Raúl Antonio Capote.— Decía Lucio Anneo Séneca que la ira es la más sombría y desenfrenada de todas las pasiones. «Las otras (pasiones) tienen sin duda algo de quietas y plácidas; pero esta es toda agitación y desenfreno en el resentimiento». 1
Por eso evito dejarme arrastrar por esta pasión, cuando leo en sitios que se jactan de ser objetivos y serios, la increíble comparación que algunos hacen entre el comunismo y el fascismo, situándolos en semejanza, tejiendo una sofística inaudita.
Según Pablo Guadarrama, «el marxismo es un humanismo auténtico que recogió y superó lo mejor del pensamiento humanista que le antecedió y pretendió continuar desarrollándolo más allá de los escollos que presentan las múltiples interpretaciones que de él se han hecho, y que se han puesto en práctica».2 Solo me atrevería a puntualizar, con todo el respeto, de que no solo pretendió, sino que pretende con éxito, lo digo para no dejar dudas o confusiones a los puristas gramáticos.
El comunismo, sociedad soñada, a la que aspiramos los que creemos que un mundo mejor es posible, es una sociedad en la cual no existen ni la propiedad privada de los medios de producción, ni el Estado, ni las clases sociales; donde un grupo humano no explota a otro ni lo hacen entre sí; es el reino de la solidaridad, de la igualdad, donde los seres humanos dan todo de sí por los demás y reciben según sus necesidades, donde la humanidad alcanza la plenitud del bienestar y del desarrollo individual y colectivo.
«La supresión positiva de la propiedad privada, como la apropiación de la vida humana es, pues, la supresión positiva de toda enajenación: es decir, el retorno del hombre… a su modo humano, social de existencia».3
La propiedad privada sobre los medios de producción sería convertida en la propiedad de todo el pueblo sobre esos medios, decía Tomás Moro. «Estimo que donde quiera que exista la propiedad privada y se mida todo por el dinero, será difícil lograr que el Estado obre justa y acertadamente, a no ser que se piense que es obrar con justicia el permitir que lo mejor vaya a parar a manos de los peores que, mientras los demás perecen de miseria, disfrutan de la mayor prosperidad».4
Los buscadores de las similitudes se refieren a determinadas prácticas, echan mano a la leyenda negra construida para enlodar al socialismo, pero por ignorancia o mala fe, no mencionan que nunca ha existido sobre la tierra una sociedad comunista y que el socialismo siempre fue considerado un periodo de tránsito, un camino lleno de rectificaciones, duro y sinuoso, amén de desconocido, pero indiscutiblemente equitativo en su búsqueda de toda la justicia para los seres humanos, –todos los seres humanos–, no solo los obreros y los campesinos.
Marx pretendía liberar a la humanidad, devolverle la fe en sus infinitas posibilidades, en su capacidad real de liberación, su objetivo no era liberar solo a los proletarios, sino a todos los seres humanos. «Primero habría que despertar de nuevo en el pecho de estos hombres la conciencia de sí del hombre, la libertad. Solo este sentimiento desaparecido del mundo con los griegos y sublimado por el cristianismo con el vaho azul del cielo, puede volver a hacer de la sociedad una comunidad de hombres para altos fines».5
El fascismo es la dictadura desembozada del imperialismo, es una fase que asume el capital en crisis, para garantizar su dominio, es fiel y firme defensor de la propiedad privada, es guardián de las transnacionales, no importa que diga su discurso cargado de demagogia. Bayer (IG Farben), Hugo Boss, Siemens, Porsche, Kodak, Coca Cola, Nestlé, IBM, BMW, Adidas, Volkswagen, etc., colaboraron y se beneficiaron con el régimen nazi.
Ese sistema garantizó el poder y enriquecimiento de los grandes monopolios, tanto en Italia como en Alemania, ellos eran su razón de ser. Millones de hombres y mujeres trabajaron como esclavos de las grandes empresas.
«Fascista es la forma que la modernidad capitalista adquiere históricamente, cuando a la violencia económica anónima de su funcionamiento, suma o añade una violencia política de orden destructivo».6
En sus diversas prácticas o vertientes ha cometido los crímenes más atroces contra la humanidad, es sinónimo de racismo, intolerancia, violencia, guerra y anticomunismo. Nada tiene que ver con las ideas del comunismo, con la práctica socialista, son profundamente antagónicos.
La Alemania nazi llevó consigo en su expansión, los principios de la supremacía del pueblo ario y el odio a los judíos y otras minorías. En seis años, decenas de millones de personas morían a causa de ese régimen.
En los campos de concentración como Auschwitz y Dachau, verdaderas industrias de la muerte, donde todo lo humano era extraño y ajeno, se aprovechaban la piel, los huesos, la grasa, el cabello de los asesinados, millones de hombres y mujeres fueron convertidos en jabón, en fertilizante; seis millones de judíos fueron víctimas de ello, sin contar a gitanos, enfermos mentales y todo aquel que no se circunscribía al prototipo del ario.
No debemos olvidar nunca, que fue en los terrenos del primer Estado socialista en la historia de la humanidad, la URSS, donde comenzó la derrota del fascismo. Miles de antifascistas, muchos de ellos comunistas, combatieron en Europa contra ese régimen de oprobio.
Como hijo de la ira –finalizando con la frase se Séneca–, el fascismo es «sed de guerra, de sangre, de suplicios, arrebato de furores sobrehumanos, olvidándose de sí misma con tal de dañar a los demás», nada tiene que ver con el mundo mejor que soñamos y construimos los comunistas.
El socialismo en tránsito a ese mundo soñado del comunismo, trajo al mundo, más allá de sus errores reales o inventados, equidad y justicia, combatió el hambre, la discriminación, la intolerancia. No hay forma de sentarlos en el mismo sitio.
1 De la ira, Lucio Anneo Séneca.
2 El marxismo no es un hongo. Pablo Guadarrama.
3 C. Marx. Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, p. 108.
4 Tomás Moro y Campanella, utopías del renacimiento. Fondo de cultura económica de México, 1956, p.35.
5 C. Marx. Cartas a Ruge, en Argumentos, Bogotá, no-45, febrero-mayo, 1983, p.104.
6 Para comprender la crisis capitalista mundial actual. Por la Fundación Heberto Castillo Martínez A.C.