rusia y China, hacen a la República Bolivariana una línea de equilibrio de los adversarios de Washington muy atractiva para atacar de la misma forma como se hace contra Irán y Siria, por citar los ejemplos más evidentes.

El desmembramiento de Venezuela, que luce como propósito inalterable de la política estratégica estadounidense, consiste en el despojo de la institucionalidad venezolana, su caotizacion y su fragmentación, como condición elemental para la captura del poder nacional y los activos de la nación, dentro y fuera de su territorio.

En 2019, Venezuela acude a la germinación y formación de un para-estado con factura estadounidense, y mediante ello se inserta en condiciones pre-bélicas que significan la aceleración de un proceso de desmantelamiento del país como instancia objetiva, como expresión concreta. Pues se apunta a la captura de los activos nacionales mediante un fraguado intento de desmantelamiento de la estructura jurídica que los soporta; que es el Estado venezolano y la jefatura del Estado, así como demás instituciones. La “presidencia” espuria de Juan Guaidó reconocida por Donald Trump y la existencia de un “Tribunal Supremo de Justicia” paralelo en el exterior, son elementos probatorios de ello.

Para efectos prácticos, el poder público venezolano y los recursos del país son bienes esenciales para el conglomerado financiero y político que desde Estados Unidos organiza y opera el asedio contra Venezuela. Pero el objetivo estratégico es la República Bolivariana en el contexto del sistema-mundo.

El agotamiento del esquema de relaciones internacionales unipolar imprime un dinamismo que, en el mundo emergente y multipolar, se traduce en el desplazamiento de los viejos centros de poder. Estos, al ver su hegemonía comprometida, han reaccionado ante otros países en los frentes del conflicto militar y el asedio político y económico. La influencia de Venezuela, al asumir su rol natural como nación petrolera y además soberana, ha colocado al país en el centro de un huracán que hoy conmociona el tablero geopolítico del mundo.

 

DEJA UN COMENTARIO (si eres fascista, oportunista, revisionista, liberal, maleducado, trol o extraterrestre, no pierdas tiempo; tu mensaje no se publicará)

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.