El capitalismo monopolista de Estado sigue dando lecciones sobre la realidad más cruda

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Primero fue Alstom, luego Airbus, ahora Huawei… Los más grandes monopolios del mundo se están viendo sometidos a las tensiones crecientes entre las potencias imperialistas, que no conciernen sólo a China, sino a la propia Unión Europea.

48 horas después de las elecciones europeas, el monopolio estadounidense General Electric anuncia el despido de más de 1.000 trabajadores de su fábrica de Belfort, en el norte de Francia, “una bomba social” en palabras de los sindicatos.

El Director General de General Electric es Hugh Bailey, que anteriormente fue asesor del Presidente francés Macron cuando éste fue ministro de Economía y, por lo tanto, encargado en 2015 de la venta de la sección de energía de Alstom a General Electric. Un monopolio europeo caía en las zarpas de un monopolio estadounidense, pero un relato detallado es mucho más sórdido, la típica carrera del capital a ninguna parte.

En 1966 la vieja CGE (Compagnie Générale d’Electricité) compra una empresa de telefonía alsaciana, Alcatel. Diez años después compra los astilleros Alsthom y en la década siguiente la sección europea de telecomunicaciones de ITT.

El conglomerado pasa a llamarse Alcatel Alsthom, extiendiéndose por el mercado norteamericano gracias a continuas compras de otras empresas, un proceso que concluye en 2006 con su fusión con Lucent Technologies.

Alcatel competía con la alemana Siemens en Alemania, Hitachi y Mitsubishi en Japón, y Samsung y Hyundai en Corea y en sus dominio no se ponía el sol: telecomunicaciones, cables, ingeniería eléctrica, energía, ferrocarriles, alta velocidad, centrales nucleares, construcción naval…

La fusión con Lucent resultó un fiasco y en 2015 Nokia se apoderó de ambas y, de rebote, de la filial Submarine Network Solutions, una empresa involucrada en el tendido de redes transoceánicas y, por lo tanto, “una pepita estratégica para Francia y sus servicios de inteligencia”, dijo la prensa (1).

Pero a los finlandeses de Nokia los vínculos del monopolio con el espionaje francés no les interesaban y la vendieron, lo cual fue un palo porque pusieron al ejército francés bajo la vigilancia de sus colegas estadounidenses.

Casi al mismo tiempo que perdían Alcatel, los franceses perdieron también Alstom, la otra joya de la República de los monopolios, con presencia tanto en ferrocarriles como energía. En 2003 uno de los monopolios industriales más poderosos de Francia entra en pérdidas y la banca le retira su apoyo.

El Estado sale en ayuda del gigante entrando a formar parte de su capital, para lo cual tuvo que desembolsar 2.000 millones de dinero público. Pero en Estados Unidos los buitres carroñeros de la competencia estaban al acecho…

Empezó un montaje al más puro estilo de los tribunales gringos, como Huawei: el 14 de abril de 2013 detuvieron a Frédéric Pierucci, un directivo de Alstom, a su llegada a Nueva York por un caso de corrupción cometido en Indonesia. Era un chantaje vulgar y corriente dirigido contra la cabeza del monopolio francés, además de la amenaza de una multa estratosférica para acabar de arruinarlo.

El Estado francés cede, Alstom también y General Electric se apodera de su presa, especialmente su división de turbinas. En enero de este año salió a la venta el libro de Pierucci, titulado “The American Trap” (La trampa americana) que lo explica detalladamente desde las cárceles de Estados Unidos, donde estuvo dos años encerrado (2).

Al principio, el ministro francés de Industria, Arnaud Montebourg, trató de oponerse a la liquidación, aprobando el decreto sobre inversiones extranjeras sujetas a autorización previa. Por su parte, los estadounidenses sobornaron a algunos cabecillas franceses del monopolio, mejoraron el precio de la oferta de compra, concedieron al Estado francés el derecho de veto en las decisiones sobre energía y, como es habitual, prometieron la creación de puestos de trabajo.

El cuento de la lechera duró hasta que en 2014 al ministro francés le sucedió en el cargo nada menos que un pelele como Macron y las promesas de General Electric ya no eran necesarias. El monopolio cambió de manos con lo que no era otra cosa que el pago de un rescate.

Una vez con las manos libres, General Electric empezó a desollar la pieza y los trabajadores empezaron a sufrir las consecuencias. En 2017 la multinacional anunció la eliminación de 350 puestos de trabajo de un total de 800 en la fábrica de Grenoble. Al año siguiente anunció que no cumpliría su compromiso de crear 1.000 puestos de trabajo en Francia. Ahora afirma que en lugar de crearlos lo que hará será destruirlos…

Es el capitalismo en estado puro.

(1) https://www.challenges.fr/entreprise/que-sont-devenus-les-fleurons-francais-alcatel-et-alstom_475681
(2) https://www.archyworldys.com/the-american-trap-frederic-pierucci-dalstom-at-the-prison/

Fuente: MPR

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