Hace dos años que la moribunda Unión Europea se dio cuenta de que el mundo ya no es como era y en el que tan bien se sentía. Entonces decía que estábamos en un mundo «aliberal» que estaba a punto de hacer saltar por los aires todo el entramado occidental. Dos años después certifica que «el orden internacional liberal ha sido dañado hasta tal punto que es difícil que se pueda volver al status quo anterior». Esta es una de las afirmaciones, de los reconocimientos geopolíticos, que se recogen en el documento de la 55 Conferencia Europea de Seguridad que se celebró a mediados de febrero en Múnich (Alemania).
Hay un refrán castellano que dice: «dime de lo que presumes, y te diré de lo que careces». La palabra más repetida en el documento, tanto que aburre el leerlo, es «liberal», «democracia liberal», «orden liberal», «orden mundial liberal», etc. Todo eso ha saltado por los aires y no por sus propios actos, como se puede poner de manifiesto en Francia con la represión de los «chalecos amarillos» o en Venezuela con el reconocimiento de un títere impuesto por EEUU en violación de todos los derechos habidos y por haber, sino por el ya no «surgimiento», como la moribunda UE constató hace dos años, sino por el «afianzamiento de grandes potencias autoritarias» (sic) que han provocado que «el mundo esté entrando en una nueva era de competencia de poder».
Supongo que es fácil adivinar a quién se está refiriendo la moribunda Europa: a China y a Rusia. El afianzamiento geoestratégico de estas «dos grandes potencias autoritarias» (contraponiéndolas al «mundo occidental liberal»), junto a «la acumulación de varias crisis que se suceden simultáneamente», es lo que hace que para la moribunda Unión Europea estemos asistiendo a «la tormenta perfecta que ha dado al traste con el viejo orden internacional«.
Y ¿cuáles son estas crisis simultáneas? Pues, por este orden, Yemen -donde se da «la peor crisis humanitaria del mundo» pero donde no hay ni atisbo de autocrítica por la venta de armas a Arabia Saudita o se monta un numerito como el de Venezuela con la histeria humanitaria, o no se sanciona a ministros como en Siria, o…-; Afganistán -se reconoce que «los talibanes controlan ahora de forma efectiva la mitad del país» luego es un fracaso colectivo de Occidente después de 17 años de ocupación-; Irán -donde no hay la menor autocrítica por la postura timorata de la UE sobre las sanciones impuestas por EEUU al margen del derecho internacional-; Siria -y aquí carga contra Turquía si actúa contra los kurdos si se retira EEUU-; Nigeria -cuya gran riqueza es el petróleo, otra vez este factor como en Venezuela pero sin la histeria que ha desatado la UE contra Venezuela-; Sudán del Sur -donde se reconoce que «han muerto 400.000 personas desde que estalló la guerra civil hace cinco años» pero tampoco hay la misma reacción histérica que con Siria, por ejemplo-; Camerún -país clave entre las ex colonias francesas en África y donde Francia tiene grandes intereses-; Ucrania -foco de inestabilidad debido no a los neonazis sino a Rusia por lo que «se sigue avivando el enfrentamiento geopolítico más amplio entre Rusia y las potencias occidentales», y Venezuela -«hogar de enormes reservas de petróleo» y donde «el desmantelamiento de las instituciones por parte del gobierno (tómese nota que se habla del de Maduro y no hay mención al títere que ha sido reconocido por casi toda la UE; recuerdo que esta conferencia se ha realizado a mediados de febrero y que casi toda la UE reconoció al títere como «presidente interino» a mediados de enero) amenaza con provocar una crisis regional»-.
Desde luego, hay que tener estómago para leer a este gente sin vergüenza alguna, tanto que no tienen reparo en recurrir al «filósofo italiano Antonio Gramsci» para hablar de lo viejo que no termina de morir, lo nuevo que no termina de nacer y los monstruos del interregno. Esta gentuza que recoge una histórica frase del «filósofo italiano» ni menciona que era comunista, que estuvo encarcelado por comunista, que quienes le encarcelaron fueron los liberales (es decir, sus padres y abuelos) y que cuando escribió esa frase lo hizo en sus «Cuadernos de la cárcel», para hacer más sangrante el sarcasmo.
Esta gentuza recurre a Gramsci para aferrarse, todavía, al viejo orden que, para la UE, aún no ha muerto del todo mientras que no da por constituido al sustituto por mucho que lo intenten China y Rusia. Y no lo da porque dice que lo que les falla a estas potencias es «su política de alianzas» y que es precisamente esta política de alianzas occidental entre EEUU y sus vasallos lo que garantiza, todavía, ese viejo orden y esa primacía aunque esté claramente en disputa.
De China se dice que «ha desafiado las expectativas de EEUU y se ha convertido en el más formidable competidor de EEUU en la historia moderna» (sic), que las acciones de China se basan «en el supuesto de que EEUU es una superpotencia en declive» y que como «el Partido Comunista se ve en el lado ganador de la historia» no es previsible que China cambie de rumbo en su política exterior (que se vertebra alrededor del eje del multilateralismo, esto lo digo yo) por lo que el rumbo a la colisión con EEUU es cada vez mayor, una colisión que es, por ahora, económica.
Porque aun reconociendo que esta es la realidad, diciendo que «si bien China es, sin duda, el desafío a largo plazo más importante para EEUU» (y para Occidente, esto lo digo yo), sigue manteniendo la histeria de que «Rusia es la preocupación de seguridad más inmediata». Y aquí aparece tópico tras tópico de los últimos años: Ucrania, Siria, Skripal, ataques cibernéticos, intromisión en elecciones, etc. Nada nuevo bajo el sol rusófobo. No obstante, aún queda algo de lucidez en la moribunda Europa cuando se reconoce que «Rusia obtuvo algunas victorias impresionantes a corto plazo, tomando por sorpresa al mundo en Ucrania y Siria» (sic). Tomando al mundo por sorpresa, curioso. Eso significa que Occidente no levantaba la vista de su ombligo y no veía lo que se estaba fraguando en geopolítica y que ahora que lo ve no sabe muy bien cómo hacerle frente.
O sí, con más de lo mismo: más OTAN, más acusaciones de que es Rusia y no EEUU quien viola e incumple tratados de armas internacionales y cosas así. Eso imbuido de un tímido reconocimiento de que tal vez es el momento en que Europa, sin dejar de pertenecer al «eje euroatlántico», es decir, de su alianza de subordinación con EEUU, comience a pensar en su propio camino geoestratégico en unos momentos en que «la lógica bipolar se está desmoronando y aún no ha surgido un nuevo marco multilateral».
En esta tesitura hay una muy tímida crítica a EEUU cuando afirma, preguntándose, si estamos asistiendo al fin de la «hegemonía benigna» de EEUU dado que desde que llegó Trump a la presidencia «da la impresión de que EEUU está jugando su propia liga». Y recuerda las regañinas de Trump por lo poco que aporta Europa a la OTAN o el enfrentamiento de los aranceles o con las sanciones a Irán. En este sentido, la moribunda Europa hace una cierta autocrítica al reconocer que sólo el 14% de la población de la UE tiene una «confianza plena» en EEUU. Esto es consecuencia, entre otras cosas, del «desprecio por las instituciones y acuerdos internacionales que ha enfrentado a EEUU y a sus aliados en los últimos años».
Así las cosas, envuelta en «la tormenta perfecta», la UE se pregunta: «¿cómo recoger las piezas de lo que queda del liderazgo occidental?» (sic), que es el título del informe del que hago referencia como habréis visto más arriba en la foto. No se sabe, pero se menciona a «varios líderes de las principales potencias medias liberal-democráticas» (sic) que han pedido un mayor poder. Está claro que se está refiriendo Alemania y Francia y su historia de un ejército europeo y su reciente alianza político-económica-militar. Pero una cosa es la teoría y otra la práctica porque resulta que «sólo un 20% de la población europea está de acuerdo con unas Fuerzas Armadas (europeas) plenamente integradas y operadas bajo un mando europeo» mientras, por el contrario, «el 73% apoya los ejércitos nacionales aunque puedan actuar el coordinación con otros». Es decir, que sí al modelo OTAN mientras que el ejército europeo va para largo.
No obstante, se da la bienvenida a «las numerosas decisiones tomadas por los estados miembros de la UE para mejorar la cooperación en materia de defensa, incluida la introducción del Fondo Europeo de Defensa, la Cooperación Estructurada Permanente (PESCO) y el Comité Coordinado de Revisión Anual en Defensa (CARD)».
Os he dicho que esta gente no tiene el menor complejo en utilizar a Gramsci. Pues bien, tras volver a reconocer que «el optimismo general asociado con el período posterior a la Guerra Fría ha llegado a su fin» y que «muchas certezas que la mayoría de la gente occidental ha dado por sentado han sido cuestionadas o incluso socavadas» dice que pese a ello «no está claro qué tipo de nuevo orden surgirá, si los principios del viejo orden pueden ser preservados, si habrá un nuevo orden o si el período de transición será pacífico». Lo único que la UE tiene claro es que «el interregno será una fase prolongada de inestabilidad e incertidumbre» en la que tanto EEUU como China y Rusia tienen que ser conscientes de que «en una nueva era de competencia entre grandes potencias, si todos se preparan para un entorno hostil terminarán autocumpliendo la profecía destructiva». Pero ni un atisbo de autocrítica por el vasallaje a EEUU en casos como las sanciones a Rusia, el veto a la alta tecnología china o a la simple presencia china en todos los ámbitos económicos. Eso por no mencionar otras cuestiones.
La moribunda UE sabe que su tiempo ha pasado, como el de Occidente, aunque intenta hacer un último esfuerzo, como el estertor del agónico, para aferrarse a algo de vida en el último momento. Porque es lo que tiene la tormenta perfecta, un oxímoron en el que se ve lo terrible, lo aterrador que es una tormenta que no se puede parar y que se lleva todo por delante. O sea, a la hegemonía occidental. Al utilizar esta expresión de «la tormenta perfecta», la UE reconoce que ese final es inevitable.
El Lince