Juan Manuel Olarieta.— A raíz del espionaje policial a Podemos se ha puesto de moda afirmar que dentro del Ministerio del Interior hay cloacas, de donde se deduce que hay algunos departamentos que no son nauseabundos, como la dirección general de prisiones, por ejemplo, o que en los demás Ministerios no hay cloacas ni nada parecido a ellas.

Si yo tuviera un cargo público y quisiera presumir de demócrata haría una reférendum casi todas las semanas para preguntar a “la ciudadanía” lo siguiente: sufrido elector, si pudieras meter al Estado en un barco que naufragara, ¿qué organismo público salvarías? Luego daría un listado como el siguiente: Universidad Rey Juan Carlos, Agencia Tributaria, Tribunal Constitucional, Corona, Banco de España, Senado, autonomías, ejército, fiscalía…

Incluso metería en la lista a otro tipo de organismos, como la Unión Europea, la OTAN, el Fondo Monetario Internacional, la ONU…

La viuda del mercenario Jean Pierre Cherid acaba de publicar un libro sobre las cloacas del Ministerio del Interior, que conoce muy bien porque su marido formó parte de ellas hasta que sus jefes, o sea, los jefes del Ministerio, lo asesinaron en 1984, según confiesa ella misma, cuando el PSOE estaba en el gobierno.

Luego las cloacas no nacieron con Villarejo sino que Villarejo se incorporó a ellas casi el mismo tiempo que Cherid se dedicaba a asesinar y poner bombas, lo cual ocurrió tanto en pleno franquismo como después (porque el franquismo no ha acabado).

De ahí que Pablo Iglesias equipare la vigilancia policial sobre Podemos con los GAL de la manera torpe a la que nos tiene acostumbrados. “Lo que le ha ocurrido a Podemos es lo más grave desde los tiempos de los GAL”, dice.

Contra Podemos las cloacas policiales trataron de orquestar ese tipo de montajes, cierto, aunque no son nada novedosos, sino todo lo contrario. Hicieron lo que estaban acostumbrados a hacer. Pura rutina. La conclusión del montaje es que antes todo era ETA y ahora todo es Podemos.

Todo montaje nauseabundo acaba en dos cloacas. La primera de ellas es la prensa. Cuando un reportaje se apoya en “fuentes bien informadas”, se refiere a tipos como Villarejo, que se ha hecho millonario con la compraventa de “información” (entre otros negocios a cada cual más nauseabundo).

La segunda es la fiscalía, parte integrante de todos los circos propagandísticos. Como dijo el ministro Fernández Díaz, la fiscalía se dedica a “afinar” los informes que le presenta la policía, algo que en el caso de Podemos no hizo.

Hizo algo peor: echó tierra encima de las heces que la policía le puso sobre la mesa sabiendo que la colitis era ilegal. Es lo mismo que se repite una y otra vez desde la transición: tierra encima de los cadáveres, más fosas comunes, más silencio y, por lo tanto, más impunidad.

Hay “miedo a investigar las cloacas del Estado”, dice José Antich, director del periódico catalán El Nacional. ¿Miedo? ¿Quiere decir que no vivimos en un país libre?

A estas alturas hay muy pocos motivos para quedar sorprendidos de que ocurran este tipo de cosas. Los informes de las cloacas policiales sobre Podemos son de la misma factura que los de Askapena, las herriko tabernas y el amplísimo entorno de ETA. ¿Acaso no ven el desfile de cloacas que comparecen cada día en el juicio por el referéndum catalán?

Cuando durante 40 años un Estado se esfuerza por aparentar algo que no es, todo es una gran cloaca.

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