En la lejana Nueva Zelanda, que hasta ahora aparecía en las noticias fundamentalmente para anunciar el rodaje de otra película de hobbits, se ha producido el ataque más sangriento de la historia del país. Un nazi, Brenton Tarrant, disparó a sangre fría a los musulmanes que se habían congregado para rezar en la mezquita de Christchurch, asesinando a al menos 49 personas. El asesino utilizó una cámara, emitió la masacre en directo y publicó en Twitter un manifiesto que contiene todo tipo de odiosas ideas racistas basadas en la innata superioridad de la raza blanca.
Estudiando el pasado del terrorista, a los comentaristas inmediatamente les llamaron la atención dos elementos que lo hacen relevante para la política ucraniana. El asesino menciona haber visitado el territorio de Ucrania, donde aparentemente se comunicó con sus correligionarios. Una pista para saber de quiénes se podría tratar es el “sol negro” utilizado en el emblema del regimiento del Ministerio del Interior Azov, que ha ayudado a entrenar a “activistas” de extrema derecha extranjeros [que, cuando menos, indica que el terrorista y el batallón ucraniano comparten referentes-Ed.].
El “sol negro” es uno de los símbolos más populares de los nazis modernos además de la cruz celta y la “svarga”, que también tenía el asesino. Es, esencialmente, una de las variantes de la esvástica.
El Brigadeführer de las SS Karl Wiligut popularizó este símbolo durante el Tercer Reich como uno de los símbolos de las “razas nórdicas” y entonces se generalizó entre las Waffen SD. Por orden de Heinrich Himler, el “sol negro” decoraba la Obergruppenführersaal del castillo de Wewelsburg, en el que se reunía la élite nazi. Al final de la Segunda Guerra Mundial, el ex miembro de las SS Wilhelm Landig propuso utilizar este “antiguo símbolo ario” como sustituto a la prohibida esvástica.
Desde entonces, el “sol negro” ha sido muy utilizado tanto por los nazis del viejo mundo como por los del nuevo. El símbolo es especialmente popular entre el culto neopagano nórdico. Así que no puede sorprender que apareciera en 2014 en el emblema del batallón de extrema derecha Azov, cuya base está formada por miembros de grupos neonazis. Gracias a los nacionalistas ucranianos, el símbolo “nórdico” se ha hecho conocido en Ucrania, al igual que el “Wolfsangel” tomado de las SS. El escritor nacionalista Vasily Shklyar publicó bajo el título “El sol negro” una novela sobre Azov, que, por su parte, intentó crear para la Guardia Nacional de Ucrania un blindado de tres ruedas “sol negro” que causó todo tipo de burlas entre los expertos militares.
Por desgracia, no hay nada de gracioso en las actividades de Azov. Armados y entrenados a expensas del presupuesto del Estado, la estructura se ha convertido en un centro de entrenamiento global para militantes de extrema derecha. Desde 2014, nazis de diferentes países han hecho una peregrinación a Ucrania para recibir entrenamiento militar de sus “hermanos blancos”, que, por primera vez desde el año 1945, forman parte del liderazgo político-militar de un país europeo. Azov mantiene contactos activos con otros grupos de ultraderecha de Europa, Rusia y Estados Unidos e incluso ha provocado la indignada reacción del Congreso de Estados Unidos, que llamó la atención sobre las actividades del diputado Andriy Biletsky.
Así, en noviembre pasado se conoció que miembros del grupo de extrema derecha estadounidense Rise Above Movement acudieron a Kiev invitados por Azov e incluso se dice que recibieron entrenamiento militar por parte del regimiento ucraniano. “El 1 de agosto de 2018, el perfil de Instagram de Right Brand Clothing (que vende ropa y simbología de extrema derecha) publicó un mensaje que contenía una foto de miembros de Rise Above Movement en un viaje a Alemania, Ucrania e Italia en una reunión con Olena Semenyaka, jefa del departamento de relaciones internacionales del Corpus Nacional, partido político ucraniano creado en 2016 por el regimiento militar ucraniano Azov. Por mi formación y mi experiencia, sé que Azov es un grupo paramilitar de la Guardia Nacional de Ucrania, conocido por su conexión con la ideología neonazi y uso de simbología nazi y que ha participado en entrenamiento y radicalización de organizaciones que defiende la supremacía blanca en Estados Unidos”, informó el agente especial del FBI Scott Billett, lo que causó un considerable escándalo entre los círculos de los defensores de los derechos humanos.
Sin embargo, entre los amigos de los “arios” ucranianos también hay notables miembros del movimiento nazi de las exóticas antípodas. Puede incluso que entre ellos estuviera el asesino de Christchurch. Así lo publicó el canal REN-TV, que afirma que el asesino de Nueva Zelanda formaba parte de la misma organización de extrema derecha en la que participaban dos mercenarios que lucharon en el sudeste de Ucrania. La información sobre estas dos personas, Ethan Tilling y Jared Bennett, se publicó en diciembre de 2018, meses antes del ataque, y al menos evidencia los lazos existentes entre los racistas ucranianos y los de Australia.
Evidentemente, la posible pista ucraniana es algo que requiere una cuidadosa investigación por parte de las autoridades de Nueva Zelanda [y Australia, de donde es natural y donde residía el asesino-Ed]. Sin embargo, hay algo que está claro: el triunfo político de la extrema derecha que se produjo en Ucrania al final de Euromaidan ha tenido un tremendo efecto estimulante en el desarrollo del movimiento nazi en muchos países y ya ha supuesto desastrosos resultados. Así lo descubrí en un viaje a Islandia. Según la prensa de izquierdas, los marginados nazis locales admiran a sus homólogos fieles de Odín de las orillas del Dniéper y abiertamente tratan de copiar sus actos en tierras islandesas. Lo mismo se observa en Noruega, Suecia, Dinamarca y Finlandia, así como en los países de Europa central y oriental.
El Kiev postmaidan se ha convertido en la verdadera Meca de la extrema derecha moderna mientras Occidente hacía la vista gorda pensando que los nazis eran una herramienta útil para luchar contra la “quinta columna prorrusa”. Sin embargo, el “sol negro” ya estaba muy presente en Maidan junto al Wolfsangel, la cruz celta, la esvástica y otros habituales símbolos de la “joven democracia ucraniana”.
Ahora la extrema derecha ucraniana es una amenaza más extensa, algo que ahora, demasiado tarde, admiten incluso las autoridades estadounidenses. El Departamento de Estado publicó esta semana un informe en el que se describen sus crímenes. Según el documento, miembros de grupos de odio nacionalistas como el C14 y el Corpus Nacional han atacado a abogados, periodistas, miembros de la comunidad LGTB y también han realizado detenciones ilegales. A pesar de ello, han disfrutado del apoyo del Gobierno.
“El fracaso de la policía y la Fiscalía para evitar estos actos de violencia, que pueden ser calificados como crímenes de odio, y la negativa a investigarlos han creado un ambiente de impunidad y ausencia de justicia para las víctimas”, afirma el Departamento de Estado. Sin embargo, el antiguo regimiento Azov ha conseguido convertirse en una fuerza político-militar a nivel nacional, capaz de ejercer presión contra el impopular presidente y con aspiraciones de poder en el país. Y eso causará inevitablemente nuevas víctimas en Ucrania. Porque la experiencia del ataque terrorista de Nueva Zelanda vuelve a demostrar un hecho indiscutible: el nazismo mata. Siempre. En todas partes.